Calma antes de la tormenta

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Un par de ojos color citrino se abrieron de golpe al escuchar pasos que se acercaban a él. El payaso tardó unos segundos en comprender que estaba viendo el techo de una casa y recordar lo que había pasado el día anterior. Parpadeo y sus ojos se volvieron a tornar azules. Se sentó para observar el lugar en el que se encontraba. La habitación no estaba muy iluminada. La principal fuente de luz provenía de la cocina, que estaba separada de la sala por un par de puertas francesas corredizas de color blanco. Las puertas estaban abiertas y le permitían ver a la chica de largos y ondulados cabellos color chocolate buscar algo dentro de unos cajones junto a la estufa. El payaso se levanto del sofá y se dirigió a la cocina.

—Buenos días Bill— Dijo la chica sonriéndole —perdón si te desperté, me pareció buena idea hacer el desayuno antes de que se hiciera más tarde—.

—Buenos días— Dijo el pelirrojo mientras se sentaba en una de las sillas del pequeño desayunador—¿Más tarde? ¿Qué hora es? —Pregunto confundido.

—Las 11— Dijo la chica haciendo una mueca— No se nota porque está lloviendo y las contraventanas están cerradas. Llevo despierta desde las 9 pero no quería venir y hacer ruido para no despertarte—.

El payaso observo a la joven preparar el desayuno. No le emocionaba en lo absoluto comer los alimentos que preparaban los humanos. Eran carentes de toda esencia de vida que pudo haber tenido el animal, y también de nutrientes. Podía distinguir los sabores, pero lo que realmente consideraba un gran aderezo para la carne eran las emociones, sobre todo el miedo.

—¿Descansaste lo suficiente? —Pregunto Eliza volteando a ver al chico pelirrojo.

—Bastante, considerando que llegamos a tu casa a las seis de la tarde aproximadamente y me desperté a las once, diría que sí—.

—¿No pasaste frío? — Pregunto la muchacha sonrojándose al ver que el joven solo tenía puesta la camiseta que le presto y su ropa interior.

—En lo absoluto— Dijo honestamente el payaso, sin lograr entender la reacción de la joven. ¿Era acaso por la ropa que llevaba? O en todo caso, ¿la falta de?

—Tengo una sudadera que también me queda enorme, debería quedarte cómoda y te abrigará más—.

—¿Es común para ti comprar ropa en la que puedas nadar en ella? —Pregunto el payaso levantando una ceja.

La muchacha rio ante la pregunta —Oh sí, tengo mi propia colección de ropa holgada a la que llamo "pijamas para comodidad extrema". Aunque ahora debería llamarla "ropa para prestarle a extraños que vienen a invadir mi casa" — Dijo mientras sonreía burlonamente al pelirrojo.

—No querrás decir "extraños que secuestro para llevar a mi casa?"— Pregunto también de manera burlona aún con la ceja levantada.

—Touchée— admitió la muchacha mientras terminaba de servir el desayuno.

El payaso comió el desayuno que preparo la joven para no levantar sospechas. El pelirrojo pensó que debía admitir que no había estado tan malo. Al parecer a ese cuerpo no le incomodaba comer comida humana. No podía decir que lo había disfrutado como cuando solía comer humanos despavoridos, pero no había estado mal.

—No están funcionando las líneas telefónicas— comento Eliza mientras le daba un sorbo a su té— Traté de llamar a mi familia para decirles que estaba bien, pero el teléfono esta muerto. No se cuándo volverá a haber señal, pero estaré revisando para que puedas llamar a tus familiares.

—Vaya que conveniente, me tienes secuestrado en tu casa y no puedo llamar para pedir auxilio— Dijo sonriendo divertido el payaso.

—Exacto, todo va de acuerdo al plan— dijo la joven mientras juntaba las puntas de sus dedos y sonreía maliciosamente para luego soltar una carcajada. La muchacha se levantó dispuesta a retirar los platos y limpiar la mesa. —Tengo un cuarto donde tengo una lavadora y una secadora, como aun hay electricidad y gas ambas deberían de estar funcionando. Puedes meter a lavar y secar tu ropa para que puedas bañarte después—.

White DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora