19. La palabra con "J"

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Se pasaron un par de días incómodos en la escuela donde Temo y yo no pudimos convivir mucho ya que Diego estaba oficialmente inscrito en nuestro grado. Me parecía extraño que sus padres lo hubieran dejado cambiarse de estado si se suponía que solo eran amigos, pero por otro lado me daba esperanzas porque entonces quizás significaba que él tampoco estaba tan seguro de que al acabar el plazo de Temo fueran a regresarse juntos.

Yo nunca había tenido muchos amigos, y como Diego era nuevo, no nos quedaba de otra más que convivir los tres, aunque con el toluqueño ahí, era como si le hubiéramos puesto pausa al plan de la azotea; no nos tomábamos de la mano o de la cintura como antes, sino que nos limitábamos a abrazarnos de los hombros de vez en cuando y saludarnos con un beso en la mejilla.

Finalmente llegó el viernes y yo estaba emocionado porque iba a tener tiempo a solas con Temo ya que lo había invitado a continuar con nuestra canción antes de ir al concurso de talentos de la escuela que había organizado para recaudar fondos.

Acordamos estar en el cuarto de la azotea una hora después de comer ya que teníamos que partir al colegio a las siete, así que yo subí a eso de las cinco con mi teclado para alistar todo después de quitarme el uniforme y ponerme una playera azul y unos jeans rotos.

Unos minutos después, cuando se abrió la puerta, temí que fuera a encontrarme a Diego en su lugar, pero seguido del rechinido del metal, Temo asomó su cabeza y me sonrió.

-Hola.-me dijo mientras entraba y cerraba la puerta detrás de sí.

-¿Qué onda?-contesté, acercándome a él, devolviéndole la sonrisa.

Lo miré por unos segundos, él también se había cambiado y ahora llevaba una camisa azul con puntitos blancos que le ajustaba a la perfección, junto con un par de pantalones blancos que solía usar muy pocas veces.

-Esta camisa se te ve muy bien.-comenté antes de pensármelo demasiado, estirando mi mano para tocar la tela de su ropa.-¿Es nueva?

-Sí...-murmuró Temo, atento a cómo mis dedos acariciaban el botón sobre su pecho con curiosidad.-Me la trajo Diego de Toluca.

Eso bastó para romper el ensimismamiento que tenía con la tela. Bajé mi mano casi al instante y di medio paso hacia atrás.

-Ah... pues está muy padre.-respondí, regresando a donde estaba el teclado para sentarme en el tapete.

-Gracias.-dijo él, clavándome una mirada extrañada y siguiéndome hasta el centro del cuarto.

Él ocupó el lugar a mi lado y tomó las partituras que había dejado con curiosidad.

-¿Ya la empezaste?-me preguntó, hojeando las notas con curiosidad y una expresión impresionada.

-Sí, bueno solo la melodía.-contesté con nerviosismo.-Perdón, es que estuve muy inspirado antier y...

-No te disculpes, menso.-dijo Temo, empujándome con su hombro y riendo.-Yo no tengo idea de cómo escribir una canción, así que si tú le adelantas pues perfecto.

-¿Quieres escuchar lo que llevo?-sugerí, enderezándome para poner el teclado en mis piernas.

-Claro, dale.

Yo respiré hondo y puse mis dedos sobre las tecas indicadas. De pronto me sentí muy consciente de la mirada de mi amigo en mí y del hecho de que desde que había llegado, el cuarto olía espectacularmente a su loción, y me di cuenta de que mi corazón se aceleraba. Eso nunca me había pasado cuando tocaba, ni con él ni con nadie, y la sensación se apoderó de mí sin que pudiera evitarlo.

-¿Qué pasa?-me preguntó con el ceño fruncido.

-Nada.-contesté, inhalando lentamente y sacudiendo la cabeza para intentar hacer que la sensación se alejara.-Perdón.

El Plan de la Azotea | AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora