Gemma Styles era una de las chicas más populares de mi instituto. No porque fuera guapa o tuviera mucho dinero, como tan desesperadamente nos querían enseñar los estereotipos de las películas donde las chicas populares eran mezquinas y poco amables. Ella, en cambio, era la persona más amable que nadie había conocido jamás, algo refrescante en mi entorno. Fuera quien fueras, si le dirigías la palabra, siempre te iba a esbozar una sonrisa e intentar solucionar cualquier problema que tuvieras.
Pero a parte de ser una de las chicas más populares del instituto, era mi vecina, y la hija de la única mujer con la que hablaba mi madre en ese maldito pueblo. Muchas eran las veces que mi madre me arrastraba hasta su casa cuando era niña para pasar la tarde, y yo me la pasaba sentada en el sofá y aburrida sin tener nada que hacer, ya que nunca nos llevamos bien de niñas. Cuando se mudaron ese año, mi madre volvió a ser la misma de siempre, con la nariz alta y poco amor en su mirada. No es que fuera demasiado cariñosa cuando esa familia vivía en mi calle, pero por lo menos cuando estábamos en su casa, pretendía que me quería.
Cuando algunos años más tarde las contraventanas de aquella casa se abieron de nuevo, ambas supimos que habían vuelto, algo que no fue demasiada sorpresa para mí al ver que su casa nunca fue puesta en venta. Por algún motivo siempre sabía que iban a volver.
Gemma y yo nunca nos llevamos bien, así que cuando mi madre me dijo de ir y saludar como personas decentes, como si ella supiera el significado de esa palabra, simplemente dejé soltar una pequeña carcajada sarcástica y volví la atención a mi libro.
Mis padres son escritores de grandes novelas épicas y best sellers del Reino Unido, y la broma que más he escuchado en mi vida está relacionada con mis padres y mi apellido Fitzgerald. No era algo que me molestase demasiado, hasta después de años escuchando las mismas, me hacía gracia todavía. Habían otras cosas que me molestaban más de mi familia a parte de mi apellido.
A partir de ese día la veía todos los días caminar unos pasos más adelante de mí de camino a nuestro instituto con una sonrisa enorme, como si no fueran las siete de la mañana y no hubiese amanecido todavía, con su hermano pequeño a su lado centrado cada uno en sus cosas. Ella iba un año más adelantada que yo, y se podía decir que fue un evento de lo más especial su llegada de nuevo; la chica encantadora había vuelto, hasta los profesores estaban entusiasmados.
La cosa cambió en cuestión de una semana. No recuerdo cómo pasó exactamente, pero sin verlo venir desde ningún lado, ese viernes estaba encerrada con ella en la habitación hablando de chicos y de cualquier otra cosa de las que hablaban chicas de quince y dieciséis años. Nos hicimos amigas muy rápido, ni siquiera recordaba por qué al principio no llegamos a encajar, pero ninguna de las dos parecíamos demasiado preocupadas por ello. Además, era una forma excelente de escaparme de casa continuamente. Por lo demás no cambió mucha cosa, ella seguía siendo la misma chica encantadora y popular a la que todo el mundo respetaba y hasta admiraba, pero que pasaba el tiempo conmigo en los recreos y con sus amigas, a las que también pronto cogí cariño. Pero lo de nosotras dos era más familiar, como la hermana que nunca tuve.
Por eso, te puedes imaginar mi sorpresa cuando, en mitad del verano, me contó que su hermano pequeño había tenido un flechazo conmigo.
Mi reacción fue reírme, lo natural a cuando una amiga te cuenta que su hermano pequeño de trece años tiene algo especial contigo. Pero ella no estaba bromeando, lo estaba diciendo completamente en serio. Mi semblante cambió de pronto.
—Venga ya, Gem, tiene trece años.
Ella se encogió de hombros y se metió un cacahuete a la boca.
—Bueno, y tú eres muy guapa. Y estás todo el rato metida en casa, es normal.
Fruncí los labios y bajé la mirada a mis manos sobre mis piernas cruzadas sentada en su cama. Ella hizo un aspaviento con la mano restándole importancia.
—No te preocupes tía, se le pasará en seguida, son las hormonas.
Así que eso hice, encogerme de hombros y no preocuparme. Hasta nos burlamos un poco de él, no voy a mentir. Y nos lo pasábamos bastante bien burlándonos de él; era la forma más llevadera de intentar que aquello no se convirtiera en un drama, por mucho que hubiese muy pocas probabilidades de que eso ocurriera en una familia así. Sana. Donde los sentimientos se tenían en cuenta, y se ponían en su contexto correspondiente.
Su familia era lo que más me gustaba de aquella situación. Gemma se había convertido en mi mejor amiga, su madre me trataba como si fuera su propia hija. Mi madre se había encargado de que las cosas no parecieran ser tan malas como lo eran en realidad, pero hasta Anne, la madre de Gemma, se dio cuenta de que era una gran farsa, y que las cosas en mi casa nunca habían estado peores en cuanto mi hermano se fue de casa, por eso no tardó en acogerme y darme de cenar prácticamente todos los viernes, que era el único día en el que mis padres cenaban en casa. Mi madre había insistido más de una vez en unirse a estas pequeñas reuniones, pero Anne siempre se sacaba alguna que otra excusa para asegurarse de que sólo me quedara yo con ellos. Esa mujer es un ángel caído del cielo. No había noche que no soñase con que ella fuera mi madre y no la que tenía. Aunque supongo que eso también es algo más que normal en adolescentes con familias de mierda.
No voy a decir que las cosas fueron normales esa noche. Una vez me lo contó Gemma, las cosas fueron muy obvias a partir de entonces. Puedo decir que Harry no era nada disimulado con sus sentimientos prematuros hacia mí, y realmente era adorable. Hasta su madre se estaba dando cuenta. Pero al chico le daba igual, quería que quedase claro que yo le gustaba y que se levantaría con gusto para llenarme el vaso de agua y asegurarse de que mi comida estuviese salada suficiente. Como si no estuviese avergonzado como lo hubiese estado cualquier otro chico de trece años. Pero la cosa no pasó de ahí. Yo llegué a pensar que en cualquier momento me iba a pedir ser su novia o cualquier cosa parecida después de hacerme sentir tan cómoda con su presencia cada vez que estaba en su casa. Pero no. Respetó mi espacio en todo momento y no me hizo sentir incómoda jamás, ni me pidió nada a cambio por hacerme todos esos "favores". Todavía hoy en día no puedo entender cómo su madre crió tan bien a sus hijos, y tal vez es porque yo tampoco tengo la mejor referencia de madre, pero no exagero cuando no he visto una madre mejor que ella.
A día de hoy, no hay minuto que pase en el que no deseo que mi madre me quisiera tanto como lo hizo ella.
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Yina |s.m|
Short Story🌺✨dahlia /ˈdeɪliə/ (dalia): gratitud, buenas intenciones, primer amor. {Spin-off de Same Mistakes} ©fxck0pinions, 2019 TRIGGER WARNING: contenido explícito de drogas y sexo. Lees bajo tu propia responsabilidad.