Capítulo 9

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Sarah se ahogaba en el océano Pacífico. Pasados unos segundos, ocurrió algo que sería una experiencia inolvidable: Unos delfines salieron de las profundidades, y les llevaron a la superficie, montándolos en sus lomos.

Sarah por fin salió a la superficie, y pudo respirar.

- Gracias, Finn – fue lo primero que exclamó.

- ¿Y ahora qué? – Preguntó Kelly – No podemos recorrer el océano Pacífico entero sin acabar muertos por el camino. No sé si nos ahogaríamos, o moriríamos de hambre, o incluso nos veríamos en mitad de una tormenta, pero, en todo caso, no podemos dejar que estos pobres animales recorran toda esa distancia.

- Kelly tiene razón. – observó Sarah.

A lo lejos, rugieron fuertemente lo que parecían unos motores:

- Yo os diré que podéis hacer.

Todos se volvieron. Sobre sus cabezas, sobrevolaba una isla. Pero no era una isla cualquiera. Era una mini-ciudad encima de una isla. Tenía edificios, casas, naves... Erick estaba sentado en el borde, con las piernas colgando.

- Subid.

De repente, la isla comenzó a descender, hasta quedar flotando en el mar. Algunos hombres también se asomaron por el borde de la isla, y les apuntaron con metralletas.

- ¡He dicho que subáis!

Todos los que no querían recibir una bala, nadaron hasta el borde de la heli-ciudad (llamémoslo así).

Ya estando en isla firme, Erick dijo:

- Seguidme

Siguieron a Erick a través de diversas calles, cada uno de ellos con un puntito rojo en el pecho, que provenían de las armas que les amenazaban. Llegaron a lo que parecía ser un pabellón. Entraron en él, y los hombres de Erick les metieron en unas jaulas (¿Qué manía tienen los malos con las jaulas?).

- Os preguntaréis por qué estáis aquí.

- Pues no, la verdad es que no. – dijo Finn.

- ¡Cállate! Estáis aquí para contemplar como hago venganza con aquellos que mataron a mis padres.

Corrió una cortina, y dejó ver a dos personas adultas atadas y amordazadas en el suelo. Se oyó:

- ¡Papá, mamá!

Era Yanick, al cual se le salían las lágrimas.

- Hace 3 años, mi madre, Arlet, y mi padre, Índivar, amenazaron a los Escondidos.

Nadie dijo nada al respecto de ese nombre.

- Hubo una guerra. En una muy igualada batalla, Yanickuro Urano les atravesó a los dos el pecho con esa catana. – Erick señaló la espada que colgaba del cinturón de Yanick– Desde ese mismo día, juré venganza. Y eso impartiré hoy. ¡Liberadlo!

Los hombres liberaron a Yanick, y Erick dijo:

- Saca tu espada.

- No te conviene retarme.

- Saca... tu... espada. – dijo Erick entrecortadamente.

Yanick sacó su catana.

- Mátalos.

- ¿QUÉ?

- Te he dicho que los mates.

- ¡Te has vuelto loco, Erick! ¡Te has convertido en un monstruo! ¡¡No voy a matar a mis propios padres!! ¡Prefiero morir!

- Tus deseos son órdenes para mí.

Con un movimiento de muñeca, Erick le atacó con la espada. Yanick paró el golpe, pero, sin apenas inmutarse, Erick pegó unapatada en el estómago al chico, y ya estando él en el suelo, con un brusco movimiento, le clavó la espada en un ojo.

El Reflejo Tras el Espejo 2: Guerra BioprotectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora