Capítulo 5: Yellow

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Luego de pasar toda una noche con insomnio a causa de los nervios, Sean se decidió. Le preguntaría a Delilah si aceptaba ir a una cita con él.

Probablemente la castaña saltaría de alegría y gritaría que sí, pues llevaba tiempo acosándolo y tratando que la notara entre tantas.

Cuando el reloj marco una hora digna, se alzó de su lecho y corrió a la ducha, quería estar guapo. Al salir del baño se encontró paralizado en frente de su ridículo armario, el cual no parecía poseer ninguna prenda digna para el ojo de Delilah. Tomo unos bermudas con tonalidades grises y una camiseta negra con cuello en V; no quiso mirarse al espejo pues sabía que se encontraría mil defectos y sería capaz de vestir con traje. Cogió lo necesario y se colocó sus zapatos, los cuales combinaban con su camisa.

Al desactivar la alarma de su coche se percató que no tenía ni idea de cómo le pediría salir a Delilah, no sabía dónde comprar flores o qué le gustaba. Como último recurso y por miedo, decidió enviarle un texto, el rechazo sería menor aparte de que él sonaría casual y no desesperado.

Para: Delilah.

Hola Delilah, esta mañana me he percatado que el día luce hermoso y sería un error desperdiciarlo, así que me preguntaba si te gustaría ir a conmigo a la playa. He oído de una heladería genial.

Lo había enviado, ya no habría vuelta atrás, debía esperar respuesta así está fuese decepcionante.

No había mentido al decir que el día lucia precioso… ¡Esta bien! Había mentido pero al salir de su casa había mirado sus alrededores y en verdad que estaba lindo.

Cuando iba dejando la calle de su casa atrás, su teléfono vibró en el asiento del copiloto. Lo tomo con rapidez, esperaba que fuese Delilah y no alguien más.

De: Delilah.

Me encantaría, aparte he decidido comprobar lo que me has dicho y es cierto que el sol está deslumbrante. ¡Vayamos por esos helados!

Tamborileó en el volante y le texteo de vuelta, avisándole que preparara sus cosas que iba en camino.

Realizo una pequeña parada en una panadería, no había desayunado y pronto seria el medio día. Pidió para llevar y camino a casa de Delilah aspiro en vez de comer su pan jumbo de pollo junto al jugo de naranja.

La castaña se encontraba sentada en el frente de su casa esperándolo, se le notaba ansiosa y radiante. Se estaciono a su lado y toco la corneta, la vio gritar algo y enseguida la tenía sentada a su lado.

—Así que, ¿qué tienes pensado hacer? —preguntó Delilah con extrema curiosidad, asemejaba a una niña en su primer viaje al parque de diversiones.

Sean no había tenido tiempo para pensar en lo que harían, había pasado toda la noche pensando si debía invitarla a salir o no. Lo de la heladería se le había ocurrido de pronto mientras el calor le penetraba la piel.

—No lo sé, supongo que veremos. Improvisemos.

A Delilah pareció gustarle la idea porque sus ojos mieles brillaron a tal punto que Sean comenzó a preguntarse si estarían acuosos.

Emprendieron el pequeño viaje en un silencio cómodo, cambiando la radio de vez en cuando y riendo mientras se atrapaban dándose miradas furtivas.

Antes de poder visualizar el mar, un olor con aspecto salino les invadió las fosas nasales y la humedad comenzó a pegarle los cabellos rebeldes a sus frentes. Definitivamente estaban llegando a su destino.

Eran apenas pasadas la una de la tarde cuando sus pies hicieron el primer contacto con la arena caliente. Delilah quería caminar descalza y Sean pensó que sería buena idea, pero al dar tan solo cinco pasos ambos se encontraban saltando y la chica chillando.

Una máscara y tres balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora