El chico de la mirada vacía
tenía una cicatriz en la muñeca
que le recordaba a la oscuridad.
El chico de la mirada vacía
tenía
ojos azules como el mar.
Y todo en él era arte.
Y manejaba las palabras a su antojo,
destrozaba corazones o quizá los reblandecía,
hacía que lágrimas fuesen derramadas,
para que, por una vez, no fueran las suyas.
Y tal y como controlaba las letras,
enseñó a sus débiles pájaros
que las alas de papel podían ser fuertes,
también.
Volaron.
Y los ojos
del chico de la mirada vacía,
se llenaron de luz.