El Rancho Park - Parte 4

2.8K 160 13
                                    

LALISA POV

Llegamos al pueblo en mi motocicleta, aunque le insistí a Rosé para que nos dirigiéramos en el auto de su padre, ella insistió asegurándome que ir en mi motocicleta era más divertido para ella. No estoy negando que la pasé muy bien mientras de camino al pueblo, tenía a Rosé abrazándome por la espalda totalmente pegada a mí, aquello fue en definitiva algo increíble, aunque bueno si a eso le sumamos el hecho de que sus manos rodeando mi cintura, tenían empalmada a mi emocionada zona pélvica. Fue memorable en definitiva.

Aparcamos la motocicleta cerca a la plaza central del pueblo, Rosé se bajó primero y me entregó el casco mientras se dedicaba a mirar alrededor con anhelo.

— Hace rato no venía al pueblo —dijo mientras se volvía a mí— anda, vamos por ahí a merodear Manoban, sé que adoras tu motocicleta pero ya no la necesitamos —aseguró mientras me miraba con impaciencia y sonreía.

— Claro —dije no muy segura, tenerla abrazándome me excitó totalmente y mis jeans aunque holgados, marcaban un poco mi zona pélvica. Me aseguré de dejar ambos cascos en el manubrio de la motocicleta antes de bajarme.

Rosé me miraba atentamente mientras me bajaba, por lo que inmediatamente puse ambos pies en el suelo, hundí mis manos en mis bolsillos delanteros para holgar un poco mi entrepierna y de alguna manera, hacer pasar desapercibida mi palpitante erección.

— ¿Qué quieres hacer? —pregunté una vez estuve a su lado.

— Hmm, vamos a la plaza, estoy segura que allí se nos ocurrirá algo —aseguró mientras me tomó del brazo y se enganchaba a mí.

La plaza, tal como lo creía estaba al tope de personas, copada de música y abarrotada de alcohol por todas partes. Rosé observaba a su alrededor con sumo cuidado y algo de sorpresa.

— ¿Nunca habías estado en fiestas del pueblo antes? —pregunté cerca suyo, ya que la fuerte música no permitía hablar en tono normal.

— Había escuchado como eran, pero definitivamente no, cada vez que venía acá, lo hacía en tiempo normal, dónde no había nada de esto —dijo mientras me soltaba y agitaba los brazos alrededor para afirmar su punto, se giró hacia mí nuevamente y sonrió— por eso tienes que asegurarte de ser buena anfitriona y hacer que disfrute todo esto —dijo sonando casualmente coqueta.

— Vale —dije nerviosamente— vamos por una bebida —dije mientras tiraba de su brazo para movernos de dónde estábamos.

— Quiero cerveza —aseguró frente al tendero regordete que se encontraba en las carpas provisionales ubicadas estratégicamente en la plaza, se giró hacía mí mientras se sobaba la panza y dijo— hace mucho no tengo una de esas —sonreí ante su tierno intento por parecer un cervecero profesional.

Terminamos con dos latas en la mano. Odiaba la cerveza, sin embrago, a Rosé parecía agradarle, porque la bebía con esmero mientras nos dirigíamos hacia el centro de la plaza donde todos estaban apelmazados bailando.

— ¿Bailas Manoban? —preguntó casualmente.

— Yo, eh, yo, en realidad yo pensaba invitarte a bailar pero, en un rato —dije torpemente, ella soltó una carcajada ante mi imposibilidad para formar la frase de manera rápida.

— Me refería a que si lo hacías, no te estaba invitando a bailar —dijo— o bueno, no ahora mismo —reparó con cautela— sólo si tú quieres y sabes bailar, no quiero que te sientas obligada porque yo quiero.

— Rosé —dije— está bien —reí— y sí, sí sé bailar, podemos intentarlo en un rato.

— Deberíamos intentarlo ya —aseguró terminando de un sorbo su cerveza— ¿Para qué esperar lo que igual debe pasar? —dijo con una sonrisa ladina.

— Hmm, bueno —dije tratando de engullir mi cerveza con rapidez. Rosé me miraba divertida mientras tiraba de mí para ir al centro de la plaza, donde sonaba no sé qué canción pegajosa.

— Vamos a ver qué sabes Manoban —sonrió con coquetería.

La tomé suavemente de la cintura mientras ella dirigía sus brazos para entrelazarlos en mi cuello, sonreí, y recé con todas mis fuerzas para que no se acercara tanto como para que pudiera sentir lo ya evidente en mis pantalones. Rosé me ponía demasiado nerviosa, tanto, que descontrola a mí libido.

La canción se hacía movida a medida que iba avanzando y el roce se hizo constante a su paso, por más que trataba de mantener mi trasero fuera de área para evitar rozar su zona central con la mía Rosé parecía totalmente entregada al baile, se movía desinhibidamente y en un giro que me desubicó, pegó su dorso, cadera y trasero a mí mientras se balanceaba sensualmente, con todas las fuerzas sutiles que tenía la hice girar nuevamente y no me pasó desapercibida su mirada y gesto nervioso en su corporalidad, seguramente sintió lo dura que estaba contra su trasero.

— Vamos a, a, la, ya sabes —dije nerviosamente— la fogata ya debe estar por iniciar, desde allí podremos ver los juegos pirotécnicos que no demoran en iniciar —aseguré no muy convencida de eso, no estaba muy segura de cómo salir de esa incómoda situación, y definitivamente me di cuenta que no era buena idea estar con Rosé en un lugar alejado de todos dónde sólo estuviéramos las dos, pero bueno, ya no había marcha atrás— además —dije tratando de enfocar mi repentino deseo de huir de allí de una manera convincente— estar rodeada de tantas personas hace que sude demasiado, mira —erguí mis brazos en el aire con el fin de mostrarle mis axilas y afirmar mi punto, aunque sabía de antemano que no estaba sudando a ese punto. Me arrepentí de mi acto inmediatamente, porque la mirada de Rosé ni siquiera atinó a mis sobacos, sino que no perdió tiempo y descendió a mí entrepierna para retornar rápidamente a mi rostro de manera sorprendida. Bajé las manos de manera rápida para incrustarlas en mis bolsillos y tratar de parecer natural ante el bochornoso hecho en el que me había metido.

— ¿Fogata? —Preguntó como si acabara de salir de un trance— acá, oh ya sé, ¿A las afueras cierto? —preguntó volviendo en sí.

— Sí, ¿Te parece? —pregunté con anhelo rogando internamente en para que aceptara y pudiera huir de esta situación por un momento.

— Oh sí, me encantaría —afirmó y sonrió dulcemente, suspiré de alivio y me gire para dar paso hasta llegar a la motocicleta, le entregué su casco y sonreí mientras ella se escapaba de mi campo de visión para posicionarse atrás de mí en la motocicleta.

ONE SHOTS CHAELISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora