"Meagan Tandy como
Marianne".La alarma había sonado minutos después de haber abierto mis ojos, sentía una ligera sensación de ansiedad por el comienzo del día y de cierto modo me parecía bien, me agradaba.
Sonreí tontamente y golpeé al pequeño reloj de mesa que no paraba de sonar, busqué mis sandalias de piso con mis pies y los introduje en ellas, me levanté de mi casa y me observé en el espejo de cuerpo completo que se encontraba en mi habitación, subí mi camiseta color gris que utilizaba como pijama y detallé en mi reflejo lo hermoso que lucía mi abdomen, tenia ya 5 días sin entrenar y podía ver que el volumen de mis piernas se perdía.
Fruncí mi entre ceja al notarlo y me dirigí al cuarto de baño para tomar una ducha, despejé las prendas de mi cuerpo y desnuda me devolví a mi tocador para tomar de él la cinta métrica. Medí mi cintura y sentí alivio al notar que marcaba un perfecto 62, estaba incluso 2cm menos de lo que acostumbraba a tener. Luego medí cada uno de mis muslos, y cómo lo suponía también habían dos cm menos de lo habitual en ellos.
Rodeé los ojos al cielo, arrojé el metro encima del lava manos y con un poco de desgane entré a la ducha, abrí la regadera en un dos por tres y maldije en el momento que sentí el agua tan fría chocar sobre mi rostro.
-Menuda mierda- mascullé.
Estaba tan delgada, aún más de lo que quería estar, mi cuerpo se sentía tan debilucho que odie ser yo en ese momento. Por cada segundo que pasaba al tocar mi piel mientras me restregaba con la esponja de baño sentía cierta repulsión. Aceleré mis movimientos por evadir el hecho de tocar con detenimiento las costillas marcadas en mis costados y me enjuagué lo más rápido que pude.
Cepillé mis dientes una vez envuelta en mi toalla y para el momento que me encontraba nuevamente dentro de mi habitación me dirigí a mi closet, tenía una buena idea en mente.
Tomé uno de mis conjuntos de ejercicio, me vestí y peiné lista para ir al gimnasio que quedaba a media manzana de mi casa. Bajé las escaleras y saludé a mamá quien se encontraba en la cocina preparando el desayuno.
-Buenos días mami- besé su mejilla.
-Buenos días nena ¿saldrás?.
-Iré a entrenar- ella asintió- ¿No hay bananos en el refri?
-No amor, hasta hoy en la tarde iré a mercar.
-Entiendo- rasqué mi barbilla- en ese caso tomaré algún batido en el gym- tomé mi termo de agua de la nevera y me despedí de mi madre antes de salir de casa.
En menos de diez minutos ya me encontraba en la entrada, fui a recepción para pagar la mensualidad como habituaba y pedir un batido de proteína.
-¡Buenos días Loraine!.
Loraine era la esposa del dueño del gimnasio, era una señora pelirroja con gafas que estaba pendiente del manejo del negocio de su esposo.
-¡Buenos días preciosa! Ya extrañaba verte por aquí ¿Estabas enferma?- su rostro reflejó preocupación a la hora de mirarme detenidamente.
-No- sonreí incómodamente- sólo había estado ocupada y por eso no había podido venir.
-Pero te noto más delgada.
-Como quisiera que me dijeran ese tipo de comentarios- una voz conocida hizo presencia en la conversación- Oh, lo siento...
Esos ojos, esa tez morena... se me hacía conocida.
-¿Te conozco?- pregunté directamente a la muchacha que se encontraba a mi costado derecho.
-Sip, soy la chica del baño... ¿lo recuerdas?- sonrío.
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Casualmente.
Novela JuvenilAveces las mejores cosas suelen ser efímeras. Como el cometa Halley lo ves dos veces en tu vida y sólo dura cuestión de segundos.