FELIZ CUMPLEAÑOS, ABBACCHIOOOOO 🤩🥳
Este es mi regalo para el fandom✨
Disfruten éste cap, porque no he terminado el siguiente, y debo escribir como desquiciado 🤣Rashi✨
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Llegaron hasta la isla de Cerdeña, completamente exhaustos. Fue difícil para Bruno pasar a una pequeña posada, pero era necesario, así que terminó cediendo gracias a su cordura. Los chicos necesitaban comer, descansar y, si se podía, asearse.
—Estáte tranquilo, Bucciarati -habló Mista, quien alimentaba a su stand-. Relajémonos, aunque sea, una hora.
—Mista tiene razón -agregó Giorno, quien comía pizza florentina a su lado-, además, en este tiempo podremos pensar en algún plan.
—Si tú lo dices… -salió de la zona del comedor. Fue hasta la salida, encontrando a Narancia en un pasillo justo antes de la puerta-
—¡Oh, Bucciarati! -el menor le habló- Abbacchio está en una de las habitaciones, dijo que fueras.
—Está bien, gracias, Narancia -pasó de él-. Ve a comer, los chicos te esperan.
Caminó por el pasillo, buscando la habitación que habían alquilado. Cuarto número nueve, al final del corredor, junto a las escaleras que daban al segundo piso. Abrió la puerta, estaba vacío, pero podía escuchar el agua de la regadera, Abbacchio se estaba dando un baño. Escrutó el lugar con la mirada, buscando alguna señal del enemigo, sin éxito. Estaba paranoico.
Al caminar, una de sus piernas chocó con el respaldo de la amplia cama, que estaba en medio de la habitación. Por un momento añoró el sueño, recordando la noche que había pasado con Leone, las sensaciones, el calor, la vida… Se subió al colchón y dejó que su cuerpo cayera, enterrando su rostro entre las almohadas. Sabía que estaba exhausto, sin embargo, a penas lograba sentir el tacto.
—Estás aquí… -Abbacchio se sentó a su lado, sobre la cama- Deberías descansar, al menos unos minutos.
—Lo sé, pero… -escondió su rostro entre las almohadas- Si estoy sin hacer algo la realidad me agobia. Quiero acabar pronto con esto, Leone.
—…
Abbacchio no sabía qué decir, cómo ayudarlo, ni siquiera podía hilar una frase de ánimo. Si Bucciarati estaba agobiado, el peligris estaba desesperado. Lloró como no lo hacía desde hace mucho, escondiendo el rastro entre las gotas de agua durante su baño, pues debía verse en buen estado cuando su ángel apareciera.
—Hay algo que me ha estado perturbando desde que llegamos a la isla, Abbacchio -hizo una pausa-. Siento que después de hoy no nos volveremos a ver. Nunca más.
—Eso es imposible -el mayor acarició el cabello del azabache-. Sé que si tú mueres, tu alma me esperará, porque no tardaré mucho en seguirte. Y si yo muero… Si yo muero, mi alma te seguirá hasta que decidas unirte a mí.
—Abbacchio…
Bruno volteó a verlo, tenía ganas de llorar, pero ésta vez si logró demostrarlo. Las lágrimas cayeron, frías y descontroladas. Tenía miedo, terror, por no volver al hombre junto a él nunca más. Lo amaba, de verdad lo hacía, y podía percibir que el amor que el peligris le tenía era muchísimo mayor. Algo en su pecho dolió, por primera vez desde que se sabía muerto, sintió calor, fuego comenzó a recorrer su cuerpo. Se incorporó sobre la cama y se lanzó a besarlo, la urgencia era palpable en su conciencia, necesitaba demostrarlo.
Leone no perdió el tiempo, correspondiendo a la acción de la misma manera. Se abrazaron al primer contacto, moviendo sus bocas en buena sincronía, pero, rápidamente, la ropa les comenzó a molestar. El peligris bajó la cremallera de la chaqueta blanca, descubriendo el corpiño y el encaje sobre el dorso de Bruno; besó su cuello y su pecho mientras descendía, dando caricias en cada extensión de piel que tocaba.
Si llegaba a pasar algún hecho que los separara para siempre, ambos se asegurarían de amarse como correspondía, una última vez.
El pelinegro estaba agitado, era extraño que lograse sentir la excitación que recorría su ser, su anatomía respondía como debía ser. Sin embargo, el líbido se sentía por las nubes. Abbacchio le acarició los glúteos por sobre el pantalón, entonces su erección se irguió.
Leone sentía deseos de hablar, pero comprendía que estaban de más en tal situación, lo amaría físicamente y con el dulce silencio interrumpido por los jadeos de ambos.
Bruno descubrió el pecho del mayor, y lo empujó de espaldas al colchón, luego se lanzó a morderle el cuello, dejando marcas donde hacía más presión; lamió su clavícula y luego bajó a sus pezones. Estaba desesperado por él. Haló los pantalones oscuros y liberó el miembro erecto de su amado, lo masturbó un poco, después comenzó a lamerlo al mismo tiempo que su mano subía y bajaba.
Abbacchio iba a explotar. Estaba tan jodidamente caliente, que podría jurar que estaba por correrse; sus piernas temblaron y su espalda se contrajo, eyaculando dentro de la boca del pelinegro.
—Lo siento…
—No me estoy quejando -se relamió los labios, haciendo que al peligris le brillaran los ojos-. Esto no es nada.
Bruno estaba hecho una fiera. Volteó con fuerza el cuerpo del más grande, lo sujetó de las caderas y las alzó; enterró su rostro entre los firmes glúteos que tenía frente a él, y comenzó a lamer. Lograba distinguir el indiscutible sabor de Abbacchio, pero era débil, tal vez por eso lo necesitaba con tanta desesperación. Introdujo su lengua en la entrada del contrario, provocando un fuerte y ronco gemido por parte de su dueño. Con aquello no aguantó más. Bajó sus propios pantalones y se masturbó mientras lubricaba a su Leone.
Era extraño estar en esa situación, pero no le desagradaba, al contrario, esa faceta nueva de Bruno le encantaba. Sentía sus deseos por poseerlo.
Separó más las piernas de Abbacchio, acomodándolo a una altura favorable, después acercó su miembro. El calor que lo rodeaba era exquisito, la presión perfecta, la lubricación precisa.
Las embestidas que Bruno le estaba propinando lo desconcertaron. No se sentía como creía que se sentiría, era mil veces mejor, y creía que la posición estaba influyendo en los efectos. Gimió con soltura, disfrutando del maravilloso sexo que estaba teniendo con su amado.
Apretó sus caderas con fuerza, dejando sus dedos marcados en la piel blanca, estaba llegando a su límite, y no podía contener su fuerza. El ritmo aumentó, más de lo que ambos podían soportar. Bruno gruñó, embistiendo sin descanso mientras se corría, en tanto Abbacchio levantaba el trasero, sintiendo su propio orgasmo inminente.
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Canon In D Major
FanficNadie sabe por qué razón pasa cada cosa en la vida. Nadie sabe por qué aparecen personas en tu vida. Nadie sabe qué es la vida misma, hasta que te enamoras. Los acontecimientos que cambiaron la vida de Bruno Bucciarati y Leone Abacchio no fueron poc...