ғɪᴠᴇ

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— ¡Eres un mentiroso!

— ¡Soy tú padre!

— Ojalá no lo fueras.

Agarré fuerte la pistola entre mis manos, nunca había disparado antes y estaba nerviosa.

— Esto es por ella ¿verdad?

— ¿Ella? — Solté una risa irónica. — hay más mujeres de las que me gustaría involucradas en esta mierda.

— Sabes bien a quién me refiero.

— Sabes bien a quién me refiero

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— Vale, me toca. — Chan asintió aún riéndose por mi respuesta anterior. — ¿Blanco o negro?

— Negro. — Apenas lo pensó. — ¿Casa o piso?

— Piso. — Dije en tono obvio.

— A qué adivino; es porque ahora vives en una casa.

— No. — Negué con la cabeza mientras sonreía. — es porque el piso suele ser más fácil de limpiar y odio limpiar.

— Bueno... estuve cerca.

— Para nada. — Volvimos a reír, hacía mucho tiempo que no estaba tan cómoda con alguien. — ¿Dulce o salado?

— Ambas.

— Eso no vale, tienes que elegir una.

— Pero es que toda la comida está deliciosa. — Dijo haciendo un puchero, basta Chan, eres demasiado puro. — ¿Arriba o abajo? — A lo mejor no, vamos a comprobarlo.

— Creo que soy pasiva, así que abajo.

Entonces él paró de caminar y miró a la nada con un rostro de confusión, creo que pasó un segundo hasta que sus ojos se abrieron de la sorpresa.

— ¡No hablaba de eso! — Se defendió entre carcajadas.

— Lo imaginaba, pero no me arrepiento de nada. — Bromeé y él me sonrío con ternura.

— Me lo estás poniendo tan difícil.

— ¿Qué? ¿El juego? Pero si sólo es hacer preguntas cortas y sin sentido.

— No, eso no... — Mientras caminábamos miraba su perfil, en cualquier otra circunstancia ya estaría en el suelo y eso sería bastante irónico.

¿Cuántas veces me tendré que caer por ti, Chan?

Sin previo aviso agarró mi muñeca con bastante presión, pero sin llegar a hacerme daño.

— ¿Esa es tu casa? — Preguntó señalando al frente con su dedo.

Giré la cabeza lentamente.
¿Era eso tan importante como para dejar de mirarlo?

Dos coches de policía, una ambulancia en mi puerta y mucha gente. Sí, parecía importante.

— ¿Qué coño? — Murmuré para mí, me solté de su agarré y corrí hacia la multitud.
No fue como en las películas. Todo el mundo me dejó pasar, sus caras reflejaban miedo y eso sólo logró preocuparme aún más. Nada de cintas de seguridad, nada de montones de policías impidiendo que la gente pasase a la "escena del crimen".

Sólo un cuerpo, cubierto por una manta en el suelo, y sangre.

Mucha sangre.

Cientos de preguntas sin respuesta, parecía que el mundo a mi alrededor no existía, sentí como si el aire se escapara de mis pulmones y moverme no era una opción.

En ese momento no me preocupaba nada ni nadie excepto eso que había al lado del cuerpo, la maldita pistola que tantos problemas me había causando.

— ¿Hola? — La voz de ese hombre parecía lejana, tenía más cosas de las que preocuparme. — ¿Señorita? ¿Vive usted aquí? Creo que... — En cuanto se dio cuenta paró su discurso por unos segundos. — ¿Eres menor?

— Murphy, — Susurró una voz familiar a mis espaldas. — deja de mirar. — Chan me dio la vuelta de manera delicada y me abrazo por los hombros, quedando así yo apoyada en su pecho y de espaldas a todo ese horror.

— ¿Esta es vuestra casa? — Volvió a hablar.

— Es la suya. — Respondió Chan y me apretó un poco más entre sus brazos, como intentando protegerme.

— ¿Estáis sólo tu madre y tú, niña?

Me separé un poco del rubio y asentí, no estaba llorando, pero la frustración que sentía era inmensa.
Los dioses me odian, está claro.

— Aún no se sabe lo que ha pasado, pero según el testimonio de tu madre fue en defensa propia, cosa que nos cuadra. La puerta estaba forzada y el sujeto tenía un arma. — Entonces el policía, o eso creo que era, bajo la vista al suelo y señaló la pistola. — Pero no esa, aún que tú madre la haya utilizado para defenderse tenemos que llevárnosla. — Volvió a mirarme, no se lo mal que debía verme, pero si lo suficiente como para frenar un poco. — Ella está en la ambulancia puedes ir a verla, tiene algunos golpes, nada grabe según el médico.

Y sin más, se marchó. No tuvimos la necesidad de intercambiar alguna palabra para saber que justo al lado del cuerpo no era un buen sitio para quedarse, así que nos alejamos hasta la entrada de la casa de enfrente.

— No sé si quieres que me vaya, pero no quiero dejarte sola. — Dijo Chan en cuanto paramos de caminar, ahora estábamos separados y echaba de menos la seguridad que me transmitía estar entre sus brazos.

— Tranquilo, estaré bien. — Él no podía escuchar la futura conversación que tendría con mi madre.

— Aún así, es que el simple hecho de imaginarme que podías haber tenido que venir sola y te habrías encontrado esto y... yo... yo no estaría para... — Se revolvió el pelo con una mano, claramente estaba frustrado. — No me pidas que te deje, por favor.

— Creo que será mejor para ti si lo haces. — Por alguna razón ahora sí tenía ganas de llorar.

Bajó la cabeza y sin poder ver su rostro, sabía que acababa de hacerle daño.

Solo sirvo para hacer daño.

— Tu madre está bien, ¿cierto? — Preguntó tras unos segundos de silencio.

— Eso dicen.

— Y por lo que me has contado no os lleváis muy bien, párame si me equivoco. — Levantó la cabeza y dio un paso más cerca se mí.

— No sueles equivocarte.

— Entonces... ¿Por qué no vas ha hablar con ella mientras yo te espero?

— ¿Me esperas? — Cuestioné entrecerrando los ojos.

— Sí, te espero y luego pasamos la tarde juntos.

¿Suena a cita? No, claro que no.

— Parece buena idea. — Le sonreí de manera suave. — Nos vemos aquí en dos minutos.

— Es un trato.

Me di la vuelta y me dirigí a la ambulancia, tenía una muy intensa pero no tan larga conversación por delante.

─ 𝐒𝐄𝐌𝐏𝐈𝐓𝐄𝐑𝐍𝐎 ϟ B.C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora