10|《Albus Potter》

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"You and I haven't got much to lose
Do you wanna rock in your room like we always do?"

Con tan solo una sonrisa, él podía dominar el mundo, con tan solo una sonrisa, él iluminaba las vidas de los demás, con tan solo una sonrisa, él hacía volar mariposas. Él era la magia más poderosa en la vida del joven Potter. Porque simplemente, el amor es hermosos, como los primeros días de primavera, cuando el brillante Sol resplandece entre las hojas de aquel árbol lleno de flores, y tendido en el suelo, sueñas con tocar el cielo, con sentir esa sensación de ahogarse entre la felicidad que envuelve tu vida. El amor es una pequeña alegría entre este mundo lleno de infelicidad, esa que aparece cuando menos te lo esperas, y hace que vuelvas a sonreír de esa manera que nunca pensaste que lo volverías a hacer. Y en los ojos del amor, brilla una esperanza que desea flotar entre las nubes y visitar países lejanos. El amor, es ese sentimiento de que lo tienes todo, pero que a la vez no tienes nada. Y para Albus Potter, él era su amor.

 Y allí estaban los dos, corriendo por la montaña, mirándose el uno al otro, y sintiendo como el verano había llegado. Porque la calurosa brisa que acariciaba la nuca de los dos jóvenes, era demasiado intensa para pasar desapercibida. Los ojos de rubio, embargaban un brillo de emociones característico en él, y el azabache, no podía evitar sonreír al pensar que él había provocado ese brillo tan peculiar. Y siguieron corriendo, sabiendo que era imposible parar, porque una vez que amas de verdad, harías lo que sea por el otro.

—¡Soy más rápido que tú! —exclamó Scorpius mientras adelantaba a su novio, que lo miró con molestia.

—¡Mentira! ¡Yo soy más rápido! —Albus empezó a correr más deprisa—. Si no es así, demuéstralo.

El rubio asintió con la cabeza, aceptando el reto que sin querer había propuesto su acompañante. Pasó junto a unas flores violetas que parecían observarlo con atención, y lo llamó. Lo llamó por su nombre, "Albus", como en una dulce melodía. Y el azabache se giró, incapaz de resistirse a observar al chico que tanto amaba. Scorpius, aprovechando la ocasión, saltó por encima de él, tirándolos a los dos al suelo. Albus cerró los ojos, sintiendo el pelo rubio de él en su cara, y gruñó, molesto:

—¡Eso es trampa! ¡Me has empujado!

Scorpius soltó una carcajada y abrazó a su novio delicadamente.

—Cállate, tonto, y disfruta.

Albus sintió como el rubio le daba un beso de verano, de esos que quieres repetir y repetir hasta que se te cansen los labios. Porque él lo amaba. Lo amaba más de lo que nunca había amado a nadie, incluso lo amaba más que a sí mismo.

—Esto no es correcto —dijo Scorpius contra los labios del azabache.

—¿Y cómo lo sabes? Nadie nos ha eseñado a amar correctamente —susurró Albus—. Te quiero, Scor.

El chico sonrió automáticamente.

—Y to te quiero a ti, Al.

(...)

 Pero toda esa felicidad, puede desaparecer en un momento. Cuando los pájaros se cansan de cantar, las hojas caen, las mariposas ya no vuelan y llega el invierno, tan frío y tenebroso como la oscuridad. Y luego sientes que ya no puedes hacer nada más, porque si pierdes a la persona que más quieres, lo pierdes todo. Y Albus lo sabía, él lo sabía más que nadie.

Y cuando Rose entró ese día por la puerta de su habitación, respirando aceleradamente y con rastros de sudor en la frente, él supo que nada bueno estaba pasando, y fue la primera vez que maldijo tener razón.

—¡Albus! —exclamó la pelirroja cerrando la puerta de golpe y mirándolo a los ojos—. Oh, Albus, es horrible. Me acabo de enterar, no me lo puedo creer.

Generation Why | HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora