Llevo menos de una semana de clase y ya quiero vacaciones otra vez. Odio la rutina de cada día: levantarme, ir a clase, volver, hacer las tareas, estudiar y dormir. Así hasta la saciedad.
En clase, me siento en segunda fila ya que al tener miopía no puedo estar atrás si quiero ver la pizarra, por mucho que tenga las lentillas o las gafas puestas. Realmente me gusta este sitio y sobre todo por una razón en especial: al fondo de la clase estaba David y se había sentado con una tal Lidia. Estaban continuamente tonteando entre ellos, y no es que me esté fijando a cada minuto, sino que en cada cambio de clase estaban en el pasillo metiéndose mano entre ellos.
Al final David si era como pensaba. Se acerca a la más fácil, se la tira y después se olvida de ella. Su primera víctima fue Lidia y acertó de lleno, era demasiado fácil esa chica. Además, no solo él se arrimaba a ella sino que Lidia iba cada dos por tres tocándose el pelo y haciéndose la coqueta delante suyo. Era muy penoso.
Los días hasta hoy, viernes, fueron exactamente iguales, con la rutina que mencioné al principio. Lo peor llegaba esta noche: venía David y su familia a cenar en casa. Si ya de por sí no lo soportaba sin hablar con él, tenerlo en mi casa va a ser un infierno.
Al llegar por la mañana a clase, María me preguntó si iría a algún lado esta noche y llegó lo que más temía, contarle que viene David a casa.
—¿¡Cómo!? ¿¡Que David va a tu casa hoy!?
—Si —susurré sin ánimo— y baja la voz que al final se entera medio instituto y pensarán mal.
—Vale, vale pero cuéntame cómo es eso de que va a tu casa.
—Pues su padre es compañero de trabajo de los míos y no han podido tener mejor idea que invitar a su familia a cenar para que pueda conocer a David ya que se enteraron que también iba a este instituto—ironicé.
—Joder, que suerte tienes, perra. Encima que no quieres nada con él, va a tu casa y yo que quiero conocerlo no tengo oportunidad.
Rodé los ojos y suspiré molesta.
—Vente a cenar tú también y así me libro de hablar con él.
—¡No, no, no! Tengo que… —comenzó a titubear— ehm… ¡tengo que ir a casa de mi abuela!
—Vale, podías decirme que no quieres ir por lo que sea, no hace falta que inventes nada.
Se ruborizó y me pidió perdón.
—Es simplemente que prefiero que lo conozcas tranquilamente, podríais hacer buena pareja y encima es guapísimo.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero ni querré nada con él?
Después de una larga mañana repitiéndole varias veces que no pienso salir con David, pase lo que pase, llegó la hora de volver a casa. Como siempre, tenía que esperar a que me recogiese mi madre.
—¿A quién esperas? —dijo una voz desconocida para mí.
Me giré y ante mis ojos estaba la persona que he comenzado a odiar en los últimos días.
—A mi madre, viene a recogerme en coche —respondí.
—Te llevo yo si quieres, así sé el camino a tu casa para esta noche —dijo David, guiñándome un ojo.
—¿Llevarme? —rodé los ojos y seguí hablando con el mientras miraba a la carretera—. Si tendrás 16, no puedes llevar coche y tendrás una moto cutre.
—¿Y quién te ha dicho que yo tenga 16?
—Lo supuse, por estar en mi curso. Aunque ahora que lo pienso, seguro que has repetido alguna vez, ¿tienes 17? —le pregunté.
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Un nuevo comienzo
Fiksi RemajaNatalia, una adolescente de 16 años, va a comenzar primero de bachiller en un nuevo instituto, con nuevos compañeros y nuevos profesores, pero lo que no sabrá es que su vida dará un giro de 180º.