Capítulo 8

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A la mañana siguiente Jooheon se despertó con el seductor aroma de *___* y tuvo la sensación de que faltaba algo en su cama.
Se tumbó de espaldas con el falo duro y empalmado, tratando de no pensar en lo increíble y apasionada que había sido la noche anterior. Se tapó la cara con un almohadón para inhalar su fragancia, un olor que posiblemente lo persiguiera el resto de sus días. Cada vez que pensaba en su aroma recordaba su sabor; su sonrisa, sus gemidos, su embriagador cuerpo desnudo, cómo gritaba cuando se corrió y cómo tensaba su cavidad hasta que él también lo hizo.
¡Mierda! ¡Estaba jodido!
Lo que había ocurrido la noche anterior era un punto de inflexión en su vida. Jamás volvería a contentarse con llevarse mujeres a la cama para acostones carentes de sentimientos que satisficieran sus necesidades carnales.

No sabía si odiar o adorar a la mujer que le hacía sentir así. Nunca había mantenido relaciones con varias mujeres a la vez. Era un follador monógamo, por decirlo de alguna manera: llamaba a la misma chica hasta que pasaba a la siguiente, pero no porque esa fuera mejor que la otra. Ni que la anterior.
Simplemente llegaba un momento en el que pensaba —en el que presentía— que debería pasar página si quería evitar todo tipo de compromiso. Y no porque las mujeres se enamoraran de él, sino porque empezaban a exigirle más caprichos y regalos.

Se apartó la almohada del rostro, pero siguió sintiendo el mismo dolor penetrante. Dejar a *___* de nuevo en su cama había sido una de las cosas que más le había costado hacer en la vida. Pero el trato que ella había aceptado se limitaba a una noche y, además, él nunca había sido capaz de dormir con una mujer. Ni era capaz de hacerlo ni jamás había tenido ganas… hasta la pasada noche. Entonces sí le hubiera gustado dormirse con *___* entre los brazos, sintiendo el roce de su cuerpo y su cálido aliento en la cara.
De vuelta en su dormitorio, había sido imposible conciliar el sueño. Había estado dando vueltas y más vueltas en una cama que olía a sexo apasionado y a *___*. Finalmente había decidido ir al gimnasio a pegarse una buena paliza, confiando en que así lograría caer fundido y librarse de tanta frustración. Pero, en lugar de caer prácticamente inconsciente como se había propuesto, había terminado sintiéndose cansado, derrotado… y completamente desvelado.

¿A qué hora habría caído rendido? Desvió la mirada al reloj y se quedó estupefacto al ver que estaban a punto de dar las doce. Era un hombre bastante madrugador y jamás se levantaba tan tarde, ni siquiera los fines de semana. Salió de la cama y se metió a la ducha.
Se aseó a toda prisa, enojado por tener que quitarse el aroma de *___*, y se dirigió a la cocina preguntándose si seguiría dormida. La cocina estaba limpia. Las sobras de la cena de la noche anterior habían desaparecido. Se sirvió una taza de café recién hecho y dio una vuelta por el piso. La puerta de la habitación de *___* estaba abierta y la cama hecha. Obviamente se había levantado, pero ¿dónde se había metido?
Pensó que igual estaba en la sala de informática jugando en la computadora y subió corriendo las escaleras.

No estaba.
«No está aquí».
Jooheon sintió que un escalofrío le trepaba despacio por la espina dorsal y sufrió un breve ataque de pánico.
Con el pulso cada vez más acelerado volvió a bajar las escaleras de dos en dos. Si lo pensaba fríamente, sabía que no se podía haber marchado. No tenía razones para hacerlo. Los dos habían acordado satisfacer su apetito sexual pasando una noche juntos.
Una noche.
«¡Y una mierda! Una noche no es suficiente. *___* es mía».
Jooheon ya se había dado cuenta la noche anterior y ahora estaba convencido: jamás se cansaría de *___*. Una noche de sexo arrollador no bastaría para superar esa obsesión. No tenía claro cuál era la solución, pero follársela con todas sus ganas no había sido suficiente. Todo lo contrario: ahora que había sido suya por una noche, quería repetir una y otra vez.

Se le empezó a revolver el café en el estómago. Lo cierto era que no soportaba mostrar esa actitud tan posesiva con una mujer. Preocuparse lo más mínimo por alguien que no fuera de su familia no traía más que problemas. ¿Acaso no había aprendido esa lección por las malas hacía muchos años?
Pues al parecer se le había olvidado, porque se preocupaba por *___* mucho más de lo que le gustaría… y estaba acojonado.
Jooheon tomó el móvil de una mesa de centro que había en el comedor y le envió un mensaje:
<<Estas bien?>>
Impaciente, empezó a dar golpecitos con el dedo sobre el protector de plástico del teléfono.
¡Mierda! Ni siquiera sabía si se había llevado el móvil, pero le daría mucha rabia si no lo hubiera hecho porque le había repetido una y otra vez que lo tuviera siempre encima por seguridad.

la obsesión de un Millonario ✔ TERMINADA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora