Capítulo 6: La fiesta

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Después de unos quince minutos con toda la ropa sobre la cama y sin saber qué ponerme, elegí un short dorado de alta y un top negro por encima del ombligo junto con unas botas altas. Me maquillé brevemente. Solo delineé mis ojos, empleé rímel y me eché brillo de labios. El pelo lo llevaba completamente suelto y planchado, como a mí me gustaba. Ojalá tuviese el pelo así las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los 365 días del año. Los años bisiestos si quieren, un día lo puedo tener ondulado, no pasa nada.

A las doce en punto, el telefonillo para abrir el portal ya estaba sonando y, suponiendo que era María, descolgué y le dije que subiera. Al sonar el timbre de casa, abrí y mi cara fue un poema. Ante mí estaba David y una vez más, iba guapísimo.

Que no te fijes en él, imbécil, y di una palabra ya, reacciona.

 Tras unos segundos mirándole de arriba abajo, una sonrisa apareció en su cara.

—¿Tan guapo soy? —levantó una ceja.

Rodé los ojos.

—No, solo que pensaba que eras María. ¿Qué haces aquí?

—¿Te tengo que recordar que vas a una fiesta y yo te invité?

—Pe-pero…

Reacciona, Natalia, deja de mirarle ya.

—Nunca me dijiste que vendrías a por mí, pensé que te vería allí. Además, María tiene que estar de camino.

—Ya me he encargado yo de que vaya a la fiesta del tirón y allí te vea —me contestó y guiñó su ojo derecho.

Este tiene que tener un tic en su ojo, cada día lo guiña mil veces… Gilipollas.

—Bueno pero de todas formas podía ir sola, está aquí al lado. Por cinco minutos andando no me va a pasar nada.

—Es tarde, no quiero que vayas sola por ahí a estas horas, aunque sean cinco minutos.

—Vale, ‘papá’ —remarqué la última palabra con ironía.

—¿Nos vamos? —me preguntó tendiéndome una mano.

—Romanticones no, gracias. Además, no es lo tuyo, te queda patético —contesté con una sonrisa y le di la mano.

Caminamos de la mano hasta la discoteca a un paso lento. No es que sea una experta con los zapatos altos, así que tuvimos que ir despacio y tardamos un poco más. En el camino apenas hablamos pero no era un silencio incómodo, por lo menos por mi parte, estaba tranquila estando con él y era extraño.

Al llegar, vi a María en la puerta esperándome y tenía una cara de sorpresa al ver la situación entre David y yo. Cuando me di cuenta, le solté la mano rápidamente y fui hacia ella.

—¡Hola! —le abracé.

—Creo que tienes cosas que contarme —susurró en mi oído.

—No hay mucho que decir, pero bueno si quieres ahora te cuento.

—Chicas, yo voy dentro que también me esperan allí —dijo David detrás de mí.

—Vale —contestamos María y yo a la vez.

—Ya puedes darme una explicación de porqué ibais de la mano —me exigió.

—Vino a recogerme a casa, le abrí pensando que eras tú y me pidió ir de la mano en plan romántico asqueroso antes de salir. Simplemente eso.

—¿Y no hablabais por el camino?

—No.

—¿Silencio incómodo?

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora