Si vuelve es tuyo

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El payaso abrió lentamente sus ojos. Se sentía extremadamente relajado y cómodo. Se quedó inmóvil mirando al techo tranquilamente por unos segundos, disfrutando de la paz y del silencio. No le desagradaba la paz y la comodidad en lo absoluto, pero eran cosas que cuando dormía en sus adoradas alcantarillas jamás sentía, pero tampoco tenía la necesidad de sentirlas. El silencio se vio roto por un ligero crujido del sofá cama, provocado por una vuelta que dio Eliza, que aún se encontraba dormida. El pelirrojo cayó en cuenta de porque había dormido tan placida y tranquilamente. El agradable aroma de Eliza había tenido un efecto calmante en el pelirrojo.

El payaso rodó para quedar sobre su costado y colocó una mano bajo su cabeza para poder observar más detenidamente a la chica dormida.

Las largas y oscuras pestañas de la joven tiritaban ligeramente, indicando que aún estaba profundamente dormida. Su respiración era dócil y profunda. La pálida piel de la chica se veía muy suave y contrastaba con sus rosadas mejillas. Parecía que el sueño solo había vuelto su piel más tersa. El pelirrojo delineó con la mirada los lindos perfiles de la chica, desde su respingada y rosadita nariz que parecía tener frío, hasta su mandíbula bien definida. Sus sedosos y ondulados cabellos castaños se encontraban ligeramente enmarañados, pero seguían emanando un hermoso y dulce aroma.

El payaso observó después el cuello de la chica. Podía ver el pulso de la joven donde se encontraban la carótida y la yugular en ambos lados del cuello. Un movimiento que podría ser casi imperceptible para el ser humano, pero él podía verlo fácilmente. Se le hizo extrañamente bonito el cómo bailaban los vasos debajo de la piel de la joven.

El camisón de la chica se había subido un poco mientras ella dormía y éste dejaba ver sus piernas. El payaso con curiosidad se incorporó para verlas más de cerca. Al pelirrojo le sorprendió ver que la piel de las piernas de la joven se veía tan suave y blanca como la de su rostro y cuello. Bajo la mirada por las piernas de la joven hasta detenerse en sus pies, que tan solo la noche antepasada estaban balanceándose cerca de su cara. Pennywise nunca había tenido interés por observar tan detalladamente a un ser humano hasta ahora.

El payaso no pudo evitar pensar que Eliza era suave para todos sus sentidos. Cada centímetro de su piel transmitía suavidad; su olor era extremadamente atrayente y embriagador; su voz era bastante dulce y melodiosa....

En cuanto a tacto, el payaso solo había sentido su mano cuando ella le ayudo a incorporarse del suelo, y el cabello de ella cuando él apoyó su mejilla sobre la cabeza de Eliza. El pelirrojo recordó lo suave que era la piel de la mano de Eliza, y lo sedosos que eran sus cabellos.

El payaso volteó a ver de nuevo el cuello de la joven. El bello aroma de la chica parecía estar concentrado en esa pequeña área de su cuerpo, y eso no le pasó desapercibido. Se preguntó si Eliza sabría tan bien como olía, si su piel sería tan dulce como su aroma natural daba a entender. Ese pensamiento bastó para que sus ojos empezaran a tornarse de un brillante color ámbar. El payaso tragó pesadamente y sacudió la cabeza. Había empezado a salivar. Necesitaba comer de verdad. El pelirrojo se apartó lo más que pudo de Eliza mientras presionaba con fuerza sus parpados y se forzaba a si mismo a calmarse.

El movimiento brusco bastó para sacar a Eliza de su sueño profundo. El payaso vio como Eliza parpadeada un par de veces, negándose a despertar completamente. La joven se estiró y suspiró satisfechamente. Después de unos segundos una mirada de sorpresa apareció en el rostro de la joven, al percatarse de que no se había despertado en su habitación. Volteó a ver al pelirrojo con una sonrisa apenada que expresaba disculpa.

—Buenos días Bill— dijo la joven con la voz ligeramente ronca por el sueño —¿llevas mucho despierto? —.

El payaso se forzó a esbozar una sonrisa convincente —No, acabo de despertar hace poco— dijo sintiendo la garganta seca.

White DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora