Capítulo 5: Teutoburgo

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Þrumuhestur aterrizó dentro de un denso bosque, Thor bajo de este aunque su hija siguió montada, haciendo caminar al caballo

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Þrumuhestur aterrizó dentro de un denso bosque, Thor bajo de este aunque su hija siguió montada, haciendo caminar al caballo.

—Ah, Teutoburgo. Este bosque me trae recuerdos.

—¿Por qué?

—Aquí ocurrió uno de los enfrentamientos más feroces entre las legiones romanas y las tribus germánicas.

—Las Amazonas me hablaron sobre Roma. Dijeron que fue uno de los imperios más grandes y gloriosos de la historia, que era casi imposible vencerlos.

—Es verdad. Aquí, en el bosque de Teutoburgo, una alianza de tribus germánicas masacraron a tres legiones romanas junto a sus tropas auxiliares y algunos civiles. —dijo con orgullo el Dios del Trueno.

—¿En serio?

—Así es. Realmente necesitas aprender más sobre nuestros pueblos.

—¿Los germánicos también los adoraban?

—Sí, aunque ellos me conocían con el nombre de Donar y a mi padre con el de Wotan, Woden, Wodanaz y muchos más.

—¿Por qué Donar?

—Son variantes de la palabra Þunraz que significa trueno en la lengua protogermánica.

—Ósea que te llamas trueno.

—No me llamó trueno, me llamó Thor pero los mortales de diferentes regiones me pusieron nombre que derivan de la palabra trueno.

—¿Y Thor de donde deriva?

—También de trueno, pero ese no me lo pusieron los mortales. —Thor guardo silencio un momento—. Ahora que lo pienso, los dioses tenemos nombres que resultan variantes de palabras en las lenguas de quienes nos adoran.

—En mi opinión tienen demasiado nombres.

—No tantos. Solo Thor, Donar, Perun, Perkunas… y otros muchos que varían de ellos. —Thrud lo miro alzando las cejas y con cara de “te lo dije”—. Hey, mi padre tiene más de doscientos nombres.

Los dos dioses llegaron a un punto en el que una cabaña apareció de la nada, Thor se sorprendió pues no se había dado cuenta que había atravesado una especie de barrera mágica que hacía aquel lugar invisible y provocaba que nadie sintiese deseos de ir por allí. Aquel hechizo lo había colocado Odín hacía mucho tiempo para permitirle a un amigo suyo habitar allí, aunque este no se encontraba solo.

Mientras ambos se acercaban la puerta de la cabaña se abrió y unas personas salieron. Frente a ellos estaba un hombre rubio cuyos cabellos caían sobre sus hombros, con un poco de barba e intensos ojos claros. Thor quedó sorprendido al reconocerlo, no podía creer lo que sus ojos veían.

—¿Balder? ¿Eres tú?

—Así es, hermano.

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Thor: El Renacer de un DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora