Más que sólo una "prometida"

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El día posterior a la muerte de mi padre se mantuvo nublado como si los dioses sufrieran de igual manera que mi pueblo y mi familia por su pérdida, me mantuve cerca del establecimiento funerario que mi progenitor había creado antes de su muerte, esperaba que terminase el proceso de momificación y los ritos de entierro que realizaba el sacerdote proveniente de un pueblo vecino.
No logré conciliar el sueño la noche anterior y me temo que mi madre tampoco, no podía llorar y eso me frustraba, quería gritar, blasfemar y maldecir a todo lo que me rodeaba, pero no podía, las palabras originaban un nudo en mi cuello, me sentía vacía, me sentía perdida, como si hubiese caído en un abismo sin fondo.
Mi padre ya no estaba y mi rebeldía tampoco.

Terminó la ceremonia y volví cuanto antes a mí templo, al llegar noté la tristeza que nuevamente inundaba a mí pueblo, aquél que tanto amaba mi padre y el sentimiento era recíproco

— Joven Yarad, no es necesario que lidie con ellos, usted necesita descansar y alimentarse, yo puedo encargarme de mantener al pueblo tranquilo si usted me lo permite

Fue lo que escuché de parte del ex consejero de mi padre quien estuvo con él hasta el día de su muerte. No podía negarlo, él estaba en lo cierto, mi vista comenzaba a distorsionarse y mis piernas perdían fuerza, sin embargo, era mi pueblo y yo debía hacerle frente

—Gracias por preocuparte, pero yo me encargaré de esto

Suspiré profundamente y me alejé de él y de mi guardia, subí al balcón dónde mi padre y madre proclamaban sus discursos, yo nunca había estado en ese lugar y mucho menos dado un discurso ahí, sólo lo hacía frente a mis profesores, era hora de aplicar mis aprendizajes.

Terminaron mis palabras, apenas di un paso para volver a entrar y caí inconsciente, lo último que recuerdo es que alguien detuvo mi caída y me dejó en un sitio estable. Al despertar me encontré con el hecho de que estaba en mi habitación, me levanté con un dolor de cabeza y cuando salí del lugar vi a mi madre hablar con el faraón.

—Yarad, me alegro de que ya hayas despertado después de dormir un día entero, por favor necesito que te alimentes

Un día entero había transcurrido y no lo había notado, era él último día para tomar mi decisión de entrar al torneo o negarme.

— Lo haré madre, pero quiero saber porque el faraón ha venido a nuestro hogar

Ella bajó la mirada y el faraón se levantó y se dirigió a mí

— Yarad, he venido a pedirte que rechaces lo que te pedí hace unos días

—Pero, ¿Por qué?

— El viaje permanente de tu padre significa que tomarás el puesto y dirigirás este, su tan amado pueblo, tú madre está consciente de la situación y sabe que lo mejor es que te quedes, puesto que si pierdes ya no habrá retorno a éstas tierras, ¿Lo entiendes? , tu padre fue un hombre muy sabio y sé que tú también lo eres, quédate y cuida de tu gente y de tu madre.

—No lo haré

Tragué saliva y apreté fuertemente mis puños

— ¿Cómo que no lo harás?

El faraón, su guardia, mi madre y el ex-consejero de mi padre me miraron con asombro

— Ya he hablado, aceptaré el desafío

—Pero... Yarad, hija yo no quiero perderte, no quiero que vayas

—Madre, te amo y siempre he seguido tus órdenes sin cuestionarte, pero debo hacerlo, ¿Qué me asegura que tendremos nuevamente la ayuda del próximo faraón si nuestro pueblo vuelve a sufrir una crisis? Si ocurre y no tenemos su ayuda, nuestro pueblo perecerá y todo por lo que trabajó mi padre será en vano—

Hablé con una ligera sonrisa en los labios y en un tono bajo para que el faraón no nos escuchase.

—Pero....

—Por favor confía en mí, mi padre y tú me han educado bien

Tomé aire y volví a mirar al faraón

— Competiré en el torneo y lo haré con honor hasta ganar

—Eres tan terca como tu padre, bien, no discutiré más contigo, mañana es la primera etapa

—Estaré ahí a primera hora

Sonreí ante mi victoria para que después él saliera de nuestro templo dejando joyas y bastantes alimentos en símbolo de "pésame"

Después de cenar y estar con mi madre hasta que durmiese, decidí salir un momento a nuestro pequeño pero tranquilo jardín, al llegar me senté en una de las sillas que habían, dejando escapar un suspiro de pesadez

—Así que te irás al palacio real

Volteé con curiosidad para mirar a quien me llamaba, era Aldean, el hijo de la cocinera principal, mi único y mejor amigo

— Sí, mañana a primera hora

Él se sentó en otra silla junto a mí y respiró profundamente

—Y cómo te sientes?

— Con miedo, yo... realmente tengo mucho miedo, nunca me he alejado de casa por tanto tiempo y mucho menos alejada de mis padres, sabía que éste día llegaría, pero ahora que debo estar en algo tan grande como un torneo donde la vida que conozco está en riesgo, dónde mi padre no estará apoyándome, siento que aún no estoy preparada

Abracé mis piernas mientras cerraba los ojos fuertemente y mi cuerpo temblaba ligeramente

— Tengo miedo de fallarle a mí padre, a mí pueblo, tengo miedo de fallarme a mí misma porque si no soy la esposa del faraón, ¿Entonces quién soy?

—Yarad...

— Creía que si me negaba a casarme y buscaba mi propio camino tal vez encontraría esa respuesta, pero ahora que lo pienso, ¿Y si no sirvo para nada más que ser "la esposa perfecta"?

—Yarad, ¡Por favor escúchame!

Cuándo menos me di cuenta él me tomó de los hombros y me sacudió lo suficiente como para que voltease a verlo, al hacerlo noté una mirada de preocupación, ¿Y que vio él? Una débil joven con labios temblorosos y corazón confuso

—Aldean...

— Sólo escúchame, ¿quieres? Eres más que un cuerpo bonito o modales al estar con alguien como el faraón, eres más que eso y no te has dado cuenta, eres alguien fuerte, valiente y dispuesta a cambiar su propia felicidad por la de las personas que ama, eres una joven con una gran inteligencia y astucia, con un corazón noble, pero si es necesario puedes ser más fría que el hielo y más firme que cualquier pirámide, eres más que simplemente "la prometida del Faraón"

Me fue imposible no terminar en llanto y él me abrazó fuertemente correspondiendo inmediatamente, lloré como nunca había llorado antes, lloré hasta que me quedé sin voz y sentí un dolor en el pecho, lloré por mi padre, por el temor hacia mi futuro y todo lo que éste conllevaba, lloré hasta vaciar la tristeza que mi alma atormentaba.
Lentamente quedé dormida en sus brazos y él me llevó a mí habitación nuevamente, me arropó y susurró palabras que no entendí para después retirarse y dejarme dormir.

Descansa mi amada Yarad, siempre te estaré protegiendo.

Me levanté temprano al día siguiente, me despedí de mi madre con una bendición, un beso en la mejilla y la promesa de volver siendo la esposa del faraón, cargaron los camellos y partí al palacio real junto a mi consejera y mi guardián. Así es como comienza mi historia realmente...

La prometida del FaraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora