Sasuke y Sarada: Expiación

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La noche daba paso a un nuevo día y Sarada se encuentraba durmiendo sobre el pecho de Mitsuki, la respiración del peli celeste era tranquila al igual que la de la felina que lentamente comenzó a abrir los ojos encontrándose con la plácida expresión de su dueño que dormía tranquilamente, al comenzar a estirar su diminuto cuerpo está con ambas patas delanteras presionó la nariz de Mitsuki haciendo que este con un leve gesto de incomodidad abriera pesadamente los ojos para luego sonreír enternecido.

Mitsuki: Buenos días, Sarada

Y el sólo decir eso hizo que un pensamiento, más bien la imagen de la Uchiha durmiendo sobre su pecho y observándolo con esos encantadores ojos ónix vino a su mente haciendo que un leve tono color carmín tiñera sus pálidas mejillas, en un abrir y cerrar de ojos se levantó de su lugar haciendo que la felina saltará por la sorpresa, le sicceó y se escondió bajo la cama.

El chico se golpeó la frente como si se reprendiera a sí mismo por pensar en algo como eso y más sobre su compañera de equipo.

Con pesadez y bostezando abiertamente se levantó de su cama para disponerse a ir a la ducha a darse un baño matutino.

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El panorama no era muy distinto para la Uchiha que ya encontraba levantada, lista y dispuesta  para irse a entrenar, había visto a su padre salir temprano al igual que a su madre llegar de su turno de noche en el hospital, con esas visibles y notables ojeras que se encontraban bajo sus párpados.

Se fue de su casa tomando su estuche de armas no sin antes dirigirse a la habitación de su madre para cubrirla con una manta y depositar un beso en su frente, saltando de tejado en tejado se fue al campo de entrenamiento en el bosque, pero, grande fue su sorpresa al ver a su padre y nadie más que su compañero rubio, ambos peleando entre sí, más bien entrenando juntos.

"Parece, que está ocupado..."

Pensó la azabache para luego abandonar el lugar, creía que llegaría a sentirse triste al ver esa escena, pero no sintió nada, creyó que se podría celosa o que al menos se molestaría, pero nada, simplemente le había dejado de importar, así de sencillo, aunque era bueno en cierto punto, puesto que era más fácil concentrarse sin esos molestos sentimientos de niña pequeña, como ella solía llamarlos, ella aspiraba a ser Hokage de Konohagakure.

¿Que sería de ella si no pudiera controlar algo tan simple como sus emociones?

Sonriendo se detuvo en medio de su improvisado campo propio de entrenamiento, al ver a la distancia se podían distinguir distintos y dispersos blancos, suspiró profundamente y saltó lo más alto que pudo, activó su Sharingan y lanzó distintas kunais a la vez, de las cuales sólo seis dieron en su punto mientras que las seis restantes habían ido a parar a distintos árboles ubicados en la distancia.

Al descender suspiró con frustración y se dispuso a hacerlo otra vez, otra vez y otra vez, hasta que ya había perdido la cuenta y la noción del tiempo.

Las seis restantes fallaban, sin importar la variación del trayecto o la forma de lanzamiento, seis de las doce, fallaban, su corazón latía desvocadamente y sus manos temblaban por el drástico y continuo esfuerzo, eso le molestó en demasía, su manos temblaban, al igual que sus piernas, estaba asustada y no sabía la razón, más que furiosa, con su visible Sharingan apretó sus puños y golpeó con todas sus fuerzas uno de los árboles que se hizo trizas por la fuerza de impacto, uno, luego otro y otro, destrozando y lanzando a la distancia trozos de madera, cansada y jadeante se detuvo, vio sus puños dañados y sangrantes y se cayó al suelo de rodillas observando como la tela de sus guantes estaban completamente rotas.

Mitsuki y su gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora