Capítulo Veinte

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El año que Priscila dijo se demoraría en volver pasaron en un abrir y cerrar de ojos, los esposos se encontraban sentados en el sofá de la sala tomando café.

- Es sorprendente como el tiempo ha trascurrido tan rápido, ¿verdad amor?, - toma un sorbo de su taza - si parece que fue ayer cuando mi madre se fue de viaje.

- Tienes razón, - sonríe – los meses se han ido volando – dice abriendo los ojos como plato por el asombro.

- Sabes que es lo que más me alegra del regreso de mi madre – la mira fijamente.

- ¿Qué es? – sonríe tiernamente.

- El saber que "nena" y mi madre se están llevando mejor cada día. – toma la mano de su esposa.

- Qué bueno, me alegro que sus problemas se hayan solucionado... ¿amor? me entró la curiosidad el saber porque es que se distanciaron...

- Se distanciaron porque mi hermana y madre siempre fueron como el agua y el aceite, "nena" siempre le llevaba la contraria y su estilo de vida era para variar completamente opuesto a lo que mi madre esperaba de ella.

- ¿Su estilo de vida? – pregunta entrecerrado los ojos - ¿a qué te refieres?

- A que mi madre ya tenía planeado una vida de princesa en sociedad para mi hermana. – se levanta del sofá caminando unos pasos dando la espalda, continúa hablando – Pero nena se enamoró de una persona que mi madre no aceptó y eso rompió el poco aguante que había en ellas.

- ¡Ah! ¡vaya! – abre los ojos desmesuradamente – esa era la historia a la que Priscila se refería – dice suspirando.

- En resumen, sí, esa es la historia. – vuelve a mirarla sonriendo – pero dejemos de hablar del pasado, lo rescatable de esto es que a pesar de todo lo sucedido ahora se llevan mejor y después de mucho por fin conocerás a tu cuñada, – sonríe mientras se acerca a sentarse junto a ella – quien estoy seguro también anhela conocerte – le toma las manos.

- Pues sí, por fin la conoceré, me has hablado poco de ella, pero aún así fue suficiente para querer conocerla y no solo porque es tu hermana, si no por lo hermético que siempre ha sido al hablar de ella – le toca la nariz a su esposo sonriendo.

- ¿Hermético? – pregunta entrecerrando los ojos – para nada amor, - le da un beso en la frente – conoces de ella lo necesario creo yo, ya cuando la conozcas y lleguen a tener confianza entre ustedes... supongo te enteraras lo que mi hermana te cuente de su vida, como mujeres que son – sonríe.

- Supongo que así será – responde Anghela sonriendo.

- Sabes la alegría que me da el volver a ver a mi hermanita, la última vez que la vi, fue... hace cuatro años.

- Bueno ya la verás y verás también cuanto ha cambiado son cuatro años y en cuatro años la gente cambia. Nunca me has enseñado una foto de ella es más no hay ni una foto de ella en casa...

- Lo que pasa es que cuando mi madre y nena se distanciaron, ella mando a sacar todas las fotos de la casa donde apareciera su hija, pero yo tengo una foto de nena, nunca te la enseñé ¿verdad? – ella niega - voy a traerla y te la enseño – se pone de píe y camina con dirección a las escaleras.

- Ok, mientras vuelves, voy a la cocina por unos bocaditos.

Él sube las escaleras apresurado y ella va a la cocina. Se abre la puerta principal.

- ¡Ricardo!... ¡hijos!... ¿dónde están? – entra diciendo Priscila caminando hasta en medio de la sala.

- Sí ya voy... ya voy – responde Ricardo quien baja corriendo las escaleras - ¡madre! – la abraza - ¡bienvenida!

- ¡Priscila! ¡bienvenida a casa! – la abraza.

- ¿Dónde está nena? – pregunta Ricardo alejándose de su madre.

- Está afuera hablando por el móvil... - señala la puerta - pero como han estado, me han extrañado... - dice sentándose en el sofá.

- Claro que te hemos extrañado... esta casa no es la misma sin ti... - responde Anghela imitando el accionar de su suegra.

- Querida, que linda que eres... - la mira orgullosa - pero me extrañaran más porque mañana saldré de nuevo a Italia

- ¿De nuevo? – pregunta Anghela mientras Ricardo toma asiento junto a ella.

- Si querida tengo ver unos asuntos, solo vine a traer a nena si no esta muchacha no venía...

- Descuida que aquí te esperamos – responde una sonriente Anghela - y dime que tal te fue en Italia.

- Gracias querida, - responde Priscila dándole un beso en cada mejilla – me fue de maravilla la colección que estoy...

- Caramba y donde esta nena, - dice Ricardo interrumpiendo el hablar de su madre - iré a traerla... - se levanta del sofá y camina hacia la puerta.

- ¡Aquí estoy! – se escucha a una joven entrando a la casa.

- ¡Nena! – se acerca a ella - ¡hermanita! – la abraza - mira Anghela ella es... - tomándola de los hombros.

- ¿¡Yaneth!? – responde Anghela interrumpiendo a su esposo y levantándose del sofá - Nena es... Yaneth... - mirándola fijamente visiblemente sorprendida.

El corazón de Anghelalatía rápidamente al punto de querer salirse de su pecho, no podía creer queera Yaneth la que estaba frente a ella y que era la hermana de su esposo, lapersona por la que tanto sufrió, estaba allí en su propia casa. Yaneth, por suparte, sintió por primera vez después de mucho tiempo que su alma volvía a sucuerpo, el ver a la mujer por la que estaba dispuesta a abandonar todo era comopara volverse loca. Ambas palidecieron, sin dejar de mirarse, sus ojos seaguaron, el asombro era inexplicable, no podían creer que estaban frente afrente. 

 

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