08.

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Decir que Donghyuck estaba sorprendido cuando al otro día vio, frente a la puerta de la habitación de su hermana, una pila de libros, era quedarse corto. Y se sorprendió aún más cuando, al hojearlos, descubrió que eran fotocopias de los libros de clase. Tal vez alguien haya visto el espectáculo del día anterior y se apiadó de ella — él —.

Agradecido por la persona cuya identidad él no sabía, guardó las fotocopias de los libros que necesitaría ese mismo día en la mochila, y salió de la habitación como alma que lleva el diablo: Se había quedado dormido.

La verdad es que esa persona anónima lo había salvado de un gran regaño y posible castigo que le darían los directivos por no llevar el material escolar. La noche anterior no había podido dormir casi nada pensando en cómo hacer para que no le pongan ningún incumplimiento ya que no sería él quien saldría damnificado de eso, si no su hermana. Pero, gracias a las fotocopias que alguien dejó frente a su puerta durante la noche, ningún profesor se enteraría de nada.

En el instante que su pie tocó el suelo del edificio escolar, la campana que daba inicio a las clases retumbó en el lugar. No había ni un alma en los pasillos, pues todos ya se encontraban en sus salones para evitar llegar tarde. Donghyuck comenzó a correr hacia su salón de clases y, al entrar, el profesor ya se encontraba allí. Como castigo por haber llegado tarde, tuvo que quedarse fuera del salón elevando los brazos hasta que su clase acabase.

Lamentablemente para él, su clase duraba dos módulos de cuarenta minutos cada uno.

— ¡Chica! — Exclamó sorprendida Iseul. Ahora se hallaban en la cafetería almorzando. — ¿En serio te has quedado los ochenta minutos con los brazos hacia arriba?

«¿"Chica"?» Repitió Donghyuck en su mente.

— Chica, — Donghyuck hizo énfasis en esa palabra, con enojo. Sin embargo, Iseul no lo notó. — ¿En serio crees que haría eso? Solo levantaba las manos cuando oía sus pasos acercándose a la puerta, pues sabía que iría a comprobar si estaba cumpliendo con el castigo. — Donghyuck llevó a su boca un poco de arroz, y continuó hablando con la boca llena. — Luego pásame los apuntes de hoy.

Accidentalmente, un grano de arroz voló de la boca de Donghyuck hacia el rostro de Iseul.

— ¡Ew, Dongsook! — Exclamó la chica, con asco. — ¡¿A dónde se han idos tus modales?! Solías regañarme cada vez que hablaba con la boca llena.

Donghyuck terminó de masticar, y tragó.

— Mala mía. — Se excusó.

— Ah, me quedé sin dinero... — Ambas oyeron la voz de Jaemin a unos pasos de ellas.

Estaba en la barra de comida, y ellas se habían sentado en una mesa a pasos de la misma. Y la maldita escuela cobraba por cada plato de comida a pesar de pagar cada mes la cuota para permanecer allí.

— Eso te sucedió por habértelo gastado todo hoy temprano. — Oyeron ahora la voz de Minkyung. Jaemin lanzó otro bufido rodando los ojos.

— Préstame algo de dinero, me muero de hambre. — Pidió descaradamente.

A todo esto, Iseul había callado por acto reflejo. Dongsook y ella siempre dejaban de hablar cuando alguno de los integrantes del pandemonio rondaba cerca, puesto que solían molestarlas por cualquier cosa. Donghyuck recordó aquello, e hizo silencio de inmediato.

Aunque, después de todos los problemas que había causado desde que había cambiado de lugar con su hermana, lo que ahora era raro era que se quedase callada en vez de pelear.

— ¡¿Qué?! — Exclamó indignado Minkyung. — ¡Eso no está bien, hyung! ¡No puedes aprovecharte de tus menores y quitarles dinero! — Jaemin comenzó a vagar su mirada por la cafetería en búsqueda de alguien más para pedirle dinero, cuando divisó a Donghyuck e Iseul sentados en una mesa cerca de ellos. Rápidamente se tensó. — ¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué has gastado todo tu dinero en la mañana?

GENDER BENDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora