5. La tumba sin nombre [+18]

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La cabeza de Inga de Irzatia continuó rodando hasta el pie de las escaleras donde, al fin, se detuvo entre los gritos horrorizados de la multitud

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La cabeza de Inga de Irzatia continuó rodando hasta el pie de las escaleras donde, al fin, se detuvo entre los gritos horrorizados de la multitud.

Wendy enterró el rostro entre las manos y a duras penas reprimió un chillido.

—No apartes la vista —le susurró Thorsten.

Se asomó entre los dedos y lo vio con los ojos clavados en la horrible escena. Inspiró hondo y recobró la compostura, pero no pudo evitar mirar la cabeza de la canciller. A duras penas controló las náuseas cuando sintió que salivaba al oler la sangre. Era una sensación escalofriante y repugnante, ¿qué si no un monstruo podía sentir sed ante tan macabro espectáculo?

Un carraspeo acalló a los invitados y todos se volvieron hacia el trono. Junto a él, Drago limpiaba la espada con su capa negra. Cuando terminó, no la envainó, manteniéndola a la vista de todos, como una amenaza muda.

—Esta es Aurora. La tomé de las manos muertas de Mirla cuando le di muerte en la batalla de Birsk. —Hablaba tranquilo, como si no acabara de asesinar a una poderosa noble frente a toda la corte—. Su filo está hecho enteramente del ámbar de los mirlakrim por lo que ningún vampiro sobreviviría si alcanzara un punto vital. Como la cabeza, por ejemplo.

Caminó despacio hasta el trono, tomó asiento y apoyó el mentón en pomo de la espada.

—Muchos os preguntaréis qué hago aquí —dijo con una sonrisa torcida—. Sé que mi hermana os hizo creer que perecí a manos de Raymond y hay una pizca de verdad en sus palabras —suspiró—. Me hirió de gravedad y, de no ser por ella, habría muerto. Anghelika me salvó, pero no fue un acto de bondad —dijo con los dedos clavados en la empuñadura de Aurora—. Desperté días después, en un agujero en lo más profundo de Dragosta, y con mi trono usurpado. Todo su reinado fue deshonroso y por ello me veo en la obligación de dictar mi siguiente orden: apresad a los Irzatia y los Tanelis.

De inmediato, la guardia real y los soldados de sus casas vasallas, los Romanak, Donev y Valanesku, acataron su orden. Nadie se atrevió a interponerse.

—Todos sus bienes quedan incautados y sus títulos revocados —continuó—. En cuanto a los Anghel, seréis desterrados al Palacio de la Medianoche y mis guardias os vigilarán hasta el fin de los tiempos. Esta es la clemencia que os concedo por la sangre que compartimos.

Tras dictar sentencia, un nuevo tropel de soldados armados hasta los dientes irrumpió en el salón del trono. La poca resistencia que había en los ojos de los condenados, cesó al verlos. Eran nobles, no guerreros.

Wendolyn se sorprendió al ver que no hubo más derramamiento de sangre. Después de todo lo que había leído sobre Drago el Sanguinario, la desconcertaba esa muestra de compasión. No solo había respetado lo que quedaba del linaje de su hermana, sino que había eliminado de un plumazo a sus potenciales enemigos cobrándose tan solo una vida. Segundos atrás, habría esperado una auténtica masacre, no una rendición pacífica.

La locura de la bestia [el canto de la calavera 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora