Capítulo 19

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Esa voz destruía todo por lo que había luchado, destruía todo lo que mi vida significaba, esa fría frase helaba mi alma, congelaba mi corazón y me hundía en la oscuridad.

Su voz se esfumaba como la luz se estinguía.  Solo quedaba correr, seguir para encontrarlo, no había más opciones era dar todo por el una vez más. 

El camino se hizo eterno, juro que corrí con toda la fuerza que me quedaba mi aliento se hiba pero de alguna forma lo podía recobrar.  

El cáliceo que llevaba empezaba a jalarme era como si una atracción se hiciera más fuerte.

No recordaba la dirección de la casa pero el cáliceo me jalaba con fuerza. Mi corazón se salía y las gotas de sudor resbalaban por mi frente, sentía el pulso en mis orejas y las cienes me latían.

Al fin veía la casa López y el cáliceo se jalaba con fuerza. Unos metros más,  unos pasos más y llegaría por fin podría saber si Ian vivía.

Llegué a la entrada, toqué con premura la puerta se abrió y detrás de ella estaba Caleb, su rostro melancólico me destrozaba la fe que tenía.

Entré corriendo, atravesé el jardín que parecía hacerse más largo a cada paso que daba. El cáliceo había vencido los seguros de su caja, solo lo contenía con las fuerzas menguantes que me quedaban.

El sentimiento de llanto, nacía de mi corazón e invadía cada parte de mi. Abrí la puerta de la estancia, busqué con la vista en cada rincón,  al final en aquel sofá,  vi su mano vencida, su mano sin fuerza y solo me bastó eso para saber la verdad.

IAN SINCLAIR HA MUERTO!!

Mis piernas perdieron de un momento a otro toda la fuerza, caí arrodillado en la alfombra de la sala, mis ojos incrédulos dejaban salir las lágrimas, todo se hacía lento y oscuro, de un momento a otro todo se volvía gris.

Mis manos liberaron la caja que contenían el cáliceo. El ritmo que caía la caja mi cabeza tocaba el suelo y me hundía en la tristeza.

El cáliceo se liberó de la caja y fue hasta la mano de Ian. Brillaba con fuerza y la mano de él lo empuñaba con intensidad.

La señora que me había corrido, dejaba caer la copa que tenía en su mano. La copa de cristal cayó y liberó un sonido agudo que aturdió a Caleb y David. Pero a mi no me molestó, la copa resistió la caída pero apenas la toqué con la punta de mis dedos se quebró en miles de partes.

La señora me miró con odio, con esperanza y con amor.

Señora: No pude hacer nada por él no cumplí mi misión. El del estigma murió.

El cáliceo seguía en su mano y la punta me apuntó. Caleb y David estaban incrédulos ante lo que nuestros ojos veían.

Caleb: Señora, Señora! eso que hace ¿Qué es?

Miró a Ian y quitó de él la sábana que lo cubría, al develar su rostro, se veían sus ojos vivos, estáticos pero con un brillo, su boca se había tornado a rosa intenso, su frente estaba perlada por las gotas de sudor. sus músculos lucían firmes como si contuvieran a una fuerza mayor.

La señora no lo creía

señora: sigue vivo, pero no es el estigma es su alma, lucha por vivir.

Fue a la repisa y tomó un libro, ansiosa buscó una página específica, pasaba una tras otra, sus ojos se movían con prisa sobre las letras de aquel escrito.  El dedo índice marcaba su lectura y movía su cabeza asintiendo lo que leía. 

Arrojó el libro sobre el sillón y me miró.  Con la vista me sentó y su cara veía fijamente la mía. 

señora: Aristóteles! veme a los ojos. Repite que sientes por Ian Sinclair.

Aristóteles: La Extraña Vida De Un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora