Jung Yoorim había vivido toda su vida con curiosidad hacia el amigo de su hermano, Christopher Bang. Su cara sin emociones, sus escuetas sonrisas, su forma ser en general, le causaba una curiosidad que no había sentido con nadie más.
Cuando el amig...
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No podía creer lo que estaba viendo, Christopher Bang estaba en el living después de cuatro años y todos se me habían quedado mirando con una sonrisa mientras yo seguía lo que se podría denominar impresionada.
— Qué bueno que Felix no entró. — Dijo mi hermano sonriendo y mi cara cambió. ¿Por qué había dicho eso y en qué contexto?
— ¿Por qué? — Empecé a enojarme y entré por fin al living mientras todos seguían mirándome.
— Porque queríamos pasar tiempo como hace cuatro años. Junto a Chris. — Me respondió mi madre, y yo les miré incrédula. Eso había sido un poco grosero.
Me reí irónicamente un poco en shock y procedí a disculparme. — Hola Christopher, te ves muy bien. Espero realmente que hayas disfrutado esos años en tu país natal y que hayas sido feliz ahí. Lamentablemente, me tengo que ausentar hacia mi habitación, supongo que nos veremos. — Le sonreí y me incliné haciendo una pequeña reverencia al chico que seguía sin tener emociones y me giré para subir, escuchando como mencionaban mi nombre y como mi padre sonaba enojado.
Me tiré a la cama y pensé en la situación, ¿por qué demonios querían pasar tiempo todos juntos? No entendía el propósito de eso teniendo en cuenta que sería incómodo puesto que Christopher y yo habíamos intercambiado pocas conversaciones que se podían contar con los dedos, y la mayoría eran formadas por monosílabos. Si querían pasar ellos tiempo juntos, que fueran, yo no tenía ningún problema. Mi padre y mi madre habían echado de menos a Chris, y mi hermano también; en cambio, yo no, por el hecho de que no manteníamos ningún vínculo. Él siempre había tenido relación con mi hermano y mis padres, pero nunca conmigo.
No bajé a cenar, ni en toda la tarde, por el hecho de que tenía mucho orgullo y que me había molestado lo que habían dicho de Felix. Pero también porque no quería pasar un tiempo como los de hace cuatro años porque yo ahí no encajaba. Así que intentaría evitar ese encuentro a toda costa.
Pasadas las tres de la mañana, no había podido conciliar el sueño aún, así que decidí dar un paseo. Me puse un chándal y salí por la ventana, asustándome cuando vi a una figura delante de la puerta de mi casa cuando salía.
— Así que, ¿te vas por las noches? — Christopher estaba ahí, fumando y ni siquiera había movido la cabeza para verme, por lo que suponía que sabía quién era. Mi hermano no se escaparía nunca.
— No me iba. Voy a dar un paseo. Creo que soy lo suficientemente mayor como para salir. — Dije, escuchando su carcajada.
Después de cinco años, la volvía a oír.
— Claro, ya tienes dieciocho. — Afirmó y yo me pregunté cómo sabía que ya tenía los dieciocho.
