Cap. 2: La Huida

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El asesino, no con poca dificultad, esquivó los ataques del espía y del oficial y logró salir del cuarto, cuya puerta cerró y atrancó con su cuchillo de emergencias. Se escabulló por el pasillo, esperando saltar por la primera ventana que viera, solo para ver a un centenar de guardias corriendo hacia el.

Voló en la dirección opuesta y, al final del pasillo, un hombre con una chaqueta azul se sorprendió al verlo y sacó una pistola de su chaleco; no podía darse el lujo de detenerse, así que corrió en zig zag  a embestirlo, confiando en que sus reflejos le permitieran esquivar el disparo de lo que probablemente era una pistola de pedernal.

*¡BAM!* 

El disparo resonó y el asesino exhaló de alivio; al fallar su disparo, solo tenía que empujar al noble a un lado y...

*¡BAM! ¡BAM!¡BAM!¡BAM!*

Si no hubiese tenido los medicamentos que incrementaban su velocidad de reacción y sus reflejos se habría muerto cuatro veces...

La desesperación y la adrenalina lo hicieron percibir el tiempo a ritmo ralentizado: vio al noble de los ojos celestes aplicar presión con su pulgar al martillo de la extraña pistola  y apuntar  a la vez que su índice empezaba a hacer presión sobre el gatillo.

El asesino metió la mano en su bolsillo y lanzó al suelo uno de sus ases en la manga: una pequeña bomba de humo denso y se lanzó a un lado con una voltereta acrobática, rezando por el milagro que este pistolero fallara a tan corta distancia.

*¡BAM!* 

La bala entró y salió de su manga sin afectarlo y, usando el ímpetu de su salto, acertó una patada en el pecho del noble, desbalanceándolo y tirándolo al suelo.

Continuó su huida desesperada....

Al fin logró divisar una ventana pero una flecha de ballesta se clavó en el dintel de madera antes de poder ponerle una sola mano encima. Miró en la dirección de donde había venido la flecha y vio a un muchacho maldecir mientras recargaba su ballesta, pero a su lado, un ballestero con semblante profesional lo apunto entre los ojos y disparó.

El asesino se concentró y, como un destello, abanicó su brazo y deflectó la flecha.

Pero al volver a mirar hacia los tiradores, un hombrecillo grueso y algo calvo con el mismo uniforme de la guardia real lo apuntó con un mosquete.

Al no disparar de inmediato, el asesino intuyó que este viejo iba a esperar a que saltara al dintel para tener un tiro seguro. Maldijo bajo su aliento y siguió corriendo por el pasillo.

Una vez más, perseguido, atravesó un portal doble y atrancó la puerta detrás de si y tuvo un instante para ver el amplio salón con ventanas a unos cuatro metros sobre el suelo, solo debía ponerse sus crampones y ...

*¡Slam!*, las puertas opuestas en el salón se abrieron y cerraron de golpe.

"¡JA! ¡Te dije que vendría por acá!", una voz femenina rugió con diversión.

"Amor, cielo, tesoro, por lo que mas quieras, déjame manejar esto", un hombre rogó a su lado.

"Ni en sueños, querido, esta sabandija trató de matar a mi hermana así que yo trataré de matarlo", la mujer respondió a la vez que dejaba oír deliberadamente el roce de una larguísima espada siendo desenvainada. "Bueno... no es como si pudieras detenerme, aún en este estado", dijo, acariciando su muy redondo vientre.

'No, por favor, que no sea quien creo que es...', el asesino rogó al cielo pero su suerte se había acabado hacía mucho.

Tenso, volteó la cara hacia la pareja:

Las Cuatro Reinas - Reina de DiamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora