Dime lo que quieras, porque nunca te haré caso.
Amándome a mí mismo, no tengo razones para odiar.
Sin embargo, las cargo.
Soy egoísta, pues, desde la cuna, yo soy mi único pensar.
No me importan los demás; no contemplo las virtudes de otros, pues soy el único en el mundo.
Mi mundo.
Donde me siento bien y olvido los pesares.
Donde no puedo retractarme, pues, para mí, todo está bien.
¿Y si solo estoy fingiendo?
¿Y si nada está bien?
Dime lo que quieras, porque no te escucharé.
"Eres el único problema", dice el ambiente a mis pies.
Las voces de los niños son calladas con los gritos; con las ansias de paz plena; con las paredes que sufren al tacto de mis sangrantes nudillos.
Y todo lo hago para evitar escuchar tus palabras.
Porque, ¿sabes qué? No me arrepiento de nada.