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—Los humanos... —lo oyó meditar más consigo mismo que con ella—, son extraños.

—¿Más que los semi-demonios? —no se contuvo en eso—. Lo dudo.

—Tienes razón.

—¿Escuché bien? —se sorprendió levantándose para mirarlo fijamente—. ¿Dijiste "tienes razón"?

—¿Acaso estás sorda?

«Tan bien que ibas» inhaló profundo—. Entonces sí oí bien —se sentó con cierta felicidad poniendo las manos atrás de su cabeza.

Como si le hubiesen dado cuerda a Vergil, él empezó a hablar de algunos clientes de Dante. Algunos muy raros que él tuvo que tratar y despachar porque su hermano era demasiado permisible con respecto a los pagos.

Bueno, había que darle crédito en ese punto. Desde que Vergil se hacía cargo del dinero y su manejo, el negocio se veía mejor. Al exigir la mitad de pago antes de hacer un trabajo y la otra mitad después, les dio a los gemelos cierta reputación dado a su eficacia.

Juntos, ninguna misión parecía imposible o demasiado difícil.

Y con el dinero que iban obteniendo, las luces ya no parpadeaban cada cinco minutos, la madera del piso era decente, no chillaba en ciertos ángulos y para variar las paredes tenían un tapiz que no tenía espacio para posters con mujeres semi-desnudas. De hecho, Trish le ayudó a Vergil a quemar toda esa b-a-s-u-r-a.

Dante lloró mucho, incluso se encerró en su cuarto por días a modo de huelga, pero no le funcionó y tuvo que salir porque el estómago no dejaba de gruñirle.

Oh, y sorpresa. Un cuadro enorme de una familia de cuatro había sido rescatado por Nero y puesto sobre la pared a un lado de todas las armas demoníacas de Vergil y Dante. A la derecha de donde estaba el escritorio y sobre él una fotografía algo vieja y maltratada de la madre de ambos.

En medio de la conversación, Lady se levantó para tomar de un estante una botella de whisky y dos copas. Sirvió ambas y luego de insistir un par de veces, Vergil accedió a tomar con ella mientras la oía hablar de los diferentes sitios que Lady había visitado en sus propias misiones.

—¿Sabes? Creo que si algo tenemos en común tú y yo, es que nuestras familias se hicieron pedazos junto a nuestras corduras —se sinceró ella sentada sobre el escritorio sosteniendo la botella que antes había estado llena, y ahora tenía poco menos de la mitad—. ¡Es la verdad! ¡El primer paso es admitirlo!

Sirvió su propia copa para luego tomarla; la sirvió de nuevo y sin preguntarle a Vergil nada, también sirvió la de él. Desde que la botella quedó a la mitad, sólo Lady había estado hablando.

—Mi padre fue un idiota —se desahogó envalentada por el alcohol que había ingresado a su estómago vacío de alimentos—. Pero en el fondo no me gusta llevar su sangre en mis manos. Es un peso demasiado grande... porque para bien o para mal... ese monstruo seguía siendo mi padre.

Se tragó su llanto, se sentó en el sofá de vuelta e invitó a Vergil a sentarse con ella.

Insistió hasta que el híbrido accediese y acomodase su lindo culo junto al de ella. Si él estaba bebiendo o no, eso fue algo que a ella ya no le importó; el silencio en el que Vergil estaba por primera vez en su vida, le fue muy cómodo.

𝑺𝒐𝒄𝒊𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒉𝒐𝒚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora