Capítulo 3: Red

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Habían transcurrido varias semanas desde que las clases habían comenzado, y la vida de Delilah no era tan simple como parecía. En primer lugar, habían ocurrido muchos cambios. Su padre había perdido su empleo en la tan prestigiada oficina para la que él trabajaba, pero a pesar de eso la familia poseía algunos ahorros, así que con eso se podían mantener por el momento. También estaba lo de Sean. Cada vez que la chica se acercaba un poco para aunque sea saludarlo, el muy maldito o la ignoraba, o estaba ocupado.

A pesar de todo eso, Delilah se había mentalizado desde la semana anterior para poder por fin confesarle a Sean que ella era la chica de la fiesta. La de la máscara. Así que, decidida salió rápidamente del instituto e ignoro a su mejor amiga, quien gritaba atrás de ella para que la esperara. Sin embargo, Delilah no se detuvo. Tenía que seguir el Maserati de Sean y poder hablar con él. Cuando se detuvieron frente a una casa bastante modesta, Delilah suspiró nerviosa.

Vio como Sean se bajaba y tranquilamente entraba en su casa, sin sospechar que la castaña lo había seguido hasta allí. Pasaron los minutos, y la ansiedad solo lograba crecer dentro de ella. Antes de que siquiera lo pudiera pensar un segundo más, bajo decidida del auto y toco la puerta, esperando que el que le abriera fuera Sean y  no algún familiar. Lamentablemente, la suerte no estaba de su lado. Un hombre de cuarenta y algunos años abrió la puerta, mirando extrañado a la chica que estaba allí.

   —¿Sí?—preguntó, cuando Delilah no dijo nada y solo lo miraba algo perdida.

   —He…Hola…Yo…Estoy buscando a Sean, ¿está en casa?

El hombre asintió divertido al ver tan nerviosa a la chica.

   —Claro, entra y esperas en el salón—Delilah, pidiendo permiso, entro en el agradable hogar. Era bastante simple, pero se veía muy ordenado para ser un lugar en donde se veía que vivían hombres. Porque no había ningún toque de mujer en ese lugar. Todos eran tonos neutros. Negros, grises, blanco. Nada de vida—. ¿Y tú quién eres?

Habían pasado algunos minutos desde que habían entrado y el silencio se estaba haciendo algo incómodo.

  —Er…Yo—Carraspeó algo nerviosa y lo pensó un segundo. ¿Qué excusa le ponía a un pobre hombre? —…Soy su novia.

Al decirlo, la voz le tirito algo insegura. Dios, Sean la mataría si se llegara a enterar de lo que había dicho.

—Uuuh…Sean no me había dicho nada—murmuró por lo bajo, algo desconcertado—. Pero el tendrá sus razones—. Sonrió y se sentó en el sofá, indicándole a la chica que lo siguiera con un gesto—. ¿Y…De dónde lo conoces? ¿Van juntos al instituto o algo?

Ella asintió.

—Vamos juntos al instituto—coincidió—, pero en realidad nos conocimos en una fiesta de disfraces, señor Devon.

Él rió.

—Oh, cielo, no me llames por mi apellido, solo dime Marcus.

—He…Esta bien, Marcus—Sonrió y luego miró sus zapatos, nerviosa. A pesar de que él fuera bastante simpático, estar frente al padre de un chico al que le estaba mintiendo le ponía mal.

Los minutos pasaron, y ninguno de los dos se acordaba de que ella había venido por el hijo de Marcus para conversar. En algún momento de la charla, todo giro hacia la infancia de Sean, y el papá aprovecho para sacar un álbum de fotos en donde su hijo salía en pañales y un calzón de su abuela en la cabeza, creyendo que se parecía un superhéroe.

La chica al ver la foto soltó una gran carcajada.

—Dios, no lo puedo creer—murmuró entre risas y algunas lágrimas que caían por su cara. El padre de Sean asintió y también se rió divertido.

Una máscara y tres balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora