Capítulo Veintiuno

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- ¿Se conocen? – pregunta Ricardo.

- No, - responde inmediatamente Yaneth sin dejar de mirar a Anghela - si la conociera, la recordaría – intenta sonreír.

- Llevábamos una clase juntas en la universidad – interviene Anghela mirando a su esposo.

- ¡Vaya! Que pequeño es el mundo.

- Si madre, que pequeño es el mundo... - espeta Yaneth sonriendo falsamente mirando a su madre - pero lamento no recordarte – mira a Anghela fijamente levantando una ceja.

- Pero que coincidencia, mi hermanita y mi esposa se habían conocido antes, - la ayuda con la mochila que traía Yaneth en la espalda – entonces no habrá mucho problema para que se lleven bien y sean amigas ¿verdad? – sonríe mirando a ambas- aunque la memoria te falle... –mira a su hermana – ya tendrán tiempo de recordarse, ahora dime hermanita – deja la mochila en el suelo - ¿cómo has estado? – le toma la mano para llevarla a sentarse.

- Viajando, tomando fotos por aquí por allá... - responde Yaneth sin darle la mayor importancia y sentándose frente a los esposos quienes se habían sentado también – nada especial para contar, más bien ustedes, cuéntame cómo se conocieron, me interesa ¡tanto! saber... - sonríe irónicamente sin dejar de mirarla.

- Nos conocimos en su café – responde sonriente Ricardo.

- ¿Su café?

- Así es, Anghela tiene una cadena de cafeterías en todo el país... ¿verdad amor? – mira a su esposa sonriendo.

- Sí, es verdad – responde Anghela cortante llegando a la incomodidad.

- Yo la había visto muchas veces y me gustó – continúa hablando Ricardo mientras abraza a Anghela.

- Disculpa cariño, - interrumpe Priscila - no es que no quiera volver a escuchar su historia de amor la cual ya me la sé, pero iré a tomar algo a la cocina – dice parándose del sofá

- Iré contigo Priscila... - habla Anghela quitando el brazo de Ricardo y levantándose de su lugar.

- En realidad, no entiendo cómo se llevan tan bien... - espeta Murmurando y dirigiéndose a su hermana.

- Quizás ha tenido entrenamiento con su madre... - responde sarcásticamente Yaneth.

- ¿¡Qué!? – la mira confundido.

- Digo ¿no?, - levanta los hombros - que, para aguantar a mamá, hay que haber entrenado o tenido a alguien igual o similar a ella... - sonríe.

- Pues, aunque suene gracioso, su madre es muy parecida a la nuestra

- ¿¡En serio?!... no puedo creerlo... - responde sarcásticamente su hermana.

Esa noche ni una de las dos pudo dormir, se encontraban después de mucho tiempo y los recuerdos que se habían quedado dormidos hicieron su aparición aquella noche para confundir, asustar e intranquilizar a las antiguas amantes. A la mañana siguiente Yaneth se levantó de la cama con la intención de encontrarse con Anghela, pero ella se había ido al trabajo muy temprano.

En el trabajo de Anghela

- ¡Yaneth! ¡que sorpresa! – la abraza al verla - Cuantos años sin verte – se separan del abrazo.

- Hola Julia. – responde - Como has estado...

- Bien gracias, - sonríe al contestar - pero que linda que estas – la mira de pies a cabeza.

- Gracias, se encuentra, ¿mi cuñada?

- Si claro ella está en su oficina, - señala el lugar - deja y le aviso que estás aquí – se dispone a caminar.

- No, descuida - Julia se detiene - yo toco la puerta, quiero darle una sorpresa...

- ¿Sorpresa? está bien... Yaneth debemos de cenar uno de estos días – le da un beso en la mejilla.

- Sí, claro... - corresponde al saludo - permiso Julia, iré a ver a Anghela. – se dirige a la oficina y toca la puerta.

- ¡Adelante! – se escucha la voz de Anghela desde el interior.

- Buenos días... cuñada – dice Yaneth abriendo la puerta y entrando.

- ¡Yaneth! ¿qué haces aquí? – se levanta de su asiento.

- Acaso no puedovisitar a... mi... cuñada...- responde irónicamente.

Yo También... La AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora