Fue

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 Fue en una noche fría y oscura, con una luna casi inexistente sobre el firmamento.

 Me hallaba caminando por la calle principal de mi pequeña ciudad, la única calle que, a pesar de estar desierta como el resto, posee al menos algo de iluminación en toda esta postergada ciudad. Cualquiera se preguntaría qué hace una joven caminando sola en la noche bajo dichas condiciones. Pues bien, la explicación existe: Terminé a mi pareja esa misma noche; hacía exactamente veinte minutos; como estaba en su casa y todo acabó súbitamente tuve que irme a pesar de estas mismas circunstancias.

 Para llegar hasta mi casa debo atravesar desde una mitad de la ciudad, "la residencia norte", como le dicen ellos, hasta la otra mitad de la ciudad, "el barrio sur", como nos dicen a nosotros. Para ello debo atravesar un río por medio de un pequeño puente de madera tan viejo que estoy casi segura de que es más viejo que la misma ciudad.

 Al cabo de unos pocos minutos, cuando pasaba por el ancestral puente, pude ver a una persona vestida con un abrigo gris y largo, casi hasta los pies, un pantalón negro y el humo que desprendía de su cigarrillo. Estaba apoyado sobre una farola, la cual sí funcionaba pero el gorro sobre su sien no permitía que la luz desvelase su rostro; más bien, todo lo contrario, el contraste con la luz hacía que, en lugar de sus ojos, fuera el abismo quien me devolviera la mirada.

 "De silueta alta, algo voluminosa... probablemente un hombre.". Pensé. De pronto, en un momento de conciencia, me di cuenta de que le daba atención a sus características porque sentía que sería robada, secuestrada, o en definitiva, nada bueno; tenía miedo por mi, es verdad, me aterraba seguir caminando pero ¿Qué otra cosa podría hacer?, no iba a volver a esa casa y este es el único camino racional posible. Tuve que llenarme de valor. Desde lo lejos decidí moverme al costado contrario de la calle para tener espacio suficiente para, al menos, intentar correr si es que pasara lo peor.

 Cuando pasaba por delante de él lo escuché hablarme, sentí como mi cuerpo se paralizó. Estaba aterrada.

 -¡Hey!.-. Dijo con una voz grave y profunda, definitivamente era un hombre. Rápidamente lo enfrenté con la mirada y empecé a hurgar en mi bolsa algo que me serviría para defenderme.

 -¿Qué llevas ahí?.-. Dijo señalando la bolsa. La realidad es que la traigo conmigo porque son algunas de las cosas que tenía en la casa de mi pareja y, bueno, ya no tiene sentido que estén allí. Ya no hay nada allí.

 Comenzó a acercarse a mí y, no estoy segura de por qué, pero me detuve y solo lo miré. Estaba paralizada. -No es nada nada con valor. Por favor, no te acerques.-. A pesar de mis súplicas él seguía acercándose lentamente. Cuando vi que metía su mano derecha dentro de su abrigo sentí que mi piel se helaba como si mi cuerpo estuviera preparándome para el frío infinito. Estaba segura de que sería un arma.

 -Yo te conozco.- Dijo notablemente sorprendido, de verdad parecía conocerme. -Eres la novia de mi amigo Luis. Soy Daniel, ¿Me recuerdas?-. No recuerdo a ningún Daniel, es más, no conozco a ningún Daniel pero si, efectivamente, mi hasta hace poco novio se llama, ahora llamaba, Luis. -¡Oh, Daniel, si!.-; no sé quién era esa persona, pero necesitaba tiempo para encontrar lo que busco dentro de mi bolsa. -¿Qué haces aquí?- Dije intentando distraer su atención de la bolsa mientras metía nuevamente una mano en ella de forma discreta.

 -Estoy esperando a Luis, íbamos a ir a... bueno, ya sabes, pasar el rato.- Parecía como si tratará de ocultar algo, algo lo cual ya sé qué es; básicamente, la razón por la que terminamos.

 -Claro... el rato.- Saqué mi pistola de la bolsa y le disparé en el pecho dos veces. No sé quién es este tipo, pero no podía dejar que se vaya. Si él es, era, amigo de Luis, y de verdad lo está, estaba, esperando llegaría un punto en donde se hartaría de esperar e iría a buscarlo a su casa y eso no sería conveniente. Si eso pasara él lo encontraría muerto sobre la cama junto a su amante y sería cuestión de tiempo que supiera que yo lo maté. Después de todo, se lo merece, merecía, por engañarme.

 Resolví empujar su cuerpo por el puente para que nunca lo encuentren, claro que no es sencillo mover un cuerpo sin vida, pero una va tomando avidez con la práctica.

Libro de Sangre.

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