III

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Desde entonces había pasado un año y medio, lo que para variar significaba tener que tratar con Vergil de vez en cuando dado a que Nero y él necesitaban tiempo para tratarse con más intimidad, pero por el momento era lo mejor mantenerlos separados y que las cosas entre ellos fuesen fluyendo con calma.

Además, Nero en el fondo era igual a su padre y amaba su propio espacio personal, por lo que ninguno de los dos objetó cuando se decidió que se verían... de vez en cuando.

Por otro lado, ya empezaba a ser común en el negocio ver a Vergil sentado en el escritorio, más precisamente los días en los que Dante estaba afuera de la ciudad o cuando ese vago estaba teniendo un empacho luego de atascarse como cerdo más de diez cajas de pizza tamaño familiar en plena madrugada.

Lady reconocía que la pizza de la ciudad era muy buena, sin embargo ella comía dos piezas máximo y sentía que estaba exagerando, sin embargo Dante comía, comía y comía. Ahora, a eso le agregábamos el maldito yogurt de fresa... pues era sobrenatural que el pequeño bastardo no engordase ni desarrollase problemas de salud debido a su desalmado régimen alimenticio; siendo él un demonio era hasta lógico que dicho modo de vida no le afectase. En ese aspecto, Lady le tenía cierta envidia.

—¿Esperarás ahí sentada toda la tarde? —oyó a Vergil.

Casi quiso reírse en su cara y decir: ¿ya hablas? Pero se detuvo ya que Lady no sabía cómo iba a reaccionar este tonto con súper poderes demoníacos que con facilidad sobrepasaban sus prodigiosas habilidades humanas.

Estúpido con suerte.

—Sí —respondió con sencillez, tendida sobre el sofá con las piernas arriba del respaldo y su cuello sobre el otro respaldo; mirándose las uñas—, también vivo aquí. ¿Ya lo olvidaste?

—No vives aquí —dijo aún con el periódico frente a él.

—Claro que sí —entrecerró sus ojos—, que no me quede mucho tiempo es otra cosa.

—No vives aquí —repitió.

Lady pudo haber seguido replicando pero por el tonito de voz, supo que Vergil tenía de paciente lo mismo que Dante de galán. Una gran nada.

—¿Sabes? No tengo inconveniente en que quieras charlar conmigo, pero te sugiero que practiques cómo iniciar sin sonar tan agresivo.

Ya que estaban charlando sin nadie alrededor interrumpiéndolos y al parecer Vergil había encontrado algo interesante en una sola sección del periódico pues no había pasado de página desde que ella se sentó, Lady decidió darle algunos consejos.

Él no le respondió.

—No sé cómo se inicia una charla con un demonio ya que usualmente les disparo en la cara —se rio sola al rememorar la ocasión en la que así se presentó ante Dante—, pero sí sé cómo socializar con los que han vivido en este lado del charco. ¿Estás listo para oír?

Vergil no la mandó a callar y tampoco hizo ruido alguno; Lady inclinó su cuello, miró rápido hacia atrás comprobando que él siguiese ahí. Tomó su presencia como un silenciado por el orgullo.

Ella sonrió imaginando en lo que el demonio debía de tener en su cabeza; esperaba que con sus sabias sugerencias, él y Nero puedan tener al menos una conversación normal en la que no terminen atacándose el uno al otro.

—Para empezar —se sentó bien para acomodarse y mirarlo para seguir la conversación—, ¿podrías hacerme el favor de bajar ese periódico si no vas a leerlo? —rezongó cansada de hablarle desde atrás de esa basura.

—¿Quién te dice que no lo hago?

—No sé —ironizó—, quizás el hecho de que no hayas pasado de página desde que entré, me está mintiendo.

Él suspiró con fastidio.

—Vamos, no te matara si lo sueltas —insistió ella casi con burla.

Momentosdespués, el golpe que hicieron las manos de Vergil sobre el escritorio le dijoa Lady que había accedido a su petición.

𝑺𝒐𝒄𝒊𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒉𝒐𝒚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora