"Elehia Williams como Mary Elle Fanning"
Como adolescentes hemos sufrido daños colaterales a causa de los actos y decisiones de nuestros padres. Hemos aprendido que por más armaduras que pongamos sobre nuestra piel, como el gran caparazón de una tortuga terracota siempre al finalizar la noche, en aquellas madrugadas de insomnio recordamos cruelmente la fragilidad que nos caracteriza.
Como adolescentes hemos sentido el ahogamiento constante de una depresión por cosas que ante los ojos de algún adulto parecen insignificante, el sentimiento de euforia que nos abruma por completo cuando vivimos momentos épicos que sólo se viven una vez en la vida, que sólo se viven en la adolescencia.
Como adolescentes probamos cualquier tipo de vicio sólo para experimentar y querer encajar en alguna adaptación social, demostramos que somos mejores con cosas superficiales e inconscientemente o quizás con mucha crueldad hemos hecho sentir mal a los demás.
Algunas veces nos dejamos ahogar en un vaso de agua y posiblemente unos años más tardes la situación anterior nos causará risa. Tenemos nuestros altibajos pero en la mayoría de los casos solamente somos fuertes a la hora de aparentarlo, muchos suelen perder la partida, se rinden antes de tiempo y finalizan con su vida.
Pero...
Es aquí el momento donde pienso si realmente vale la pena rendirse.
-¡Otro! ¡Otro! ¡Otro!- todos gritábamos a par mientras que Jason, con cara de moribundo seguía bebiendo a pico de botella animado por nuestra barra.
Las chicas y yo nos encontrábamos a su lado animándolo y todos allí gritábamos de alegría al ver que había acabado por completo con el medio litro de tequila.
La música sonaba súper alto, caminé hasta el baño porque tenía muchas ganas de desocupar mi vejiga, y en el intento de dar ciertos pasos, porque la distancia del saloncito principal al baño era demasiada larga, mis pies trastabillaban entre ellos mismos haciéndome perder, un par de veces, el equilibrio.
Una vez en la puerta, giré de la perilla y me adentré como pude, puse seguro, y casi muero del asco al momento de girarme y ver la taza completamente sucia, supuse que el baño de la habitación de Gabriela estaría por su privacidad algo más limpio y aseado, así que salí sin pensarlo dos veces con una sonrisita ingenua.
Una vez me encontré fuera del cuarto de baño mi sonrisa se esfumó en el momento que decidí dar mi siguiente paso, alguien había tomado mi muñeca con algo de agresividad ejerciendo fuerza sobre ella.
-¡Oye! ¡Suéltame!- protesté con el ceño fruncido.
-Estás demasiado ebria ¿Dónde están tus amigos?- el peli castaño estaba frente a mi persona con una cara de pocos amigos.
-Qué te importa- respondí groseramente safándome de su agarre, girando sobre mis talones para dirigirme hacia las escaleras.
Y aquí venía el dilema.
Nada más de ver la cantidad de escalones que tenía que subir me causaba cierto miedo, porque la pequeña parte consiente que quedaba muy en el fondo, dentro de mi cabeza, sabía que sería peligroso subir en el estado de embriaguez que me encontraba.
-Mira nada más, ni siquiera puedes subir y lo sabes- Dahyan volvía aparecerse nuevamente a mi lado con un tono socarrón y una sonrisa burlona de oreja a oreja.
Rodeé mis ojos sabiendo que tenía razón y con algo de sarcasmo respondí.
-¿Vienes a burlarte o a ayudarme?- lo miré mal por encima de mi hombro.
Negó levemente aún riendo, su brazo izquierdo rodeó mi cintura y el derecho sostenía mi mano para iniciar la grandiosa excursión subiendo las escaleras.
-Que novia tan bonita tienes- solté sin pensarlo dos veces, recordando la situación de hace unas horas.
-¿Novia?- soltó una pequeña carcajada mientras seguíamos subiendo juntos.
Su contacto sobre mi piel, me hizo estremecer por un momento, la cercanía de su cuerpo con el mío me hacía perder el equilibrio por encima del efecto del alcohol, su rostro era hermoso a comparación de todos los chicos que se encontraban en aquella fiesta y su figura atlética le hacía lucir tan bien esa camiseta color gris cuello V con esos jeans clásicos color negro.
Sin darme cuenta ya nos encontrábamos en el segundo piso y sólo salí de mi nube de pensamientos con su comentario:
-Nena deja de mirarme así que no puedo controlarme- sonrío burlándose una vez más de mí.
-Idiota- murmuré entre dientes y eché a andar sin esperarlo, visualicé el cuarto de Gabriela y me introduje en él cerrando su puerta con seguro.
¡Qué se creía!.
Era un patán.
Era un imbécil.
Un completo idiota.No merecía tener cinco segundos de mi atención, no lo toleraba.
¡Agh! Estaba que explotaba de la rabia.
Me encerré en el baño, oriné como pude y me acosté sobre la cama de mi amiga, giré mi cabeza sobre la derecha y me quedé mirando sin propósito alguno la mesita de noche color violeta.
Menuda mierda.
Eran las 5:39am.
Mi madre me colgaría del cuello en el momento que pusiera un pie dentro de casa, con miedo revisé mis bolsillos solo para verificar que mi celular siguiera ahí y no se hubiera extraviado.
Y sólo para mi suerte ahí se encontraba, con 18 llamadas perdidas de mamá y 25 mensajes de WhatsApp, como pude textee.
"
Elehia 5:42 am
Mamá ya voy en camino, el carro del amigo de Jason se ha varado, estoy bien.Me levanté rápidamente de un sólo movimiento lo cual me causó un terrible dolor de cabeza.
Abrí la puerta en un dos por tres y Dahyan aún seguía recostado en el umbral de la puerta, lo ignoré y seguí caminando.
-¡Hey! ¿A dónde vas?- no había tardado en alcanzarme.
-Necesito regresar a casa, mi madre me matará.
-Te pido un taxi y vamos juntos.
-No, el amigo de Jason nos llevará- rodeé los ojos bajando las escaleras.
-¿Quién Carl? Se ha ido hace rato.
-Entonces pagaré un taxi- refuté y su mano me sujetó deteniendo mi recorrido.
-Mira el estado en el que estás, no dejaré que te vayas en un taxi sola- su ceño se había fruncido y su tono de voz era un poco serio.
-No me dirás qué hacer- respondí intentando, nuevamente, soltarme de su agarre.
-Me importa un carajo lo que digas, no te voy a dejar ir sola- y me tomó por mis piernas cargándome sobre sus hombros como si fuera un costal de papás.
-¡Oye suéltame! ¡Te estoy diciendo que me sueltes!- pataleaba con todas mis fuerzas.
-¡Deja de forcejear Elehia!- rodeé los ojos y con resignamiento dejé de hacerlo.
Y en el momento que habíamos pisado la planta de abajo la música se había detenido, el ambiente se sentía un poco tenso y la cara de todos lo delataba.
El grito de Isabella me alteró de momento seguido del de Gabriela:
-¡Llamen una ambulancia!.
Dahyan me bajó de sus hombros con la cara perpleja de susto, una vez teniendo mis pies sobre el piso giré sobre mis talones y sólo pude sentir el pánico y miedo apoderarse de mi cuerpo al ver a Jason tirado en el suelo.
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Casualmente.
Novela JuvenilAveces las mejores cosas suelen ser efímeras. Como el cometa Halley lo ves dos veces en tu vida y sólo dura cuestión de segundos.