La chica del metro
quería ser actriz
para escapar de ser ella.
La chica del metro
quería ser escritora
para dejar sus pedazos
en palabras.
La chica del metro
ya había llorado
suficientes lágrimas
y falsificado
suficientes sonrisas.
Y su pájaro de papel
había llegado volando,
su destino escrito en él,
en una noche de marzo.
La chica del metro había
acariciado sus alas,
leído su destino
y después, había sonreído.