Capítulo 4: La cena

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— Ya terminé mam… ¿David?

—Hola, hija —dijo burlándose porque le iba a llamar 'mamá'.

—Hola… —contesté mirando al suelo, sonrojándome brevemente.

Iba vestido muy elegante también, llevaba unos vaqueros formales, una camisa y una americana. Los primeros botones de la camisa estaban desabrochados y su pelo despeinado. Estaba muy guapo… ¿pero qué digo? David es un mujeriego, no debería de fijarme en él.

—¿Qué querías? —pregunté.

—Tu madre me pidió que te avisara, la cena ya está lista.

Fui al comedor junto a él y nos sentamos en la mesa. Cómo no, tenía que estar al lado suya. Continuemos con mi suerte.

—Bueno chicos, ya os conocéis, ¿no? —preguntó mi madre.

—No —contesté.

—Sí —contestó David a la vez.

Nos miramos y rodé los ojos.

—No nos conocemos, mamá. Simplemente me llevó a casa hoy porque tú no podías, así que no —aclaré.

—Sabemos el nombre el uno del otro, así que eso es conocerse —replicó David, parecía decepcionado. No entiendo porqué.

—Naty, en eso tiene razón David —contestó mi madre.

—No sabes nada de mí ni yo de ti… —susurré de forma que solo me escuchó David

—Ya nos conoceremos entonces, además yo si sé de ti. —respondió con el mismo tono, guiñándome el ojo.

Ignoré ese comentario, aunque estaba extrañada porque decía que me conocía, y seguí comiendo.

Después de un rato hablando mi madre sobre mí, de varias miradas y sonrisas por parte de David y varios sonrojos por la mía, terminamos de cenar.

—Naty —dijo mi madre—, vamos a ir a salir con los padres de David.

—Yo no voy, me quedo en casa.

—No te puedes quedar sola, vamos a quedarnos hasta muy tarde —me riñó mi padre.

—¡Tengo dieciséis años! ¡No me voy a morir por quedarme sola aquí! —grité.

—No se preocupe, señora —dijo David y le miré extrañada—. Yo me quedo aquí con ella.

—Ehm… Creo que he cambiado de idea mamá, voy con vosotros.

—¡Muchas gracias David! —le dijo mi madre—. Te quedarás aquí con él, Naty. Seguro que tienes que estudiar y hacer deberes.

—¡No mamá! ¡Tengo todo el fin de semana, por favor!

—Te quedas aquí, no hay más que hablar. Si hubieses dicho que sí desde el principio no tendrías problema, además, David te podría ayudar.

Suspiré y le eché una mirada asesina a David, quien me sonrió como respuesta.

—Bueno chicos, portaos bien, nosotros nos vamos.

Le di dos besos a los padres de David y a los míos como despedida y me fui directa a mi habitación, sin mirar a David. A los pocos segundos, entró a mi habitación

—Fuera. Tengo que estudiar, ¿o no te enteraste de lo que dijo mi madre? —dije enfadada.

—La que no se enteró fuiste tú. Dijo que te podría ayudar.

—No necesito ayuda —bufé.

—¿Qué estás estudiando? —me preguntó ignorando mi comentario.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora