Capítulo 1

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El desayuno estaba servido en los platos, el comedor era enorme solo para ser utilizado por dos personas ya que éste era para ocho.
Los cubiertos estaban muy bien alineados, la fruta estaba perfectamente picada y el zumo de naranja tenía un aroma delicioso. Todo lucia impecable. Justo como le gustaba al Señor Mark.

Para Emiliana, la noche había sido horrenda, una tortura. Y sus ojeras lo confirmaban. Su aspecto fresco y pálido la identificaba mucho. Traía el cabello húmedo por la ducha, suelto y rebelde. Con unas gafas de sol por encima; porque nunca podían faltar.
Echo una mirada a su padre y sonrió con disgusto, aunque él no la viese por estar leyendo el periódico, pensó que el suéter que traía puesto el día de hoy no podría ser más feo.

-Ya come, no has probado nada –interrumpió sus pensamientos.
Emiliana rodó los ojos y agrego: -Tienes un pésimo gusto en escoger suéteres.
-No te pregunte -respondió Mark; poniendo el periódico en la mesa para después beber de su jugo, vio a Emiliana a través del vaso y noto que sus pómulos estaban más marcados, lo cual eso solo podía significar una cosa. -Cuanto pesas –pregunto sin dejar de mirarla e inmediatamente noto como al terminar la pregunta Emiliana se tensó por completo.
-Desde cuando eso te importa. -escupió sin más. Sintió los ojos arder pero lucho por no dejar caer ni una sola lagrima.
-Estoy cansado, nunca se puede tener una conversación sin pleitos contigo –Mark suspiro cansado. Se retiró los lentes y unió ambas manos para llevarlas por debajo de la barbilla mientas sus codos descasaban sobre la mesa, su mirada no se desviaba de su hija. –Thomas me llamo, dice que no has estado yendo a tus terapias y que no le respondes las llamadas ni por ningún otro lado. Y es la última vez que te lo voy a decir, o vas a tus terapias o te encierro en el psiquiátrico, porque si sigues sin comer y con esa actitud de niña chiquita la verdad es que a mí ya me da igual en donde estés.
-Pues pensándolo bien, yo creo que en el psiquiátrico me tratarían mejor que en mi propia puta casa –se levantó de la mesa de un brinco, tomo su mochila y salió de la casa prácticamente corriendo, ni siquiera vio la expresión de su padre al escuchar sus duras palabras.

A veces no podía creer cuanto odiaba a su padre, pero lo hacía. Todo el amor que ella sentía el mismo se había encargado de exterminarlo día con día. Desde que su mamá los abandono la distancia entre Emiliana y su padre fue cada vez más notoria hasta llegar a esto. Tan sólo quería un poco de tranquilidad, pero al parecer esa tranquilidad se encontraba muy lejana.

Con lágrimas en los ojos llego al instituto. Las limpio, y se vio en el espejo del retrovisor, sus ojos celestes ahora estaban también rojos a causa de las lágrimas. Acomodo su castaño cabello y salió con rapidez de su coche. Bajó sus gafas para que nadie notase que había llorado y camino con grandes zancadas. Pensando en que si su vida no podía ser peor y recordando que no había hecho el proyecto que tanto les habían estado pidiendo en literatura, el cual hoy era el último día para entregarlo. Agarro una gran bocanada de aire y entro al aula, en donde las clases ya habían comenzado. Ni siquiera había tocado la puerta, ignoro la mirada de todos y se sentó en el lugar de siempre.

-Buenos días señorita, por favor se puede quitar las gafas –el profesor de literatura era un hombre robusto con pantalones casi hasta el cuello. Emiliana se quitó las gafas y le sonrió al profesor para parecer amable, aunque ella lo aborrecía porque sabía que era un acosador que le miraba el trasero a las chicas, y eso la carcomía por dentro de asco.
Durante la clase estaba luchando por no dormirse. Se tallaba los ojos y bostezaba. Se maldecía por haber venido, solo venía a la escuela porque su padre la obligaba ya que aún era menor de edad y era quien la mantenía.

Minutos antes de terminar la clase el profe llamo a cada uno de los alumnos para que le entregaran el proyecto ya mencionado, al último quedo Emiliana y el chico nuevo que hasta entonces ella se había dado cuenta de la existencia de él. Cuando solo estaban ellos dos, ambos conectaron miradas y se contemplaban el uno al otro hasta que el profesor los interrumpió y llamo a Zac; el chico nuevo.
Él se puso de pie y escucho atentamente las instrucciones del profesor, como ese día había entrado, le daría una semana para entregarlo, le dio una hoja con las instrucciones de cómo elaborarlo y le autorizo el poder retirarse del aula. El asintió, y antes de salir de ahí le dio una mirada fugaz a Emilina, porque sus ojos celestes le parecieron adictivos. Ella igual lo miro, pero no por mucho tiempo porque se paró del asiento y en cuanto lo hizo, Zac cerró la puerta y los dejo solos.

-Su trabajo señorita –pidió el profesor.
-No lo tengo –le sonrió coquetamente, ¿el profesor levanto una ceja y antes de que pudiera decir algo ella continuo –pero sabe que si tengo? –hizo una pausa y saco su billetera de su costoso bolso negro. Saco unos cuantos dólares, lo suficiente. -100dlls, como mi calificación –sonrió nuevamente.
No espero a que el profesor hablara, salió corriendo de ahí, al salir puso los ojos en blanco y suspiro.

Fue al laboratorio, porque química era su siguiente clase. Al entrar se dio cuenta de que Zac estaba en su lugar. Le molesto muchísimo, pero a la misma vez le sorprendió, porque todos en el instituto le tenían miedo y nadie le hablaba ni tampoco se sentaban a lado de ella. Ya estaba acostumbrada a la soledad y el estar cerca de alguien o convivir, la ponía de malas.

Se acercó a él y torció la boca –Te llamas Zac, ¿no? –pregunto. Lo miro de arriba abajo. Por su porte se dio cuenta de que era niño rico. No podía negar que era guapo. ¿Mordió su labio inferior y al ver que él no decía nada y solo la mirada levanto las cejar y agrego –estas sordo?
Zac reacciono y parpadeo varias veces, se dio cuenta de que al ver los ojos de Emiliana podía perder la noción del tiempo. Era la chica más preciosa que jamás haya visto. Parecía un bobo ya que era la primera vez que alguien llamaba su atención de esta magnitud.

Se dio cuenta de lo patético que estaba siendo, pero no se podía controlar, comenzó a avergonzarse, le incomodaba, se sorprendió por su comportamiento, se auto desconocía, normalmente las chicas eran quien se ponían nerviosas con su presencia, nunca antes había sido al revés. –Soy Zac Bennett.

-Zac Bennett, estas en mi lugar –sonrió falsamente. 

-En ningún lado dice tu nombre –demasiado grosera para tan lindo físico, hay mejores maneras de decir las cosas, pensó Zac. –El lugar tiene dos asientos, te puedes sentar a lado de mí.
La profesora de química aun no llegaba, así que toda la clase estaba sorprendida por la pequeña discusión entre Emiliana y Zac. Claramente ya todos conocían a Emiliana, y lo que les sorprendía era la valentía para enfrentar a la tremenda personalidad que tenía la chica.

-Eso dices porque no me conoces, eres patético –tomo una gran bocanada de aire y se sentó a lado de él. Quería golpearlo fuertemente, pero no quería problemas, ya tenía muchos. Estaba muy estresada, jodido día de mierda. 

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora