VI; parte 2

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[31 julio 2010]

Mi plan la noche siguiente era quedarme en casa y escuchar música triste después de ver que Harry no me estaba contestando a ninguno de los 80 mensajes que le había enviado para disculparme. No es que no me lo mereciese, no fue una sorpresa para mí que estuviera decidiendo ignorarme. Sólo hacía arrepentirme todavía más.

Hubiese llevado mi plan perfectamente a la realidad si no hubiese sido por mi madre, que estaba siendo especialmente insoportable aquel día. Era inminente para ella que estudiase los estudios ingleses para los que me habían estado preparando durante toda mi puta vida, y seguir su legado de catedráticos ingleses en la familia, y en un principio eso es lo que había pensado que iba a hacer. Hasta ese verano.

Había enviado mi aplicación a la misma universidad a la que acudía Gemma para estudiar derecho y criminología a escondidas. No hubiese querido que se enterase nunca de mi cambio de decisión, pero era mi madre, la persona que más disfrutaba de meterse en mi vida y asegurarse de conocer cada detalle para usarlo en mi contra, no podía pedir demasiado de ella. Y, cómo no, aquel era un día perfecto para que se enterase. Así que me puse la primera cosa decente que me encontré y salí corriendo de ahí.

La idea de emborracharme hasta desmayarme me estaba pareciendo realmente tentadora, tal vez así conseguiría olvidarme hasta de mi nombre y de todo lo que estaba ocurriendo. En esos momentos más que en todos estos meses tenía ganas de que por fin terminase el puto verano y marcharme de ese pueblo infernal, y por suerte no volver nunca más. Mi madre me estaba amenazando con no pagarme las matrículas si no hacía lo que ella quería que estudiase, cosa que ya me había visto venir. Por suerte, tenía suficiente dinero ahorrado como para vivir los primeros meses hasta que, si tenía suerte, se le pasase el enfado. Y si no, tendría que empezar a trabajar. Y hasta la idea de hacerlo me era atractiva comparada con el puto infierno en el que estaba atrapada.

Era un fin de semana que casualmente era popular y muchos de mis amigos del instituto salían esa noche, así que sabía que me encontraría a gente con la que poder beber alcohol y ahogar mis muchas penas hasta quedarme inconsciente y que alguien tuviera que llevarme a casa. Mataba a dos pájaros de un tiro; me olvidaba de mis problemas durante un par de horas, y cabreaba a mi madre todavía más llegando borracha a casa.

Me lo llegué a pasar bien con la gente con la que había quedado en el pub de siempre, pero mi corazón dio un brinco cuando vi a las amigas de Jane seguidas por el resto de chicos entrar al local. Ver los rizos de Harry en la distancia fue lo que hizo que apartase la mirada y bebiera de mi copa para intentar relajarme. Con todo lo que había pasado en el día, se me había ido completamente de la mente de que ellos también iban a estar ahí.

Por los nervios y lo fuerte que me estaban empezando a temblar las manos, dejé caer un poco del vino tinto sobre mi vestido blanco, y fue cuando me di cuenta. Dejé soltar un resoplido. Daba la casualidad de que aquello decente que me puse era el maldito vestido que llevé para ir al cine la primera vez que Harry.

Maldije en voz baja, y de pronto estuve muchísimo más incómoda que hacía un par de minutos. Hasta que decidí que estaba aliviada de que lo hubiese arruinado, y que no podría volver a ponérmelo nunca más. Fue como una señal de que estaba empezando.

No quería acercarme, ni que me vieran, ni ponerme en una situación más comprometedora de en la que ya estaba. Pero tampoco quería ser mal educada, y aunque esa hubiera sido mi intención, no podía simplemente pasar por su lado y no saludarle, por lo menos a Harry.

Tampoco tuve mucha más opción, y en mi camino al baño me lo encontré de frente. Para mí saludarle de lejos y seguir con mi noche hubiese sido suficiente, pero para mi desconcierto, me sonrió ampliamente cuando me vio. Me atrapó cuando pasé por su lado con el brazo en la cintura y esa sonrisa en los labios.

Yina |s.m|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora