El Rancho Park - Parte 3

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ROSÉ PDV

Lalisa Manoban... Sospechaba que de alguna forma yo le gustaba, pero en definitiva hoy lo comprobé, sus gestos, su lenguaje corporal, la forma en que tímidamente me observa, su delicadeza al tratarme y como se expresa al estar alrededor mío lo confirmó todo; sin embargo, ¿A quién quiero engañar? Lalisa es una diosa entera, ese cuerpo repleto de musculatura, ese hermoso contorno de su rostro, sus expresivos ojos ocultos en su tímida mirada, su nariz definida y perfectamente angular, aquella carnosa boca que últimamente no ceso de pensar.

Dios, que mal me traía.

Pretendía continuar resaltando sus virtudes mentalmente, hasta que el ruido intermitente de la ducha ubicada en el segundo piso de la casa, llamó poderosamente mi atención.

Claro, no podían ser mis padres, los dos habían partido dos días atrás a unas ferias ganaderas en un pueblo aledaño al nuestro así que, sólo podía ser... Oh mi Dios, Manoban.

¿Se estaría bañando o simplemente aguardaba hasta que el agua saliera tibia de la ducha?

Con ese pensamiento partí camino a la segunda planta de la casa, sigilosamente subí uno a uno los escalones, y luego me dirigí derecho al final el pasillo, donde sabía estaba el baño.

Para mi sorpresa o mejor, para mi gozo, la puerta estaba entreabierta y lo que vi, me dejó atónita, estupefacta, sorprendida y todos los sinónimos que puedan existir, que al final signifiquen la misma cosa.

Lalisa Manoban estaba en la ducha, totalmente desnuda, esparciendo por todo su cuerpo jabón, parecía que hace muy poco había terminado de aplicarse el shampoo, porque su cabello empezaba a deslizarse por su nuca suavemente; sus manos se encargaban a la par, de enjabonar sus pechos y abdomen en forma circular y mientras lo hacía el rumor que había escuchado respecto a ella, no hacía más que balancearse de un lado para el otro duro como una maldita roca.

Sí, estaba presenciando como su miembro muy erecto esperaba a que ella le prestara un poco de la atención que recibía el resto de su cuerpo.

Parecía que Manoban ignoraba completamente el estado de su pene, porque se dedicó de lleno a enjabonar su espalda, aquellas redondas y regordetas nalgas que, ¡Oh Dios Santo!, quien fuera manos en ese momento.

Pasó por sus muslos, espinillas y pies, hasta que toda ella no era más que un montón de espuma en su escultural cuerpo. Que voyerista estaba siendo, por Dios, la había espiado y disfrutaba el resultado de lo que ella era ahora, o bueno eso creía hasta que la vi deslizar su mano izquierda por su pene de manera lenta y torturosa, cubriendo y descubriendo con la carne de su prepucio su glande, mientras su mano derecha, se encargaba de apretar sus pechos de manera alternada y a la par que hacía todo aquello gruñía casi silenciosamente.

Su cabeza estaba inclinada hacia atrás, su rostro era puro placer, su boca estaba entreabierta, su respiración era forzada, sus ojos estaban cerrados, el gesto de sus cejas era fruncido, como si estuviese pensando que estaba penetrando a alguien realmente, mientras su tórax y abdomen no hacían más que contraerse al paso que su mano izquierda aumentaba la presión y la rapidez del desplazamiento en su miembro.

Gruñidos y gemidos, respiraciones pesadas y quejidos, espasmos y contracciones, eso era Manoban en este preciso instante.

Estaba tan concentrada en sus acciones, que no me di cuenta hasta ahora, como mi mano derecha se había colado por mi ropa y se había posicionado en mi entrepierna, haciendo presión sobre mi hinchado clítoris y deslizándose sobre mi hendidura para nuevamente atender mi clítoris.

La observaba mientras se complacía y eso me satisfacía.

Lo que definitivamente nunca esperé, fue que cuando el semen saliera expulsado de su pene a la pared de la ducha, mientras su mano seguía propagando el placer que sentía, gimiera mi nombre como si fuese dentro de mí donde ella se hubiese venido. Eso me puso completamente y bastó solo presionar un poco más en mi clítoris para que mis líquidos vaginales fluyeran desenfrenados derramándose en mi ropa interior y haciéndome girar los ojos mientras respiraba pesadamente, viendo como ella se calmaba a la par mía, mientras soltaba su miembro ahora moribundo lentamente de su mano.


ONE SHOTS CHAELISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora