5- Un beso, extrañamente adictivo

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Me movía de un lado al otro de la cama por el aburrimiento que pasaba yo sola allí. Me levanté varias veces, para buscar cargador para el móvil que se supone que había muerto, para ir al baño y para no aburrirme.

Mi imaginación no llegaba al alcance de como lo solía hacer, encontrarme en casa de una de las personas que más odiaba en este mundo, no era muy reconfortante para el dolor que sentía en ese instante. La cosa era que no podía escapar porque necesitaba descansar,  y el porcentaje de encontrarme a Brent ese día, era del 99%, ya que el número restante podía ser que llamara a la policía y denunciara un secuestro o que le cayese una bomba encima. Pero yo no era cruel aunque lo intentara aparentar.
En ese instante me sentía en un mundo que deprime y aburre.
Lo que hice fue revisar su habitación y leer títulos de libros y me puse a ver fotos, lo extraño es que tuviera dos estanterías llenas de libros.

Cuando llegó la hora de fin de clases por ese día, con mis manos peiné un poco mi cabello, en ese instante es cuando me di cuenta y recordé que mi ropa estaba toda sucia de barro. ¿Porqué permitiría él que la chica a la cual odia manchara su cama? ¿Si se dio cuenta de eso porqué no me dejó en el sofá o en otro sitio?

Lo que hice fue quitar sus sábanas y poner otras que estuvieran limpias, y antes de poner una lavadora me quité la ropa y la puse también a lavar.
Le debía al menos eso ya que fue quien vino a por mí.

Cuando me duché, incluyendo el pelo el tiempo de lavado había concluido. Cuando salí enrollé en mi cuerpo una toalla y coloqué la ropa en la secadora, pero yo misma sequé mi ropa interior para que estuviese cuanto antes lista.
Ya que a la secadora le costaba, después de ponerme mi ropa interior me coloqué una camiseta de Brent.

Minutos después ya estaba acostada en la cama, nuevamente porque me había cansado de ir de un lado a otro, y eso que el tobillo me fastidiaba.

Por fin llegó, la puerta de su casa se abrió dejando ver a un cansado Brent Turner. Lo primero que hizo fue cerrar el pestillo de la puerta y luego tiró por el suelo su mochila.
Como venía hacia mí me hice la dormida, mi boca no tenía ganas de pronunciar la palabra gracias. Vino hasta mí y se sentó en la cama, justo a mi lado.
Con una de sus manos, despacio, retiró el pelo de mi cara y lo colocó tras mi oreja.
Lentamente abrí mis ojos haciéndome la dormida y despistada.

–¿Que ocurre?– Me senté a su lado y le miré a la cara, dándome cuenta que miraba mi cuerpo entero, más mis piernas desnudas. Al saber exactamente que miraba, cogí uno de sus cojines y lo posicioné encima de mis muslos. –Eres un cerdo–. Junté mis cejas arrugando un poco la frente.

–Lo siento, es mi naturaleza–. Contestó sarcástico mientras se reía, por lo bajo. Me contagió la sonrisa y sin pensarlo, le abracé, tardando un poco en rodearme la espalda.

–Esto se queda aquí–. Le dije cuando nos separamos. Afirmó dándome la razón. Luego miró el suelo ya que nadie hablaba. –Por cierto–. Su mirada volvió a mí. –Es una cosa que no suelo hacer, y que no me gusta decir, pero gracias. No tenías porqué...– Mi mano estaba apoyada en la cama, él hizo que me callara por un momento ya que colocó adrede su mano encima de la mía. –... ayudarme ya que yo no te di ningún motivo para hacerlo, pero igualmente estamos aquí-. Me puse nerviosa.

–Os escuché hablando cuando le llamaste por teléfono, pensé ¿Por qué no perderme clases? Y fui–. Quité mi mano de donde estaba, y nerviosa, le miré para saber que hacía.

–Pero luego volviste–. Di un poco la vuelta, para que mi cuerpo estuviese en dirección a él.

–Tenía examen.

Moví mis tobillos notando que ya no sentía dolor. Solo fue el golpe el causante de que me doliera tanto. Me levanté y empecé a caminar hacia la cocina, que se comunica con el comedor. Abrí la nevera y empecé a buscar cualquier cosa comible. También miré en los armarios y cajones.

Buscando Lo Bueno #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora