La capital

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Después de mi ultimo enfrentamiento supe que no podía rendirme, tal y como dijo Sigma, tengo que salvar esto. He de dirigirme a Agsen para hallar los libros de mis hermanos, tal vez eso me ayude en este viaje.

Emprendí un viaje de aproximadamente cinco días, hasta que finalmente llegue.
Estamos en Agsen, la capital.
Y tal como en mi antiguo pueblo, no habia nadie con vida, pero aqui, las casas, edificios e inclusive la iglesia, estaban intactos. No habia nadie en las calles, todo estaba callado, las farolas de grasa estaban encendidas, todo era muy extraño...
Hasta que en el fondo de la calle, cerca de la iglesia, vi a alguien que parecía estar colgando algo en la puerta. Me acerque corriendo, y conforme me acercaba, pude notar que lo que estaba colgado, o mas bien crucificado en la entrada, era un cadaver. Y quien lo estaba colgando, era una bestia aberrante.
Una especie de demonio de tres metros y medio, con una cabeza de craneo de vaca de la cual brotaban grandes cuernos, y de las cuencas de los ojos fuego, con un cuerpo hecho de huesos amontonados y una vestidura de tela negra que los cubría parcialmente.

Cuando me acerque a el, se volteo lentamente viéndome fijamente, y en cuanto menos me di cuenta... me estaba ahorcando con su mano esquelética, levantándome a la altura de su rostro y viéndome fijamente.
Podía ver claramente millones de almas en pena a travez de las llamas de sus ojos.
El no tenia boca, pero yo podía escuchar claramente su voz en mi cabeza, y decía: -"Lárgate de aquí insignificante mortal, este mundo ahora nos pertenece".
Seguido de eso, estrello mi cabeza contra el suelo, dejándome inconsciente.

Cuando desperté, ya no estaba. Y a mi lado estaba una mascara de luz, inmediatamente cuando la vi una voz femenina sonó en mi cabeza diciéndome: -"Póntela".
La obedecí, y cuando lo hice vi a Sigma, estábamos en un lugar desolado, no había nada mas que un suelo gris oscuro y un cielo blanco-grisáceo.

Desmond: ¿Dónde estamos Sigma?
Sigma: En mi hogar...
Desmond: ¿Tu hogar? Creí que tu venias del inframundo.
Sigma: Hay muchas cosas que no sabes Desmond, algunas se te revelaran a su debido tiempo, otras las descubrirás tu mismo.
Desmond: Bueno... y, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Porqué me dejaste una de tus mascaras?
Sigma: Veras... yo seré tu guía en este viaje, como dije en la catedral, quiero salvar esta belleza perdida... amo a los animales y sus entornos en la naturaleza, y aunque odio a los de tu especie, tu eres el único capaz de salvar lo que a mi me gusta. La mascara que te deje es para que puedas comunicarte conmigo y viceversa, úsala con sabiduría y solo cuando sea necesario.
Desmond: Entiendo.., pero oye, no todos los de mi especie son malos, en realidad hay algunos que...
Sigma: Hablaremos luego Desmond.
Desmond: ¡Espera, no!
¡Carajo! Corto la comunicación. Como sea, tengo que averiguar quien era ese demonio.

Me metí dentro de la iglesia a buscar pistas, pero no encontré nada, salvo a los pobladores hechos esqueletos sentados como si se estuviese dando misa.
Buscando mas a detalle donde debería estar el sacerdote, encontré uno de los seis libros de mis hermanos profetas.
Al abrirlo, vi que era el primero, aquel que tiene escrito los nombres y formas de las criaturas que ahora dominan nuestro mundo.
El demonio que casi me mata se llama:
Jehormenther, regidor supremo del inframundo.
Busqué a mi caballo para irme y continuar el viaje, pero al parecer, ese maldito hijo de perra ya lo había matado, estaba hecho huesos al lado de la entrada de la calle por donde entre.
Sin otra opción, me dispuse a caminar al único lugar donde sabia que encontraría otro libro. La ciudad de Santa Teresa, aunque para ello debía cruzar un gran bosque que separa Agsen de la ciudad.

La CaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora