No tan sólo

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Recostado en mi cama escucho los pasos de un ser desconocido en mi solitaria casa, solo mi presencia era la que yo coincideraba cierta, al menos antes de haber oído tan nitidamente semejantes pisadas. Mayor terror ocupó en mi cuerpo al notar que llegaban desde el pasillo, delante de la puerta de mi cuarto, cada segundo más fuerte, cada segundo más cerca. Al llegar a mi puerta se detuvo, entonces oí un fuerte golpe debajo de mi cama, los adornos de mi cuarto comenzaron a temblar, también lo hacían mi escritorio, la cama y el placar, que tenía una lámpara junto a el, esa era mi única fuente de luz cercana a mi, sino debería acercarme a la puerta.
Con el pasar de los segundos los cuadros se cayeron, la lámpara se partió al chocarse con el placar y cayó contra el suelo, dejándome a oscuras y ahora sin posibilidad de salir corriendo por los cristales rotos. Hice lo posible para no dejarme llevar y saltar por la ventana, pues por la altura de mi departamento eso sería con suerte un gran fractura.
El sismo paró de golpe, pero aún no podía hacer nada, sentía su presencia aún en el pasillo, y estaba en lo cierto. La puerta comenzó a abrirse lentamente, el corazón me latía tan rápido que tapaba mi respiración, quedé en silencio, perplejo e inmóvil del miedo. Al abrirse la puerta del otro lado solo había una gran oscuridad que tapaba todo, si hubiera tenido aún mi lámpara la hubiera tirado para, al menos, ver un segundo lo que creía en ese momento me daría la muerte, aunque de alguna manera lo hizo antes de entrar. Me mantuve en silencio, toda la noche, mirando hacia la puerta, con miedo de rozar un solo dedo el suelo, o sacar la mano de mi rectangular refugio, aunque no cumplía la función de mantenerme seguro, pero si me hacia sentir que lo estaba.
Al llegar los primeros rayos de sol me sentí aliviado, sobreviví toda una noche con un ser desconocido, con miedo y temor, imaginando cada situación negativa posible, cada posible agresor, imaginé diferentes rostros, asesinos, lunáticos, ladrones, sufriendo en cada respiro, sin despejar los ojos de la puerta, apenas parpadeando, pero sobreviví.
Hoy en día aún no sé qué o quién era, pero desde ese día nunca más escondí los cadáveres en el placar.

Libro de Sangre.

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