A varios Kilómetros de nuestro hogar Penélope y yo vagábamos entre las sombras de los caminos reales que daban a las grandes ciudadelas Que se encontraban en disputa desde hace un largo tiempo así que varios pueblerinos estaban abandonando sus tierras , aprovechábamos de robar a solitarios mercaderes y mensajeros que pasaban ingenuos de que los estábamos observando despojándolos de algunas pertenencias para poder sobrevivir.
Habíamos avistado desde hace varios días una caravana que se dirigía a un pueblo cercano y llevaban al rededor de ocho a nueve personas , decidimos seguirlos a corta distancia con la esperanza de robarle algunas provisiones cuando hicieran una parada pero al cabo de un tiempo fueron interceptados por una armada de tres lanceros que detuvieron la andada.
-estas son tierras en disputa para poder pasar deberán dejar sus pertenencias sino en nombre del rey tendremos que ejecutarlos- grito un lancero mientras se tambaleaba en su propio eje.
Un hombre pequeño y rechoncho se arrojo desde el carromato y con una sonrisa enorme y las manos extendidas en forma de abrazo trato de explicar que eran artistas, pero el lancero no dejo que el pobre hombre culminara la frase atravesándolo con la lanza y arrojándolo a un lado, entre gritos dos hombre se lanzaron sobre el lancero con dagas en las manos lo destajaban como si fuera un simple pedazo de carne, los otros lanceros amagaban entre una eufórica furia sus lanzas hacia los hombres que con daga en mano ya habían sometido al borracho asesino. Un porrazo arrojo a uno de ellos sacandole unos cuantos dientes, dejando caer la daga y llenando de sangre la ropa del tercer lancero que inmediatamente se avecinaba para dar el golpe de gracia, Un rugido estremecedor ensordeció y detuvo el acto, las miradas atónitas de los lanceros clamaban ayuda al ver un enorme tigre enseñando sus dientes afilados acercarse a menos de dos metros de ellos, las lanzas cayeron al suelo y los dos lanceros dieron paso atras sin quitar la mirada del felino, un hombre con una amplia barba se escurrió detrás de uno de los lanceros y con un cuchillo enorme corto la garganta de este dejándolo caer al suelo temblando, el hombre le hizo una seña al tigre y este de un zarpaso envió al ultimo lancero de bruces al suelo con medio rostro en las patas del tigre.
Sin darme cuenta me había salido de mi escondite anonadado por la presencia del tigre y los muertos brotando sangre en la tierra, lograron verme reaccionando de manera poco expresiva, penélope asomo el rostro justo detrás de mi.
-Ya por fin se dignaron en aparecerse nuestros acompañantes de camino- Dijo un pequeño hombrecillo que se asomaba justo al lado del carromato
-No se queden hay pasmados y ayúdennos a levantar estos cuerpos, no queremos que nos siga la armada- dijo mientras lanzaba a mis pies una pala
-Gracias estábamos por pasar cuando vimos a esos Guardias y no nos atrevimos a hacer nada- exclamo Penélope con una sonrisa oculta, era mentira pero ellos no lo sabían.
Nadie dijo nada, ninguno exclamo un fragmento de palabra.
Ayudamos a los artistas a enterrar los cuerpos y desaparecer las armas, nos invitaron a ver su obra en el pueblo, nos contaron que no lloraban a sus compañeros caídos porque muchos caían, muchos fallecían, pocos lograban avanzar la caminata sin fin que tenían de pueblo en pueblo, justo hace dos pueblos eran una veintena y ahora cuando mucho contaban diez.
Al llegar al pueblo la caravana preparo su acto, un tragafuegos hacia gritar de emoción a los curiosos, el hombre de barba hacia bailar al tigre y lanzaba gruñidos que intimidaban al publico. Un acto mágico que dejaba atónito al público, más allá de la realidad, una mujer de manos ligeras desvalijaba a cada bolsa que dejaban los hombres que observaban el acto. Esa noche la caravana acampo a las afueras del pueblo.
Esa noche la caravana acampo a las afueras del pueblo colocando los carromatos en el medio de un pequeño claro en la cima de una montaña que daba vista completa a las casas y mejor aun visión completa al único camino de entrada a dicho lugar, nos pidieron que fuéramos con ellos como sus invitados hasta el próximo acto que seria en la Ciudad de las Sombras, un asentamiento militar abandonado que se había convertido en casa de contrabandistas, vendedores, ladrones y personas de todo tipo, un lugar donde no existían los nombres, ni las posiciones Sociales, cualquiera podía morir a manos del ebrio de la cantina, o podía estar entre las sabanas de una duquesa en un antro improvisado.
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Stefan (el Tzimisce de Bulgaria)
VampireCuando las heladas tierras del pasado hacen estragos y el invierno te arrebata todo a tu alrededor por el abrazo desconsolador de la muerte solo queda resignarse y esperar tu turno para morir. Para Stefan la hora había llegado. De manos de un descon...