Capítulo IV

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Consejo de la autora: Empezar a leer el capítulo escuchando la canción Hymn of the Cherubin de Tchaikovsky. Pueden hallar el link con la lista de YouTube en el inicio del capítulo anterior ✨

Rashi.

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Desde ese punto hubo un rotundo antes y después. Las misiones que Bruno le encargaba a Abbacchio siempre eran cumplidas rápida y exitosamente. Ambos solían entrenar sus habilidades en secreto, sin que Fugo llegase a sospechar, puesto que Bruno aún no estaba listo para llevar al menor a su entrevista con Polpo.

Hasta que, un día, Abbacchio no regresó a cenar al ristoran.

-No es normal que se tarde tanto, no le gusta perderse la pizza -comentó Fugo, mientras reacomodaba su platería- ¿Crees que le haya pasado algo?

-No, el trabajo de hoy era algo sencillo para él, no lo subestimes.

El mesero apareció y les sirvió su comida a ambos, mas añadió.

-Señor Bucciarati, tiene una llamada.

-Iré enseguida.

Bruno se levantó y caminó hasta el mostrador, cogiendo el teléfono.

-Habla Bucciarati.

-Eh, Bruno... -era la voz de Abbacchio- Lo siento, pero... ¿podrías venir por mí?

-¿Qué ha pasado?

-Yo... -se escuchaba indeciso- tuve una recaída.

-¿Dónde estás? -Bruno suspiró, eso no se lo esperaba-

-En Arenella, vía Simone Martini.

El pelinegro colgó el teléfono y volvió a suspirar, ésta vez, pesadamente ¿Qué mierda tenía Abbacchio en la cabeza? ¿Acaso pretendía tirar el esfuerzo de ambos a la basura? Tal parece que si.

Caminó hasta la mesa y le dijo a Fugo que cenara solo, al mesero le pidió que su plato fuera retirado de la mesa, luego salió del lugar para pedir un taxi. Arenella estaba a poco más de tres kilómetros, unos quince minutos en auto, si es que no había demasiado tráfico.

Tardó casi veinte minutos, y comenzó a buscar las tabernas y bares de la avenida, encontrando tres, sin embargo, en ninguna de ellas se encontraba quien buscaba

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Tardó casi veinte minutos, y comenzó a buscar las tabernas y bares de la avenida, encontrando tres, sin embargo, en ninguna de ellas se encontraba quien buscaba. Bruno estaba extrañado, hasta que el pensamiento de una posible emboscada lo abordó. Era imposible, la misión que le dio a Abbacchio no involucraba a otros usuarios stand. A menos que los hubiera sin su conocimiento. Aquello le hizo levantar la guardia, luego escuchó un golpe contra metal, parecía más que nada una caída.

Volteó en todas direcciones, buscando de dónde provino aquel sonido, encontrándose con un pequeño y oscuro callejón. Vislumbró entre la oscuridad un par de botes de basura tirados en el suelo; aquellos provocaron el sonido que había escuchado segundos atrás. Alzó la vista hacia el frente, notando la silueta de Abbacchio tambaleándose a lo lejos.

El verlo en ese estado le recordó cuando lo había encontrado, en una situación similar. Aquello le hirió, le dolió. Se sintió engañado, puesto que el mismo Abbacchio le había prometido nunca más beber de la manera en que solía hacerlo antes de conocerlo. Pasó de los contenedores y se acercó lentamente hasta él, por su espalda, no obstante, un paso en falso lo delató, haciendo que, por instinto, Moody Blues apareciera y le golpeara de lleno en el rostro.

-A... Abbacchio... -habló Bruno, más que nada impresionado; el mencionado estaba llorando a mares-

-B-Bucciarati... -sorbió sus mucosidades nasales, intentando recobrar la compostura, para después acercarse a él lentamente- Lo... lo siento, n-no era... -sujetó la chaqueta blanca del pelinegro con ambas manos y cayó de rodillas ante él- De verdad... lo siento...

-El golpe es lo de menos -bajó hasta la altura del otro- ¿qué te ha pasado? ¿Por qué has hecho todo esto?

-Él... él estaba en la pandilla... -volvió a llorar, escondiéndose en el pecho del pelinegro- No estaba muerto, el infeliz sobrevivió... ¡Y continuó viviendo con todo el descaro del mundo!

-¿A quién te refieres?

-Al infeliz que asesinó a mi compañero... por mi culpa.

Todo calzó ahora en la mente de Bruno. Comprendió todo lo que su amigo estaba sufriendo, y empatizó con él, abrazándolo y ofreciéndole su hombro para que desahogara sus penas. Solo Bruno podría desarrollar aquel papel, sólo él sabía que Leone aún tenía sentimientos.

-Ellos... ¿aún viven?

-Lo lamento -hizo una pausa-. Sé que sólo debía poner a ese grupo en su lugar por pasar a tu territorio... pero luego de verlo a él, con esa asquerosa expresión al reconocerme... Todos están muertos.

-Bueno... -Bruno suspiró, ya no había nada más que pudieran hacer- ya no debo preocuparme porque pasen a mi territorio a vender sus malditas drogas.

Abbacchio alzó su rostro y vio al pelinegro a los ojos, estaba atónito; tanto que sus lágrimas dejaron de caer ¿Cómo era posible? ¿Por qué no estaba recibiendo una reprimenda? ¿Por qué Bruno siempre le comprendía de tal manera? No notó cuando sus brazos se levantaron y le rodearon por el cuello, abrazándolo con fuerza. Cerró sus ojos e intentó comprender lo que pasaba por los pensamientos de aquel bondadoso hombre. Su ángel, su salvador.

-Vamos, Abbacchio, regresemos a casa. Nuestro hogar.

Ayudó al de cabellos largos a ponerse de pie, sujetándole por la cintura y apoyando un brazo contrario sobre sus hombros. Sentía algo extraño, como que algo se removió en su interior, mas no era una sensación desagradable. Aprovechó los últimos metros que quedaron de la oscuridad del callejón, y se permitió bajar la guardia en su totalidad, apoyando su cabeza contra el brazo de Abbacchio que le rodeaba su propio cuello. Cerró los ojos levemente, y aplicó un poco más de presión sobre la cadera del más alto. Le gustaba lo que estaba sintiendo.

Canon In D MajorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora