S I E T E

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A pesar de ser horriblemente difícil, la paternidad era algo hermoso. Fumiko creía que Hitoshi era el hombre de su vida y que eso jamás cambiaría, pero cambio en el momento que vio a su hijo sonreír. Fue la cosa más hermosa que vio e incluso lloró de felicidad.

Su hermoso bebé ya tenía cinco meses y el pasar del tiempo no lo hacía más fácil, la paternidad era muy difícil y Hitoshi lo comprobó el día que quiso encargarse de su hijo y le colocó el pañal al revés, por desgracia su madre jamás dejaría que el lo olvidara.

— Los extraños tanto. - dijo el hombre de la familia viendo a su mujer con su hijo en brazos. Claro que el ya había vuelto al trabajo y ella estaba en casa con el fruto de su amor.

— Yo extraño trabajar. Te juro que no se como sale popo de tantos colores distintos. ¡La leche es blanca y la compota amarilla! ¿De donde sale el verde?

Hitoshi dejó escapar una carcajada haciendo que ganara una mala mirada de su mujer. La rubia salió de la habitación y mientras el se alistaba para dormir al menos tres horas pues Toshiro no daba tregua con eso de despertar. Mientras el pequeño crecía se parecía cada vez más a él.

Lo ojos, el pelo, la forma de la cara. Todo era como el, quizás al crecer tomaría la personalidad de su madre o tal vez una combinación de ambos.

— ¿En que piensas? - preguntó Fumiko irrumpiendo en la habitación.

— Toshiro se parece mucho a mi.

— Eso me encanta, puedo decir que tengo a los dos hombres más perfectos del mundo solo para mi, ¿cuantas mujeres pueden decir tal cosa?

El la besó, quizás no dormirían pero la pasarían bien.

-.-.-.-.-.-.

— Crece bastante rápido — dijo Aizawa viendo a la rubia secar el sudor de su frente, la mujer estaba haciendo ejercicios en su casa siempre que podía para recuperar el peso de antes del embarazo. Tenía planes de volver a las calles a salvar personas.

— No quiero que crezca, quiero que sea mi bebé para siempre. - comentó mordiendo uno de los dulces que su ex-maestro le había llevado ese día, eran sus favoritos.

— No creo que si te atragantas de dulces el ejercicio funcione.- reprocha el de cabello negro mientras se limpiaba la baba que su ahijado había puesto en su mejilla.

— ¡No puedo evitarlo! Son deliciosos. — se limpió la comisura del labio.

Aizawa le dio una deliciosa compota de manzana a Toshiro, esas eran sus favoritas. Durmió al pequeño y ayudó a su ex-alumna a hacer la cena, aunque jamás lo admitiría el siempre tuvo debilidad por Fumiko y Hitoshi, aunque eso no se comparaba a lo que sentía por el hijo de ambos.

Ambos eran perfectos juntos, pero separados eran una completa porqueria. Lo único que sabían cocinar era sopa, todos el tiempo comían fuera o pedían comida para llevar. Ahora eran padres y Aizawa volvía a convertirse en maestro de esos jóvenes, pero esta vez enseñándole a cocinar y a cuidar un bebé. Se sorprendía al ver el gran avance de ambos en eso de ser padres, aunque entraban en pánico cuando el bebé lloraba y aún no eran tan buenos poniendo pañales.

Cuando terminaron de preparar una cena más o menos decente Fumiko fue a otro cuarto a amamantar a su hermoso bebé mientras que Aizawa ponía la mesa; Toshiro succionaba y metía la mano dentro del brazier de su madre, era algo que hacía siempre que era amamantado, sus ojos violeta miraban a los azules de su progenitora.

Dos toques en la puerta le indicaron a ambos que Hitoshi había llegado, Toshiro conocía aquella señal y soltó el pezon de su madre y empezó a patalear, siempre que quería a su padre hacia eso. Cuando Fumiko llegó al comedor el bebé casi saltó a los brazos de su padre.

Paternidad - Hitoshi ShinsouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora