Capítulo 18

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Capítulo 18

Todo seguía igual que antes, solo que ahora mi cuerpo estaba ahí recostado y yo estaba fuera de él.

Se sentía frío. No sabía si estaba muerto pero era como si lo estuviera. Me acerqué a mi cuerpo y aun era cálido pero parecía muerto.

Caminé por la casa y todo parecía tranquilo. Fui al cuarto de Ian. Quería ver si su alma también estaba ahí.  Cuando llegué no había nadie, estar en ese lugar sólo me recordaba el dolor que sentía. Al salir al pasillo vi al pequeño Alex, corrió al estudio y entró ahí.

Lo seguí y cuando entré vi a Eva y Emilio Sinclair. 
La voz de mi viejo amigo era igual.

Emilio: Hijo! hijo mío. Tu no deberías estar aquí, tu debes estar a su lado y cuidarlo. Dime que esta vivo! Dímelo Aristóteles!

Aristóteles: No lo sé! Solo sé que le activaron el estigma por la fuerza que no había forma de regresarlo a la vida sin el estigma. Ahora él esta inconciente y me pidieron que me alejara de él que aun no podía verme!
Dime dónde estoy Emilio. Dime que debo hacer.

Emilio: Estas donde todos los muertos estamos. Aquí mismo en este plano inmaterial. No hay infierno ni cielo, solo estamos aquí. Gozando de la vida eterna o quizá padeciendo el castigo eterno.

Cómo llegaste aquí?

Aristóteles: Sólo veía la luna y eso me durmió.  Un golpe en la mesa me regresó a la vida pero en esta forma.

Eva: Te lo dije, Ellos se complementan. Sus almas son como dice la leyenda. Son gemelas y complementos entre sí. 
Tienes que buscar algo, algo que le hace falta a Ian para regresar y tomar el control de su destino.

Aristóteles: Pero que necesita, no me dijo nada. Sólo llegué aquí. Hace meses que no hablo con Ian. No sé que necesita.

Emilio: lo sabes, recuerda lo que sentías por el. Recuerda como llegaste a reconocerlo. Recuerda la primera tarde de otoño, aquella en la que las hojas caían y cómo lo encontraste en el árbol.

Eva: Grítale, has que te escuche! jala su alma a ti. hazlo y la respuesta llegará a tu oído.

Aristóteles: No sé como hacerlo, ustedes son los  sabios yo solo soy una pieza en este rompecabezas.

Eva y Emilio: Nosotros estamos muertos, lejos de la lógica y del sentido común. Nosotros estamos dentro de ti, somos la recreación de lo que tu ya sabes. aprende a escuchar tu voz para que puedas ayudar al que alguna vez fue tu amor.

Salí de la casa de los Sinclair fui al colegio. busque ese árbol que me recordaba la primera vez que sentí como Ian se conectaba conmigo, ese día sentía como si un listón me jalara de mi corazón, eran unas ganas increbrantables de salir en busca de Ian.

Estaba en el árbol donde por primera vez sentía celos por alguien. Al estar ahí me senté y me recargué en el tronco.

El viento jugaba con mis rizos y me despeinada,  las ojas del árbol caían y poco a poco las montañas de hojas secas crecían.

Un leve suspiro, un grito hondo se escuchaba, no sabía de donde venía.  A ese grito le siguieron ruidos que torturaban mis pensamientos y se sentía como la electricidad que recorría cada parte de mi cuerpo...

Todo se hacía lento, veía cada detalle, cada partícula de polvo. El mundo se detenía para que escuchara la voz de Ian. Apenas un sollozo que se perdía en un eco profundo, apenas inteligible, apenas un sonido que vacilaba entre el lamento y la esperanza.

Mi vista se fijaba en la chimenea de la estancia, como si mi instinto quisiera revelar me sus maravillas, la chimenea encendida, calcinaba poco a poco la leña. Daba pasos hacia ella pero el polvo se suspendía en el aire, las manecillas del reloj de la pared se detenían.

El brillo de una rosa labrada en la piedra, era el foco de mi vista, una hermosa rosa que brindaba su resplandor por el rocío. Una hermosa rosa color piedra pero brillante cual destello de diamante.

Mi mano derecha se acercó pero una fuerza jalaba de mi y me hacía imposible tocarla.

El viento vencía mis fuerzas y apagaba las brasas de la chimenea. Una hoja de un árbol caía enfrente de mi y se consumía por el fuego,  un grito que tomaba fuerza gritó con esmero: Aristóteles, Aristóteles.  Escucha mi voz, escuchame. Esa voz la conocía era de Ian, esa voz de nuevo juvenil y fresca agitaba mi corazón. 

Aristóteles toma el cáliceo, Tómalo y traelo a mi. El tiempo se termina y destino cambia para mal... corre amor, corre hacia mi.

El tiempo retomaba su forma y aún veía mi cuerpo tirado sobre el sillón.  No sabía cómo volver a él. La voz de Ian la sentía dentro de mi cabeza y me decía piensa en ese momento piensa en esa noche la noche del beso. Hazlo intenso, haz realidad el beso que soñaste  y que yo desee pero que nunca sucedió.  Hazlo y récuerdalo para que al menos sea la fantasía que nunca pudo ser.

Mi pensamiento fue a ese momento, recordé cada detalle y ahora parecía real, veía nuestros miedo expuestos, nuestros nervios húmedos, nuestra pasión desbordante, vi ese brillo en sus ojos, ese fuego eterno que vivía en ambos.

Cerré los ojos y sentí que caía en un pozo sin fin pero cuando abrí los ojos aún con la sensación de vértigo en mi estómago desperté y regrese a  mi cuerpo.

Me levanté y fui al lugar de la chimenea. Ahí en el centro tal como lo vi en el sueño. Toqué la rosa y al hacerlo salió una gabeta de la parte superior de la chimenea.

Una caja de 2 metros se desplegaba ante mi. Quité el paño que la envolvía y se reveló una caja de madera, su belleza era incuestionable.

Era el lugar indicado para resguardar los poderes de aquel artilugio. Liberé los seguros dorados y ante mi se presentaba el mítico cáliceo, el objeto de la dualidad era dorado y la esfera que la coronaba es de diamante.

Estaba cubierto por telas rojas y al descubrirle se liberó una carta. Manchada por el paso del tiempo, con la caligrafía negra y en cursiva la hacía ver elegante, como si sus letras entregaran al lector la certeza de la verdad absoluta. En el reverso del sobre se leía: 
Solamente el heredero podrá servirse de sus maravillas.

Apenas vi el cáliceo y supe que eso era lo que Ian necesitaba, no había pasado un segundo y en mi mente ya planteaba el regreso a la casa de los Lopez. Cuando tomé el camino, escuchaba una voz que decía: la salud de Ian está empeorando, corre Ari, corre!

Avance con prisa para llegar a verlo. En el camino pasé por un jardín que estaba colmado de plantas.  Cuando la lluvia seca se terminó llegó un dolor real en mi estómago.
La voz llorante de Ian entró de mi cabeza decía:

Ya no corras más el destino ha cambiado y yo he muerto desde aquí inicia tu historia Aristóteles, aquí inicia la historia de un extraño adolescente.... yo solo seré el recuerdo de tu primer amor.

Aristóteles: La Extraña Vida De Un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora