Capítulo uno

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A contrario de otras, la fotografía no se movía por nada del mundo

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A contrario de otras, la fotografía no se movía por nada del mundo. De hecho, Harry llegó a pensar que era una simple pintura muggle hasta que la observó con detenimiento. La dama colgada de la pared tenía el cabello castaño oscuro y los ojos de un tono avellana, además de ir completamente vestida de negro y sin expresión alguna en su pálido semblante. No se moví, ni hacía un mínimo esfuerzo por hacerlo, simplemente estaba inmóvil observando un punto ciego en la habitación.  

A juzgar por su apariencia, no debía de tener más de veinte años cuando murió, mostraba un aura juvenil en todo momento, y definitivamente ese vestido azabache aristocrático no le favorecía en absoluto.

– ¿Quién es ella? –inquirió Hermione, en un intento de acabar por la tensión del ambiente, llevándose un trozo de pan a la boca con sutileza.

– ¿Ella? –el viejo hombre miró el cuadro con valentía; aunque parecía algo melancólico–. Una víctima más de las malas decisiones de mi hermano; se llamaba Aurora Rosier y era mi mejor amiga, pero Gellert Grinderwald la mató antes de que pudiéramos ser algo más. Fue por el bien común, o eso fue lo que comentó. –echó más leña al fuego, desinteresadamente–. Para ese entonces la familia Rosier no era tan reconocida como lo es ahora.

Lo comentó con tanta indiferencia que el trío sintió náuseas, pero terminaron acomodándose en sus respectivos asientos para culminar sus alimentos; no eran los más sabrosos del mundo, aun así algo era algo. Hermione alzó la cabeza ansiosa por más información. 

Aberforth se sirvió una copa de vino de elfo con desgano, se tumbó en el sillón de color café y observó a la muchacha ceñudo. Definitivamente continuaría con el relato.

– Ella era diferente, la eliminaron del árbol genealógico cuando fue seleccionada a Gryffindor. A pesar de todo, seguía manteniendo admiración hacia su sangre limpia. Coincidíamos en la mayoría de las clases, era excelente alumna, digna de un Premio Anual. –suspiró, pero volvió a beber del vino de elfo sin cuidado–. Nunca comprendí por qué el sombrero la envió a Gryffindor, cuando merecía ser una Slytherin. Una asquerosa serpiente...

– ¿Puede hablarnos sobre ella? –inquirió la única chica de la habitación, con cierta curiosidad–. Ella no fue nombrada en ningún momento por Bathilda Bagshot, tampoco hay registros sobre una Rosier en la época de –aclaró su garganta–... Grindelwald.

– Eso es extraño e inusual, pues ella fue una gran seguidora de Grindelwald o por lo menos lo fue indirectamente. Aurora Rosier estaba familiarizada con las artes oscuras, no era sorpresa para nadie que supiese hechizos y maldiciones oscuras e ilegales, eso le encantó a Grindelwald. 

Bufó, después bebió nuevamente del vino en el cáliz

– No es un relato que me guste recordar, muchacha.

– ¿Cómo murió? –Ron habló con imprudencia–. Si quisiera decírnoslo, sería de gran ayuda.

– Vuelvo a repetirles, hijos, que esta no es su guerra. –dijo Aberforth, cortante–. Váyanse del país de una buena vez, inicien de cero, solo lárguense. Que otro haga el trabajo de descuartizar a quién-tú-sabes, ustedes son unos niños que no tienen idea de las barbaridades de Albus Dumbledore. Y sí, todo lo que ha dicho Rita Skeeter es cierto. –afirmó.

– Entonces Bathilda Bagshot nunca conoció a Aurora Rosier. –dedujo Hermione.

– No. –respondió cortante; una pizca de tristeza brillaba en su mirar–. Rosier se la pasaba día y noche con Ariana; se llevaban bien, eran íntimas amigas desde que la llevé a casa en las vacaciones de verano. El peor error que cometí en mi vida, además de soportar a mi hermano, por supuesto.

– Habla de ella como hubiese sido una maldición. –replicó Harry–. ¿Tanto es el odio que sentía por ella? –lo miró.

– Odiar es una palabra muy fuerte, muchacho. –se encogió de hombros y volvió a beber de su copa sin cuidado–. La conocí a los once años, éramos inseparables, mejor dicho, creí conocerla como la palma de mi mano. Nos escapábamos de las clases hacia el campo de Quidditch, podíamos durar horas allí platicando sobre las cosas más insignificantes, aunque casi siempre el centro de atención era mi hermana. 

Volvió a bufar y entonces miró el retrato de la muchacha con pesadez

– Aurora Darleen Rosier... admito que nunca me preocupé por asistir a su funeral, estaba muy ocupado rompiéndole la nariz de Albus como para perder el tiempo con ella. Murió sola. Fue velada en una iglesia del pueblo, sola también, con la única presencia del sacerdote.

Cruel, era simplemente cruel.

– ¿Tuvo usted amores con... la señorita Rosier? –inquirió Hermione, con tanta curiosidad que no parecía ella misma.

– La curiosidad mató al gato, niña. –el hombre escupió en el fuego–. Sí, muchacho, ella era una maldición. –el trío de oro lo miró con curiosidad, seguido de aquello. Aberforth suspiró antes de volver la mirada al cuadro de la dama, quien simplemente observaba al frente sin agitación alguna–. Jamás la he visto queriendo moverse ni cuando Ariana la visita de vez en cuando, solo permanece estática con la mirada perdida en algún punto de la habitación.

– ¿Por qué será? –masculló Ron con ironía, continuo a aquello recibió un puntapié por parte de la chica castaña–. Quiero decir, se nota, solo mire las telarañas. –otro puntapié–. ¡Ya, Hermione, lo he captado! ¡Joder!

–¿Quieren saber la historia? Bien, como quieran. –volvió a encogerse dehombros–. Presten la atención requerida que no volveré a repetirlo, niños.

Our Love Story | Aberforth DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora