sɪx

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— ¿Enfadada? Prueba algo más.

— ¿Qué querías que hiciera? — Estaba perdiendo la paciencia, mejor dicho, la estábamos perdiendo. — Tenía la cara cubierta.

— Era un crío. — Empecé a elevar el tono de voz y señalé a donde estaba el cuerpo. — Le tenías miedo a un maldito niño con un cuchillo de cocina.

— ¡Pues sí! ¡Me da igual su edad, podía haberme hecho daño!

— Mira mamá, todo el daño que él te ha podido hacer, no es nada comparado con todo el que te harán si se enteran de donde ha salido esa pistola.

Tenía la vista fija en el suelo de la ambulancia, pensando en como librarnos de esta, pero su risa me desconcertó. No fue una carcajada ni mucho menos, sólo una tenue risita. Levanté la cabeza y entabló contacto visual, logrando intimidarme.

— ¿A mí? — Se señaló con el pulgar. — La que debería tener miedo eres tú, eres la culpable de que todo esté así. La inepta que confió en su padre.

— No lo hacía sólo por él.

— ¿También querías amargarle la vida a Melody? — Eso me sentó como un tiro. — Pensabas que ayudabas ¿verdad? — Sí.

— No sabes nada, los accidentes...

— Estoy cansada de esa excusa. — Me cortó. — Te dije que no hablaríamos de tu padre, pero aún sigo esperando el día en el que me cuentes por qué volvió a casa y por qué lo hizo sólo.

No todos pueden con el cargo de conciencia que supone esconder un cadáver.

— Eso es una paradoja; no quieres que hable de él, pero sí quieres que te cuente lo que pasó.

— Ay Dios. — Suspiró. — No quiero que me cuentes lo que le pasó a él, quiero que me cuentes que le hizo a ella.

— Ya hace un año, deberías olvidarla. — Esas palabras salieron de mí con un tono más duro del que esperaba.

— ¡Dile eso a su hija! — Se levantó de la camilla en la que estaba sentada. — ¡A su marido! — Y sentí su mano en mi mejilla. — ¿Dónde demonios está? — Ahora ya no sabía que me hacía más daño; si sus actos o sus palabras. — Te quejas de que una de tus amigas te llama zorra, pero es exactamente lo que eres.

Para una vez que le cuento algo y juega en mi contra.

— No vuelvas a tocarme. — Amenacé levantando mi dedo, como si fuera a servir de algo.

Estaba cansada de ella, de todo en general. Mi vida era normal hace un año y ahora es una completa anarquía.

— ¿O qué? — Se burló. — ¿También te suicidaras?

Que lengua tan larga mamá.

— Vete a la mierda. — Me di la vuelta, dirigiéndome a donde estaba Chan. Escuché un reclamo el cual me permití ignorar y luché conmigo misma para mostrar mi mejor aspecto lo que quedaba de tarde.
No podía dejar que él me viera mal, tendría muchas preguntas y yo pocas respuestas.

La película no daba miedo según yo, mi rubio acompañante se veía algo asustado, pero los gritos del resto de la sala; eso no era normal

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La película no daba miedo según yo, mi rubio acompañante se veía algo asustado, pero los gritos del resto de la sala; eso no era normal.

— Creo que hay un asesino por aquí atrás y somos los únicos que no nos hemos dado cuenta. — Me acerqué a su oído para no molestar, no más de lo que ya lo hacían el resto.

— Te dije que podíamos ver una romántica. — Susurró.

— La película me gusta, lo que no me gusta es la gente. Además las románticas siempre son iguales.

— ¿A qué te refieres?

Llegados a esta parte de la conversación ya ninguno estábamos mirando la pantalla, teníamos los ojos puestos el uno en el otro y a pesar de la penumbra, parecía aliviado por no tener que seguir viendo la sangrienta escena que se estaba desarrollando.

— Siempre tienen la misma trama. — Dije, Chan levantó la ceja, como queriendo más información. — Ya sabes; los dos se conocen, se dan cuenta de su unión y aún que al principio no se llevan bien, se acaban enamorando.

— A ver, dicho así suena bastante aburrido.

— Por qué lo es.

— ¿Te parece que el amor es aburrido? — Preguntó ya más serio.

Desde la posición en la que estábamos nuestros rostros eran separados por apenas unos milímetros y mis ojos bajaron instintivamente hacia sus labios. Entonces sentí como una especie de nudo en mi garganta, el cual logró que me centrará.

Sólo contesta la pregunta.

— Supongo que sí. — Dije y él abrió los ojos sorprendido.

— No lo entiendo, es amor, todo el mundo anhela encontrarlo.

— Para ser sincera no creo que encontrar a tú unión sea lo mismo que encontrar el amor.

— Vale, ahora estoy perdido. — Admitió girando todo su cuerpo sobre la silla para estar más cómodo. — Guíame. — Asentí con la cabeza y hablé

— Creo que los seres humanos están tan desesperados por encontrar a la persona que hay al lado opuesto de su hilo que ya no piensa en los sentimientos.

— ¿Cómo que están... obligados? — Preguntó dudoso. — Obligados por ellos mismos.

— Algo así. — Entonces se escuchó otro gritó en masa detrás nuestra y me percaté de que aún estábamos en el cine. — Puede que esté no sea el mejor sitio para hablar.

Era día de tormenta, a estas horas nadie estaría en la calle, pensaban que todo saldría bien y que nadie se enteraría

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Era día de tormenta, a estas horas nadie estaría en la calle, pensaban que todo saldría bien y que nadie se enteraría.
Yo también lo pensaba, quizás por eso me sorprendió su llamada.

Las gotas de lluvia se mezclaban con la sangre en cuanto tocaban el suelo. Fue fácil de limpiar, lo más crudo fue esconder el cadáver.
Me lo dejó todo a mí y como estúpida no reproché.
El coche estaba oculto y pedazos de ella enterrados por todo el bosque. Los cabos sueltos parecían fáciles de solventar, sólo teníamos que hacer oídos sordos, pero a él le dolía demasiado.

Las noticias llegaron todas de golpe; ese día arrastró a dos personas, pero sólo el cadáver de una fue encontrado.
Poco tiempo después un tercero se suicida y la ciudad niega toda relación con el accidente de tráfico y con la desaparición.

Casualidad, esa fue la palabra que estuvo en boca de todos, inclusive en la boca de los familiares de las víctimas. 
La palabra que taladra mi subconsciente
día tras día.

─ 𝐒𝐄𝐌𝐏𝐈𝐓𝐄𝐑𝐍𝐎 ϟ B.C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora