10| OBEDIENCIA

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CRISTHIAM DAIV

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CRISTHIAM DAIV

Obediencia.

Luego de fijar los términos con la señorita Summer, me dispuse a regresar al hospital, ya que, aún queda hacer los ajustes al contrato, en donde se especificará cada una de las cosas que ambas partes estamos dispuestas a dar.

Entre esas mi completo y total silencio, porque no puedo divulgar jamás lo que sucede detrás de las puertas. La discreción es algo importante para ella, puesto que los medios siempre están al pendiente de su vida personal, y se puede esperar de ella salir con cualquier hombre famoso, o adinerado, pero jamás con un simple mortal como lo soy yo, y es algo que entiendo, porque tampoco quisiera que se hablara de mí, y me relacionen con ella.

No sé qué hacer si mi mamá se entera de que estoy bajo las mismas sabanas de esa mujer.

También entre las charlas ella me pidió que tuviera mucha prudencia siempre que ella estuviese cerca, ya que, a partir de la firma de contrato, ella sería quien tendría el control de cuando, donde, y cómo sucedería.

Mientras que yo solo tengo que tener disposición, y bajo el contrato, mis comportamientos frente a ella deben ser totalmente respetuosos, y en público, tanto ella como yo, debemos desconocernos.

Cosa que agradecí.

Al llegar al hospital busco a mi madre, quien al parecer fue movida de su sección a la de cancerología, en donde se había firmado un acuerdo de desembolso, el cual se efectuaría en el momento en el que yo firmara.

—¿Comiste? —le pregunto impaciente.

—No, pero no tengo apetito —asegura mi madre.

—Vamos ma, debes comer algo, compraré comida —digo, y me levanto de mi pequeño asiento junto a ella.

—No lo hagas, la comida del hospital es costosa, y yo sé que tú no tienes dinero, deberíamos mejor ir casa, ya me siento mejor.

No podemos regresar a casa mamá, no lo puedo permitir.

—Entonces iré a cocinarte algo, pero debes comer —reitero y ella blanquea los ojos.

—¿Por qué eres tan perfecto? —dice ella con una sonrisa tierna.

—No lo sé, así me hiciste —aseguro y le guiño el ojo.

Estoy por salir cuando un grupo personas llegan al cubículo donde estamos mi madre y yo, entre esos la doctora de hace un rato.

Todos hablan en ese idioma de tecnicismos médicos que no entiendo, y a la final entran enfermeros llevándose la camilla de mi madre a otro lugar.

—¿A dónde la llevan? —pregunto nervioso.

—Vamos a llevarla a su cuarto —informa una enfermera.

—No, pero, yo aún no pago, ¿podemos esperar? —comento con nerviosismo.

N I N F Ó M A N A✓ [ LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora