Epílogo

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Ven al coliseo de Roma. No importa cuándo, te estaré esperando en el coliseo.

Bruno estaba decidido, usaría con sabiduría todo lo que había descubierto, inclusive sus propias debilidades; prueba de aquello, fueron las decisiones tomadas en batalla. Bucciarati reconocía la notable ventaja de estar muerto y carecer de la mayoría de sus sentidos.

Fue increíblemente difícil derrotar al tal Secco, como el aceptar que su hora de partir era inminente. Su cuerpo estaba muerto, como el alma que se había alojado en su interior. No existía algún camino de regreso, y no es que le importara demasiado, sinceramente, sólo deseaba irse al mismo lugar al que se habían marchado sus seres queridos; añoraba reencontrarse con ellos.

Su última misión finalmente había concluído, ya no había nada más que él pudiera hacer.

—Giorno... -dijo, mientras su alma comenzaba a alejarse del cuerpo de Diavolo, quien fue el portador de su alma por un par de horas- el resto... te lo dejo a ti...

—Bucciarati... -contestó Giorno- Tu cuerpo... está en el coliseo...

—Giorno... Ya he sido resucitado, en varias ocasiones... Cuando te conocí en Nápoles... y cuando traicioné a la banda... Lentamente he estado muriendo desde entonces, mi corazón... finalmente descansará... Esto es lo que se entiende por felicidad ¡Eso está bien! No te preocupes... envía mis recuerdos a todos...

Las nubes se abrieron ante él, de una forma tan peculiar, que podría jurar que parecían un sendero, el cual debía seguir.

—No te preocupes, Giorno... -comenzó a avanzar- Voy... a donde debería estar... él me está esperando... a mí mismo...

Su alma ascendió y se disipó junto con las nubes. Bruno Bucciarati había muerto.

 Bruno Bucciarati había muerto

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—Vaya... no esperaba verte tan pronto por aquí -la voz de Narancia captó su atención y lo hizo volver en sí-. Es una pena, en realidad, pero ¡supongo que es algo bueno para mí!

—¿Narancia? -preguntó incrédulo, hasta que finalmente encontró su silueta; caminó hasta él-

—¡Bucciarati! -lo llamaba alzando una de sus manos- ¡Por aquí!

Al llegar a su lado no pudo evitar sentir tristeza, aquel niño, quien tenía toda una vida por disfrutar, había muerto; viviendo ahora en la eternidad. Le dio una leve caricia sobre su cabello, provocando que se quejara.

—No hagas eso... -hizo una mueca- me haces recordar que...

—Oh, vamos, no llores otra vez... -la voz de un hombre sonó a espaldas del pelinegro menor- ya lo encontramos.

Aquella voz hizo que algo se removiera en el interior de Bruno. Conocía esa voz a la perfección, pese a llevar años sin oírla. Se hizo a un lado para ver con mayor claridad, encontrando a la silueta, mientras tomaba forma física gracias a las nubes. Los ojos se le llenaron de lágrimas ¿Aquello era real? ¿De verdad era quien creía que era?

Canon In D MajorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora