¿Hasta dónde estarías dispuesto o dispuesta, para dar todo lo que tienes hacia una persona?
Ella, por fuera era lo mejor que alguien podría merecer, todos creían que era un sol, sin nada que temer y con el mundo entero enfrente.
Sin embargo, su realidad era muy distinta; algo simple, sin importancia y al borde de una depresión que ella misma se imaginaba, ansiedad autoinducida, y una afición increíble por la mentira, ya que lo hacía por pura comodidad.
Un alma frágil, con mente débil y acomplejada, pero feliz de su propia destrucción, como un obeso niño en una dulcería, contemplando a sus verdugos en diferentes formas y tamaños.
Desvaríos mentales que la hacían negar a su propia familia por conseguir un minuto de paz, ligados a diversas noches de una sucia lujuria, todo a través de una pantalla.
Corrompída por la envidia hacia un ser que brilla con luz propia, y por la hipocresía, encontraba refugio en sus amigos, quienes le seguían la corriente al creer sus falacias.
El amor no significaba nada, aquella gran cáscara vacía entregaba sumisamente su deformado cuerpo como si fuera un regalo barato, a cambio de cariño y atención; su mente retorcida es quien la conduce en línea recta a su perdición.
La culpa siempre caía en sus amores lejanos por su desequilibrio emocional, a pesar de que sus propios amigos sabían de sobra quién era ella en realidad:
Un juguete roto.
De sus medias naranjas, resulta ser la más exprimida.
Y ese es su destino, su ciclo de vida.
El juguete roto busca sin rumbo a quien logre repararla, sin morir en el intento.
El juguete roto busca a alguien que confíe, para corromper su alma sin avisar, al igual que ella.
Aquel cáncer andante lleno de cicatrices y malas ideas, que sigue las leyes violadas de su pútrido corazón, necesita a su próxima víctima.
Creo que ya la encontró, pobre del que logre encontrar el gusto en esa horrible y torcida sonrisa.
Tengo todo el derecho de despreciarla, ya que no tiene otra definición.
Es un juguete roto.
