WILL 1

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Hola, querido lector y querida lectora. Esta es una historia que se cuenta desde dos puntos de vista distintos: el del chico y el de la chica. Hay capítulo desde la perspectiva de "él" y hay desde la perspectiva de "ella". A continuación leerás el punto de vista del chico: Will.


¿Alguna vez les ha pasado que su mirada se cruza con la de una chica desconocida? ¿Alguna vez has sentido que cuando sus ojos se encuentran es como si quisieran decir algo que no se entrevén?

Es una sensación que descubrí que tenía una palabra para describirla.

Cuando mi amigo Camilo y yo filosofábamos sobre las relaciones, el amor y la soledad, él me contó que había escuchado sobre un término que describía con precisión aquel instante en el que dos personas intercambiaban miradas, y un entendimiento más allá de las palabras se hace evidente.

Era un término que no existía en el español, si no en alguna lengua de alguna cultura indígena de alguna parte del fin del mundo.

──Mamihlapinatapai ──me dijo Camilo. Luego tomó su teléfono móvil, buscó la palabra entre el infinito mundo de información de la red y me dijo textualmente lo que significaba──: Es La palabra más concisa del mundo y quiere decir: "Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar".

Desde ese día, pasaron inviernos, veranos, graduaciones, estudios y a mis diecinueve años yo ya entendía muy bien lo que era eso de Mamihlapinatapai. Lo vivía cada día. En la calle, la universidad o el transporte público.

Siempre fui muy enamoradizo. Desde el preescolar no podía evitar encapricharme por una chica, y luego por otra.

Nunca fui correspondido. Cada vez que ponía mis ojos sobre alguien, terminaba rechazado y con el corazón roto.

No conocía el amor, pero sí bastante bien al desamor.

Algunas veces, cuando ocurría el contacto de miradas, sacaba valor de quien sabe dónde y me atrevía a realizar una acción. Y otras veces no.

Cuando tenía dieciséis primaveras de vida, y cursaba el último año de instituto, cruce miradas con una chica de mi escuela que nunca antes había visto.

«Mamihlapinatapai», pensé.

El momento fue fugaz, quizás no más de dos segundos, pero bastó para que en los días siguientes me obsesionara con ella.

Era la primera vez que la veía; que notaba su existencia. ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¿La volvería a ver? ¿Por qué nunca la había visto antes? ¿Cómo pude ignorar esos ojos durante tanto tiempo?

Volví mi meta personal encontrarla y responder todas esas preguntas con una convicción que rara vez despierto en mí.

Los días y noches pasaban y no podía sacarla de mi mente. La idea de verla de nuevo, conocer su nombre y su voz, se plantó tan profundo en mi mente, que rozaba lo enfermizo.

« ¿Qué tal si un día yo voy caminando por un pasillo del colegio y sin darme cuenta me tropiezo con ella y nuestras miradas se encuentran? ¿Y qué tal si desde ese día no dejamos de encontrarnos en los recreos, en las salidas? ¿Y qué tal si un día ella llega a mi salón porque no aguantó pensar tanto en mí y no conocerme y averiguó como pudo mi nombre, mi edad y mi salón? ¿Y qué tal si nos encontramos cara a cara en la puerta del colegio cada mañana y sonreímos porque sabemos que vamos a pasar todo el día juntos? », Imaginaba yo, una y otra vez el mismo escenario, con pequeñas variaciones. Pero el resultado siempre el mismo: una vida de amor y felicidad junto a ella.

AMORES DORMIDOS: WILL Y JESSICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora