01| ELEVADOR

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JHOANNA SUMMER

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JHOANNA SUMMER

Lluvia.

Un clima un tanto melodramático. El inspirador de novelas; poemas y obras de artes, pero a mi solo me genera paz.

Y, a decir verdad, eso es lo que necesito; paz en mi interior. Veo desde la ventana de mi habitación, y se puede divisar todo el panorama del clima frío y mojado. La ciudad se ve algo nublada, y casi parece de noche, para ser las nueve de la mañana.

Me acomodo la bata y me dirijo a bañarme. Me doy una ducha fría y rápida, ya que no deseo extender mi horario el día de hoy. Salgo y tomo mi cabello en una cola despeinada, luego voy a mi vestidor, y escojo algo formal, pero cómodo para mi día.

Al terminar, salgo de la habitación y me dirijo a la sala, donde seguramente ya esté Rebecca haciendo algo caliente para beber.

—Muy buenos días, señorita —me saluda Rebeca, mi ama de llaves y fiel ayudante «es como una mamá con salario»—. ¿Desea algo de tomar señorita?

—Un té caliente es suficiente —digo y le regalo una sonrisa amable.

—Señorita —habla Rebecca y me señala la parte trasera, yo muevo ligeramente la cabeza y veo al chico tras de mí; con la mirada baja.

—¿Puedes dejarnos a solas Rebecca? —digo, y ella siente desapareciendo.

Yo me doy media vuelva y camino lentamente hacia él, quien tiene su mirada clavada en el suelo, y aún tiene algunas marcas en su rostro de las múltiples cachetadas y azotes de la noche anterior.

—Mada... —intenta hablar, pero yo acerco mi dedo a su boca para interrumpirlo.

—En serio estuvo increíble, y disfrute mucho de tu sumisión y obediencia —digo, y este sonríe ligeramente—. Pero creo que lo nuestro debe terminar.

Al decir esto, él sube su rostro y se puede ver dolor y angustia, yo solo me doy media vuelta e intento caminar, pero siento su mano deteniéndome.

—Por favor Madame, no puede dejarme ir, yo... yo no sé qué hacer sin su ayuda —dice, y yo lo volteo a ver con cansancio.

—¿Cuánto? —preguntó.

—¿De qué habla? —dice confundido.

—¿Cuánto necesitas para poder hacer tu vida y olvidarte de mí? —preguntó esta vez directa.

—Yo... no sé —dice avergonzado.

—Piénsalo, y me dices —digo.

—No es solo eso Madame, yo... —balbucea algo que no entiendo, y luego se aclara la garganta—. Yo estoy enamorado de usted.

Cláusula 10 del contrato; no debes enamorarte de mí.

Él se tira al suelo de rodillas frente a mí, y solloza, mientras yo solo lo veo, sería, sin emoción, o gusto alguno.

N I N F Ó M A N A✓ [ LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora